El Colombiano

EL SUDOKU ESPAÑOL

- Por HUMBERTO MONTERO hmontero@larazon.es

Sánchez, quien se las prometía muy felices creyendo que los podemitas chavistas se echarían en sus brazos en esta especie de segunda vuelta, tratará ahora de formar Gobierno en peores circunstan­cias.

En una era donde la fidelidad se expone blindada por cristales antibalas junto a la piedra Rossetta y la Gioconda, donde las parejas de toda la vida son una especie a extinguir y la constante de nuestras vidas es zapear de un lado a otro sin detenernos a paladear las cosas instrascen­dentes –quizá las realmente importante­s– solo nos mantenemos anclados a nuestro equipo de fútbol desde la cuna. Algunos hasta cambian de fe y de confesión por el camino. En esta era donde todo va tan rápido, forzados a una adaptación permanente cada semana, con actualizac­iones constantes en nuestros trabajos, hábitos y creencias, a veces parece que quienes se resisten a cambiar son momias o simplement­e locos. No es de extrañar que, con estos frenéticos ritmos que guían nuestras vidas cual diapasón sincopado, hoy pensemos una cosa y mañana la contraria. La política no es ajena a esta realidad. De hecho, son los políticos, en su afán por mantenerno­s a todos en una permanente campaña electoral que les demuestre imprescind­ibles en nuestras vidas, quienes alimentan este permanente enfrentami­ento de bloques y el cambio constante de planteamie­ntos. Como charlatane­s de feria, su afán no es otro que mantenerno­s pendientes de sus cuitas, en vez de buscar el interés general, que no es una quimera por muchos que algunos se empeñen.

La prueba más palpable de la desorienta­ción que genera esta mercadería constante de votos la tenemos en España. Aunque no seamos una excepción –no hay más que ver la que tienen liada en EE. UU. con Trump, en Reino Unido con el Brexit y otras elecciones al caer y en países donde la política no permite ya más que el estancamie­nto, como Italia– lo cierto es que el resultado electoral del pasado domingo nos muestra algunas lecciones de nuestra irresponsa­bilidad como votantes.

En apenas seis meses, el único partido de centro de España, que aspiraba en abril a sobrepasar a los conservado­res del PP y convertirs­e en segunda fuerza política, ha desapareci­do prácticame­nte del mapa. La debacle ha sido tal que su líder se ha visto forzado a dimitir. En apenas seis meses, el Partido Socialista de Pedro Sánchez, que llegó al poder gracias a una moción de censura contra el centro-derecha del PP apoyado en separatist­as y podemitas chavistas y que ganó las elecciones de abril pasado sin mayorías, se ha dejado casi un millón de votos.

Sánchez, quien se las prometía muy felices creyendo que los podemitas chavistas se echarían en sus brazos en esta especie de segunda vuelta, tratará ahora de formar Gobierno en peores circunstan­cias. La atomizació­n es tal que hasta un partido provincial ha logrado un escaño en el Congreso con poco más de 8.000 votos. Un Congreso en el que hay 16 partidos con intereses contrapues­tos y donde lograr acuerdos resulta un sudoku chino.

En apenas seis meses, el hundido PP que parecía abocado a desaparece­r se ha recuperado y ya está en condicione­s de competir por el poder de nuevo mientras que la ultraderec­ha de Vox se ha convertido en tercera fuerza. Por ahora, porque si el pacto Frankenste­in (socialista­s, chavistas y separatist­as) no cuaja, estamos ante otras elecciones en primavera. Y ahí cualquier cosa es posible. ¿Mejor el desgobiern­o que un mal gobierno? A saber

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