Último Guerrero en Pie despidió 2019 por lo alto
Familias enteras disfrutaron del rigor, la técnica y el atractivo ritual de las artes marciales mixtas, en la última velada del año.
El humo y las luces que atraviesan la oscuridad señalan hacia dónde hay que mirar.
Suena Gansta Paradise, de Coolio, un evocador himno a la supervivencia, cuyo ritmo hace que inmediatamente todo se mueva como en cámara lenta. Por el corredor hacia el octágono desfilan sombras con pasos ansiosos.
Arrodillarse a orar sobre la lona, recorrer el octágono dando saltos, saludar hacia todas las direcciones, configuran el protocolo personal con el que se combate la ansiedad que bulle entre el público ávido de golpes y patadas.
Después, todo ocurre como una exhalación. El golpe certero, el movimiento preciso, los gritos, el triunfo o la derrota. Y entonces todo vuelve a empezar, solo cambian los rostros y la canción que cada luchador elige para hacer su irrupción.
El rito, en cualquier lugar, es un lenguaje universal. Por eso no es necesario ser un experto en técnicas de combate para entender qué está en juego y disfrutar de cada combate como una rica historia de pocos minutos.
El sábado en la noche, en el coliseo del Colegio Palermo de San José, se realizó la última velada de Último Guerrero en Pie de 2019, la número 13 de este emblemático evento que ha llevado a las artes marciales mixtas del país a otro nivel.
Con una nutrida asistencia, sobre todo de familias enteras, la velada de cierre de 2019 dejó fue el año de la primera velada de UGP realizado en Medellín.
postales tremendas como un brutal nocaut de Hárold Andrade a Ronald Rincón, que quedó dando tumbos por varios minutos al punto de tener que recibir atención médica.
El desenlace del cuarto combate de la noche sirvió para mostrar de inmejorable manera el complejo equilibrio entre la crudeza y el honor de esta disciplina.
Rivera no quiso celebrar hasta tanto su rival no pudiera ponerse en pie. Rincón, por su parte, prescindió del apoyo de sus compañeros para mantenerse erguido a pesar de estar próximo a desvanecerse, solo para saludar y honrar con el protocolo final el triunfo de su contendor.
“No por ser un deporte de combate muy duro quiere decir que seamos animales. Primero el honor”, proclamó Rivera tras la pelea.
Otro icónico momento de la velada fue el bautizo de Santiago Zuluaga, un jovencito de 17 años, que ante la presencia de sus amigos y familiares, obtuvo su primera victoria imponiendo su jiu jitsu ante los hipnóticos movimientos de sambo de su rival Cristian Blandón.
Emulando la guillotina con la que Zuluaga redujo a su rival, el pequeño Emanuel González, estudiante del Palermo, saltaba emocionado por la exhibición que estaba presenciando junto a sus papás y hermano.
Esto último, es quizás, la mayor de las victorias del Último Guerrero en Pie, convertir las artes marciales mixtas en un encuentro en el que todos caben, una cita familiar que a través de la riqueza de técnicas de combate transmite un mensaje que trasciende la emoción primaria de ver a dos personas dándose golpes