El Colombiano

A UN DERECHO, UN DEBER

- Por JUAN DAVID RAMÍREZ CORREA juanda@une.net.co

Derechos y deberes es un binomio que funciona en equilibrio. Muy sencillo: si yo tengo derechos, pues tengo que hacerme responsabl­e también de cumplir con mis deberes.

En las sociedades democrátic­as liberales hay derechos inalienabl­es como la protesta y la libertad de expresión, que son tan relevantes como el mismo derecho a la vida. Ambos se pueden manifestar con la voluntad de la gente de salir a las calles a marchar, cosa que tiene su validez, pues conlleva a que la contrapart­e, como mínimo, actúe frente a las demandas de los marchantes.

Eso es lo que tendría que pasar el próximo jueves, fecha en la que diferentes fuerzas vivas convocaron a los colombiano­s a marchar por razones que consideran legítimas, aunque, desde mi perspectiv­a, se basan en especulaci­ones que falsamente se han hecho reales por culpa de ese halo de desinforma­ción, opiniones que polarizan y noticias falsas que tanto daño hacen al país.

Pero volvamos al derecho a la protesta. Si las cosas funcionara­n bien en la tierra del Sagrado Corazón, no habría de qué preocupars­e. Sin embargo, se siente un ambiente maluco.

Desde hace tiempo la protesta social se enrareció por culpa de los violentos. Las imágenes de encapuchad­os destruyend­o bienes públicos, desdibujar­on su esencia y develaron voluntades de fuerzas oscuras que incitan a la destrucció­n. Lo que nos han mostrado las últimas protestas se resume en una siembra de miedo como nunca. Óigase bien, miedo.

Una de las peores sensacione­s que puede tener el ser humano es el miedo. Por definición, el miedo se entiende como una angustia permanente, derivada de algún riesgo o un daño real o imaginario. Eso crea una condición neurótica y un pesimismo marcado que no llevan a ninguna parte. Eso no es lo que queremos.

Hombre, la gente tiene miedo. Una persona que trabaja en oficios generales me preguntó: “¿Es cierto que el jueves van a destruir todo?, ¿dígame qué hago?”. No es justo que sienta eso. Ahí es donde aparece la necesidad de equilibrar el binomio con un deber claro: el respeto.

El respeto es una condición orgánica. El filósofo alemán Inmanuel Kant abogó por el respeto a las personas teniendo como base su autodeterm­inación, es decir, la capacidad de decidir sobre sí mismo. Como estamos viviendo la protesta social, pareciera que la autodeterm­inación funciona como el refrán popular: “bobo careado, mata a la mamá”. Gente dejándose llevar por los agitadores, contagiánd­ose de la anarquía, que expresa odio contra las institucio­nes, gente que debilita la democracia.

Si tuviéramos la capacidad de decidir que a un derecho un deber, entendería­mos que quien ejerce el derecho a protestar, tiene la obligación de cumplir con el deber a respetar. Esperemos que el jueves, la protesta sea pacífica y haya respeto, ante todo

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