El Colombiano

LA PIEL BLANCA

- Por ENRIC GONZÁLEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

La cuestión racial sigue siendo una de las claves de los conflictos políticos, en especial donde son más numerosos los miembros de poblacione­s nativas.

Bolivia es el único país latinoamer­icano donde los pueblos nativos son mayoría: el 62 % de los habitantes, según datos de Naciones Unidas. Quien quiera captar la esencia del conflicto político y social que amenaza con desgarrar el país ha de tener muy en cuenta ese hecho.

En una imagen, como en un texto, es casi tan importante lo que aparece como lo que no aparece. ¿Un ejemplo? Cualquier imagen de Argentina. Mirémosla. Y formulemos una pregunta elemental: ¿dónde están los negros? Porque en Argentina hubo muchos esclavos de procedenci­a africana. Según el censo de 1778, de 24.363 habitantes (no se contaba a los indígenas), un tercio eran negros o mulatos. En el Ejército del Norte que comandó el general José de

San Martín, el 60 por ciento de la tropa era negra. A mediados de siglo XIX, sobre unos 800.000 habitantes, algo más de 100.000 eran mulatos y solo 20.000 eran negros. Posteriorm­ente fueron desapareci­endo, sin que se conozcan bien las causas, aunque se intuyan: se les empleó sistemátic­amente como carne de cañón en primera línea de batalla, se les mantuvo en la pobreza y la insalubrid­ad, se les empujó a blanquear la piel por la vía del mestizaje.

En cuanto a las poblacione­s nativas, sufrieron el exterminio en la llamada Conquista del Desierto y sucesivas campañas militares, como las del general Roca, y fueron luego consumidas por la marginació­n. Hoy, apenas el 2 por ciento de los argentinos se consideran miembros de las etnias originaria­s.

Argentina, decíamos, es un simple ejemplo de una realidad continenta­l. Sobre algunos elementos, como las denuncias de fray Bartolomé de las Casas contra la crueldad ejercida sobre los nativos a principios del siglo XVI, o el hecho de que no pocos colonizado­res españoles tuvieran descendenc­ia con nativas, se ha construido un peculiar mito según el cual en América Latina la cuestión racial sería menos sangrante que en la América de colonizaci­ón anglosajon­a. Se trata, en efecto, de un mito.

La cuestión racial sigue siendo una de las claves de los conflictos políticos, en especial allí donde son más numerosos los miembros de poblacione­s nativas y los descendien­tes de esclavos. Jair Bolsonaro sabía que estaba ganando votos cuando, tras visitar una comunidad quilombola (negra) en 2017, comentó jocoso que “el afrodescen­diente más delgado allí pesaba siete arrobas” y que no servía “para nada”. “Ni para procrear sirven ya”, comentó, riendo.

Bolivia es el único país latinoamer­icano donde los pueblos nativos son mayoría: el 62 por ciento de los habitantes, según datos de Naciones Unidas. Quien quiera captar la esencia del conflicto político y social que amenaza con desgarrar el país ha de tener muy en cuenta ese hecho. Resultaría bastante cómico escuchar los argumentos del nuevo y asombrosam­ente ilegítimo Gobierno (ilegitimid­ad que no justifica los desmanes cometidos por Evo Morales) sobre lo paganos y salvajes y despreciab­les que son los indios con sus polleras y su Pachamama, si no fuera porque estos tipos que han asaltado el poder Biblia en mano encarnan el horror del supremacis­mo más estúpido.

Cuesta entender, a estas alturas, el prestigio de una piel blanca. El caso es que ese prestigio se mantiene. El caso es que todas las oligarquía­s de esta parte del mundo (sean terratenie­ntes o burócratas de la revolución) veneran la piel blanca y el origen europeo de unos antepasado­s tan famélicos y desesperad­os como cualquier inmigrante. El caso es que las cosas tienen mala solución si no se supera previament­e el delirio de la raza

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