5F. BALANCE
Terminando el periodo administrativo actual, resulta oportuno hacer un balance de resultados. Uno de cierre que permita calificar el desempeño de la administración saliente. La recomendación es evaluarla de dos maneras.
Para la primera de ellas usa el termómetro urbano. Comentarios informales en reunión familiar o en una carrera en taxi que permiten leer la idea que se tiene del resultado de la administración.
La segunda forma de evaluarla es cuantitativa. Un examen riguroso en el que la calificación permita indicar el buen desempeño del programa de gobierno. Métodos rigurosos para medir el avance real: (i) metas de crecimiento económico, (ii) coeficientes de Gini para medir el cierre de la brecha de la desigualdad, (iii) tasas de mortalidad para evaluar el avance en seguridad o la inversión en arte y cultura, (iv) gasto público como porcentaje del PIB para medir el tamaño y la eficacia de la administración (sin decir que menos es mejor), entre otras. A falta de indicadores de este tipo en las propuestas y planes de gobierno que hoy se impulsan en campañas para alcaldías y gobernaciones, es bueno comparar cifras entre el antes y el después.
El caso de Medellín permite hacer buenas comparaciones. Acá no caben juicios de valor individuales. Los números hablan por cuenta propia. Los frentes de trabajo fueron educación, infraestructura física, movilidad, agua, inclusión social, juventud, seguridad, deporte y recreación, medio ambiente, salud, desarrollo económico, vivienda, presupuesto participativo y cultura.
Y reconociendo que esta columna será insuficiente para mencionarlos, entre los logros sobresalientes están: modernización de la Biblioteca Pública Piloto (15 mil millones), mayor cobertura histórica con el programa buen comienzo (más de 82 mil niños entre 0 y 5 años y más de 12 mil madres gestantes), disminución histórica en mortalidad de menores de 5 años, la meta de embarazos en adolescentes superó el reto del plan de desarrollo alcanzando valores inferiores al 15 %, el programa Parceros alejó a más de mil niños en riesgo de vincularse a estructuras criminales, se capturaron más de 153 cabecillas de estructuras delincuenciales, se pasó de 7 a 35 centros de vida gerontológica, el metrocable Picacho avanzado a más del 80 % (sin hablar de las líneas M y H de metrocable, Parques del Río o las intervenciones en el centro), renovación del 40 % de la flota de buses urbana de la ciudad, sin mencionar taxis y buses eléctricos, mejoras en incidentes viales de más del 63 % respecto a las cifras de hace dos décadas. Más de 8 mil cupos para educación superior, más de 250 mil personas recibieron acompañamiento para sus emprendimientos, 109 mil créditos del Banco de los pobres para respaldar negocios ciudadanos, se renovó más del 42 % de los escenarios deportivos de la ciudad, más de 7 mil niños regresaron al colegio y se puede hablar de la menor tasa de deserción escolar de la ciudad (se pasó de 3.4 % en 2015 a 2.9 % en 2019, gran mérito), y en becas y créditos condenables para educación, se pasó de 9 a 36 mil.
Habrá otros méritos mucho más populares por mencionar, sin duda; así como metas que no se cumplieron, y este pedazo también debe entrar en el balance. Lo que vale la pena resaltar, es la oportunidad de comparar resultados del antes y después de la gestión. Resultados numéricos y que permitan valorar un avance real respecto a las condiciones iniciales.
Para las campañas en curso, vale la pena identificar cuáles son las metas propuestas y mantenerlas presentes durante la administración. El control ciudadano es un elemento de control político necesario para garantizar que la administración pública no solo se fije metas correctas; sino que también sienta la presión y el compromiso ciudadanos necesarios para cumplir con los deseos colectivos
Lo que vale la pena resaltar, es la oportunidad de comparar resultados del antes y después de la gestión.