A UN DERECHO, UN DEBER
Derechos y deberes es un binomio que funciona en equilibrio. Muy sencillo: si yo tengo derechos, pues tengo que hacerme responsable también de cumplir con mis deberes.
En las sociedades democráticas liberales hay derechos inalienables como la protesta y la libertad de expresión, que son tan relevantes como el mismo derecho a la vida. Ambos se pueden manifestar con la voluntad de la gente de salir a las calles a marchar, cosa que tiene su validez, pues conlleva a que la contraparte, como mínimo, actúe frente a las demandas de los marchantes.
Eso es lo que tendría que pasar el próximo jueves, fecha en la que diferentes fuerzas vivas convocaron a los colombianos a marchar por razones que consideran legítimas, aunque, desde mi perspectiva, se basan en especulaciones que falsamente se han hecho reales por culpa de ese halo de desinformación, opiniones que polarizan y noticias falsas que tanto daño hacen al país.
Pero volvamos al derecho a la protesta. Si las cosas funcionaran bien en la tierra del Sagrado Corazón, no habría de qué preocuparse. Sin embargo, se siente un ambiente maluco.
Desde hace tiempo la protesta social se enrareció por culpa de los violentos. Las imágenes de encapuchados destruyendo bienes públicos, desdibujaron su esencia y develaron voluntades de fuerzas oscuras que incitan a la destrucción. Lo que nos han mostrado las últimas protestas se resume en una siembra de miedo como nunca. Óigase bien, miedo.
Una de las peores sensaciones que puede tener el ser humano es el miedo. Por definición, el miedo se entiende como una angustia permanente, derivada de algún riesgo o un daño real o imaginario. Eso crea una condición neurótica y un pesimismo marcado que no llevan a ninguna parte. Eso no es lo que queremos.
Hombre, la gente tiene miedo. Una persona que trabaja en oficios generales me preguntó: “¿Es cierto que el jueves van a destruir todo?, ¿dígame qué hago?”. No es justo que sienta eso. Ahí es donde aparece la necesidad de equilibrar el binomio con un deber claro: el respeto.
El respeto es una condición orgánica. El filósofo alemán Inmanuel Kant abogó por el respeto a las personas teniendo como base su autodeterminación, es decir, la capacidad de decidir sobre sí mismo. Como estamos viviendo la protesta social, pareciera que la autodeterminación funciona como el refrán popular: “bobo careado, mata a la mamá”. Gente dejándose llevar por los agitadores, contagiándose de la anarquía, que expresa odio contra las instituciones, gente que debilita la democracia.
Si tuviéramos la capacidad de decidir que a un derecho un deber, entenderíamos que quien ejerce el derecho a protestar, tiene la obligación de cumplir con el deber a respetar. Esperemos que el jueves, la protesta sea pacífica y haya respeto, ante todo