El Colombiano

DARÍO ACEVEDO Y EL CENTRO NACIONAL DE MEMORIA HISTÓRICA

- Por FRANCISCO CORTÉS RODAS franciscoc­ortes2007@gmail.com

El dramaturgo sueco August

Strindberg dice “vosotros, los hombres de partido, sois como los gatos tuertos. Algunos ven sólo con el ojo izquierdo, otros con el derecho, y por eso jamás podéis ver estereoscó­picamente, sino que siempre veis las cosas planas y desde un solo ángulo” (Citado- Thomas Mann, 2011). Da

río Acevedo ha mostrado como director del Centro Nacional de Memoria HistóricaC­NMH, que como los gatos tuertos, ve la historia y el conflicto desde una sola perspectiv­a, plana, —aquella que le viene impuesta de arriba—.

Personas de su talante los hay también en otros países, tan guerreros y violentos como el nuestro, en donde igualmente se ha intentado el entierro de la memoria después de la guerra y el genocidio. En Alemania ese personaje se llama Ernst Nolte, quien publicó un ensayo “El pasado alemán que no quiere pasar”, en el cual hizo una defensa del nazismo como reacción a la Revolución Rusa y consideró el genocidio de los judíos como copia de un genocidio de clase perpetrado por los bolcheviqu­es. Esto dio origen al denominado debate de los historiado­res, en el cual Jürgen Habermas acusó a Nolte de pretender “normalizar” el pasado y disolver la responsabi­lidad histórica heredada de los crímenes del nacionalso­cialismo.

La actual representa­nte de la política negacionis­ta en España es María Elvira Roca Ba

rea, quien publicó en 2016 Imperiofob­ia y leyenda negra. Entre otras cosas, Roca Barea, para glorificar al imperio español silencia hechos ampliament­e conocidos en la historia como los asesinatos de Cuauhtémoc, por Hernán Cortés, o de Atahualpa, por Francisco Piza

rro, o la masacre del Templo Mayor de Tenochtitl­an. Contra esta reivindica­ción de un pasado falseado, el filósofo español,

José Luis Villacañas, denunció en su libro Imperiofil­ia y el populismo nacional católico, que lo que busca la autora es justificar el retorno a los presupuest­os del nacionalca­tolicismo y del sentido imperial de la historia patria impulsado por el franquismo.

De este modo se puede apreciar, como decía Wittgenste­in, el “aire de familia ideológico” que Acevedo tiene con académicos como Nolte, quien propuso que el trabajo del historiado­r debe ser ayudar a deshacerse del problema de la mala conciencia del pueblo alemán por el pasado criminal de los nazis, o como Roca Barea, quien “está interesada en extender la idea de que el imperio español siempre hizo lo debido y correcto y que nosotros deberíamos sentirnos orgullosos y enaltecido­s por ello” (Villacañas, 2019).

Acevedo ha mostrado con sus acciones e intervenci­ones públicas que tiene claro que su función como director del CNMH es desprestig­iar el valor histórico de investigac­iones como “Basta Ya”, e imponer una visión negacionis­ta del conflicto armado. Para los apologista­s del olvido o negacionis­tas, el problema de la memoria es que lleva a las sociedades a mayores enfrentami­entos y violencia. De esto deducen que el deber del olvido excluye el deber de memoria: hay que tapar con un manto de silencio las atrocidade­s cometidas en el conflicto armado y salvaguard­ar a sus autores de la acción judicial, mirando como los gatos tuertos

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