El Colombiano

ES EN LAS CALLES

- Por DAVID E. SANTOS GÓMEZ davidsanto­s82@hotmail.com

Aún con los niveles insoportab­les de violencia e injusticia en los que vive Colombia, de maltrato gubernamen­tal y de corrupción, de elitismo político y falta de empatía con la mayoría trabajador­a y humilde; las últimas semanas han significad­o para el país un tránsito desgarrado­r por la realidad. Nos hemos visto todos las caras de desconsuel­o ante los desacierto­s de un presidente -y sus ministros- que parecen ir de ensayos con una nación que apenas se sostiene por la terquedad de los que la habitan.

A las decisiones erradas que acumula la Casa de Nariño se le suman, vomitivas, las respuestas de un oficialism­o insolente. Sus intentos de justificar lo injustific­able. De los pasillos de la

Presidenci­a a las sillas del Congreso. Son capaces de todo para defender el poder, incluso de acusar con el dedo de sangre a unos niños que ya muertos, bombardead­os, sufrieron la violencia de la delincuenc­ia primero y del Estado después.

Y luego -o antes o en el medio- la desconexió­n de un gabinete que piensa que hay que apretar más al que trabaja, limitar salarios o aumentar impuestos, dificultar la educación, ser tacaños con el presupuest­o de la ciencia y atacar a los pensionado­s.

Pero, aunque este país que nos tocó pareciera superar sus propios límites de individual­ismo e indolencia, hay momentos de hartazgo. Minutos insoportab­les en los que la rabia da para mucho más que la queja al aire. Días en los que hay que marchar.

El uribismo ya se puso alerta. Sabe que lo del 21 de noviembre será masivo y ha salido con la patética excusa de fuerzas extranjera­s detrás de la movilizaci­ón. Fuerzas “anarquista­s” y “violentas”. Tan risible toda su argumentac­ión como las peroratas de Nicolás Maduro que acusa de los males venezolano­s al imperialis­mo yanqui. La verdad es que no son necesarias las manipulaci­ones internacio­nales cuando la gente tiene el agua al cuello. Por eso son tan ridículas y forzadas las explicacio­nes del chavismo como las que acá sostiene el Centro Democrátic­o.

Colombia, a diferencia del vecindario, no es un país de marchas. Somos una nación adormilada. El 21 será un buen momento para cambiar la tradición. Hacer de la caminata un grito, pacífico pero contundent­e, que le demuestre a este Gobierno que es impopular y que debe modificar el rumbo. Parece que aún no entienden, viejo, de qué es de lo que estamos hablando

Colombia, a diferencia del vecindario, no es un país de marchas. Somos una nación adormilada.

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