¿POR QUÉ NO MARCHO?
Como colombiano repudio la corrupción, rechazo el totalitarismo, me preocupan la pobreza y las inequidades. También estoy “mamao” de las discusiones donde todo es blanco o negro, leo el Twitter y veo cientos de comentarios llenos de odio y me pregunto si son el reflejo de lo que hacen nuestros líderes o más bien el de una horda que busca pescar en río revuelto, ganar aceptación, crecer el ego a costa de mantener ciertas posiciones polarizadoras. En el fondo, todo parece reducirse a pertenecer a una tribu, a defender o atacar ciertas causas, aunque no se tenga claridad del porqué se toma una u otra postura.
Dejo claro que respeto la protesta y que me parece válida cuando encarna unos ideales nobles o tiene un responsable definido. Y aquí empiezan los problemas: a mi juicio, la marcha del 21 no tiene ni lo uno ni lo otro. Siento sí, que detrás de la marcha hay intereses de algunos que quieren ganar beneficios de popularidad y llevar al país a un sentimiento de insatisfacción, de que todo va mal, de duda, crisis y desconcierto sembrado alrededor de la figura presidencial. Hoy muchos podemos ratificar que gran parte de los motivos de la marcha no tiene que ver con el actual presidente Duque.
No me parece lógico pretender culpar a alguien que, como el presidente Duque, ha tenido que sortear dificultades presupuestales, que se ha negado a dar “mermelada” y que ha tenido que gobernar en medio de la inestabilidad creciente de una región incendiada por gobiernos totalitaristas, elegidos y perpetuados con inmensas dudas, que han puesto en jaque la democracia latinoamericana. No voy a marchar porque no quiero ser utilizado como un número más que se sumó a una masa que prefirió no agotar los caminos de sentarse a la mesa y hacer propuestas, plantear alternativas, generar discusiones técnicas y académicas. Y en este sentido prefiero no marchar porque creo que, siempre y en cualquier escenario, hay que agotar antes el camino del diálogo y de los argumentos.
No creo que ver nuestro país incendiado como hoy lo está Chile sea una posibilidad que alguien en su sano juicio contemple. Las marchas, sobre todo algunas incitadas por odio, se pueden salir con facilidad de control y es allí cuando la anarquía y el caos cosechan sus mejores frutos. Marchar con la cabeza acalorada, sin oír juicios o razones es peligroso. Hacerlo sería aceptar que tenemos una democracia fallida, que la posibilidad de votar a conciencia y libremente es sobrepasada por marchas de indignados, es pretender colocar problemas acumulados en cabeza de una sola persona o gobierno y creer que la violencia los resuelve.
Por estas razones como colombiano seguiré pensando que el cambio y el buen desempeño de nuestro país no dependen de un presidente sino más bien de la sumatoria de las actuaciones individuales de cada uno de nosotros. Por esto el 21 de noviembre me levantaré muy temprano a trabajar como de costumbre. Buscaré que las actividades de ese día procuren que Colombia sea una mejor Nación y ese día tendré una mayor conciencia de solidaridad y hermandad con quienes más lo necesitan. Esa será mi marcha íntima para construir una mejor Colombia.
P. D: quienes no marchen pacíficamente deben ser denunciados y judicializados
No creo que ver nuestro país incendiado como hoy lo está Chile sea una posibilidad que alguien en su sano juicio contemple.