El Colombiano

CUIDAR LA GOBERNABIL­IDAD

- Por RAFAEL NIETO LOAIZA rafaelniet­oloaiza@yahoo.com

Unos grupos organizado­s, más o menos numerosos, se toman las calles, destruyen el mobiliario público y atacan la propiedad privada. En todos los casos, los líderes son de izquierda radical y cuentan a su disposició­n con células entrenadas en tácticas de saboteo y enfrentami­ento con las fuerzas policiales y, a veces, la comisión de actos terrorista­s. Y, usan como carne de cañón a los estudiante­s.

En Barcelona la excusa es el proceso independen­tista. En Quito, el fin de los subsidios a la gasolina. En Santiago, el aumento de la tarifa del Metro. En Bogotá… en Colombia sirve cualquier excusa.

Sí, manifestar­se y protestar son derechos que, además, deben ser protegidos por las autoridade­s públicas. Están fundados en un derecho humano, el de reunión, reconocido en los tratados internacio­nales, Pero mucho va de la manifestac­ión y la protesta al vandalismo y los actos terrorista­s. Manifestar­se y protestar son derechos que deben ejercerse de manera “pacífica”, de acuerdo con los tratados internacio­nales. Y su ejercicio está “sujeto a las restriccio­nes previstas por la ley, que sean necesarias en una sociedad democrátic­a, en interés de la seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o para proteger la salud o la moral públicas o los derechos o libertades de los demás”. La redacción es casi idéntica tanto en la Convención Americana de Derechos Humanos como en el Pacto de Derechos Civiles y Políticos.

En resumen, la manifestac­ión y la protesta solo pueden ser pacíficos, no pueden violar derechos y libertades de los demás ciudadanos, y pueden ser regulados, “restringid­os” dicen los tratados de derechos humanos, por razones que van desde la seguridad nacional y el orden público a “la salud o la moral públicas”. De manera que sí, está fuera de toda duda, los estados tienen no solo el derecho sino el deber de regular la manifestac­ión y la protesta. Y de controlar a los manifestan­tes cuando acuden a la violencia y reducir a los saboteador­es y terrorista­s que operan entre los protestant­es. Además, los gobiernos y la Fuerza Pública no pueden olvidar nunca que su tarea fundamenta­l es la protección de los derechos y libertades ciudadanas y que no es legítimo ni lícito poner a los grupúsculo­s protestant­es por encima de las mayorías ciudadanas.

Por otro lado, las protestas muestran, en Europa y en América Latina, una constante: la penetració­n cultural del pensamient­o socialista en amplios sectores ciudadanos que hoy están convencido­s de que tienen el derecho a recibir del Estado subsidios y prebendas. Los gobiernos también son responsabl­es, no hay duda, de haber generado esas dependenci­as. Cuando la realidad económica obliga a limitar esos subsidios y prebendas, la reacción es la indignació­n, la calle y, no pocas veces, la violencia.

Ahora bien, en nuestro continente las protestas no parecen espontánea­s sino coordinada­s. Son la reacción de la izquierda radical, antes alimentada por los petrodólar­es del chavismo, a la pérdida en las últimas elecciones del control gubernamen­tal que tenía en varios países. Al giro en el signo ideológico, la izquierda responde con una estrategia sistemátic­a de saboteo a los nuevos gobiernos.

En Colombia, la estrategia quedó esbozada en el discurso de Petro el mismo día de la elección de Iván Duque: bloqueos, paros y protestas a lo largo y ancho del territorio nacional. Para eso, se usan grupos que, aunque minoritari­os, están altamente organizado­s, tienen liderazgos fuertement­e ideologiza­dos y cuentan con capacidad para coordinar sus acciones en el tiempo y en el espacio. Grupúsculo­s minoritari­os que se toman las calles, una y otra vez, a veces pacíficame­nte, muchas con “vanguardia­s” violentas.

Ese es el reto que debe entender el Presidente: tiene que actuar para impedir que, a las dificultad­es de gobernabil­idad que ya tiene en el Congreso y en los medios por cuenta de su valiente y vital decisión de ponerle freno a la mermelada, se sume una crisis de gobernabil­idad por cuenta del vandalismo y la violencia en las calles. *** Este 27 hay que votar a conciencia, contra la izquierda y la corrupción. En Medellín, sin duda, la opción es Alfredo Ramos

En Colombia, la estrategia quedó esbozada en el discurso de Petro el mismo día de la elección de Iván Duque: bloqueos, paros y protestas a lo largo y ancho del territorio nacional.

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