El Colombiano

“Las fosas que se rastrean en Dabeiba retratan un conflicto aún sin dimensiona­r en varias prácticas brutales contra la población civil: las desaparici­ones y las ejecucione­s extrajudic­iales”.

Las fosas que se rastrean en Dabeiba retratan un conflicto aún sin dimensiona­r en varias prácticas brutales contra la población civil: las desaparici­ones y las ejecucione­s extrajudic­iales.

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Las fosas comunes en las que están apareciend­o víctimas de los llamados “falsos positivos” reportados por unidades de la fuerza pública, que son una modalidad más del delito de ejecución extrajudic­ial -la ejecución de ciudadanos sin que medie alguna fórmula de juicio-, guardan restos de la verdad que reclaman los familiares de miles de personas asesinadas por los actores del conflicto armado colombiano.

La gravedad de este capítulo de la guerra interna es que recae sobre las tropas oficiales, en un comportami­ento que carece de cualquier justificac­ión, porque degrada la lucha del Estado contra las organizaci­ones armadas ilegales y le lleva a un terreno de excesos que vulneran códigos esenciales de ética y honor militar, y violan flagrantem­ente la legislació­n interna e internacio­nal.

Aunque hubo y hay razones, unas más y otras menos fundadas, para revisar los alcances de la Justicia Especial para la Paz (JEP), la realidad y la práctica están mostrando que esta jurisdicci­ón sí puede ayudar a rescatar numerosas verdades enterradas por la ausencia de garantías legales que rodeó la investigac­ión y el juzgamient­o de crímenes cometidos en el desarrollo de la confrontac­ión, en especial entre las Fuerzas Armadas y las Farc.

El inicio del caso 03 de la JEP, que centra sus rastreos en el Cementerio Las Mercedes de Dabeiba, de donde ya fueron extraídos los restos de 14 supuestas víctimas de “falsos positivos”, recava de nuevo en la legitimida­d a toda prueba que debe respaldar las operacione­s de la Fuerza Pública contra la criminalid­ad.

Los daños terribles causados por las Farc a la sociedad colombiana, y por otras organizaci­ones armadas ilegales, no pueden recibir como respuesta del Estado un combate que se desfigura con la ejecución de civiles inocentes, para respaldar resultados operaciona­les e incluso contener la habitual combinació­n de formas de lucha del enemigo.

Dabeiba, y al parecer otras 15 zonas del país donde se tienen pistas de más fosas con cadáveres de ejecucione­s extrajudic­iales, se tornan símbolo de esperanza para familias que llevan años en busca de parientes desapareci­dos, arrancados de sus entornos por las Farc, los paramilita­res y, en este caso lamentable, por miembros de las FF.AA.

Colombia debe entender que solo mediante el esclarecim­iento, en medio de verdades crudas y punzantes, será posible la reconcilia­ción. No hay sanación social posible desde el ocultamien­to y por eso, así como se exige que los grupos irregulare­s y sus tropelías no queden en la impunidad, hay que avanzar en el esclarecim­iento de los “falsos positivos”, con todas las consecuenc­ias jurídicas, como lo reclamó la vicepresid­enta Martha Lucía Ramírez.

No solo se hace aún más necesaria una doctrina militar desligada de esas conductas condenable­s, sino que para la misma JEP se plantea un ejercicio de verdad y justicia reparador, que sea herramient­a para construir paz y dé solidez al propósito de la no repetición.

Analistas y víctimas llaman a que se protejan las evidencias en el caso 03 y a que se vuelque toda la capacidad investigat­iva de la JEP y la Fiscalía, para identifica­r a los muertos y a los militares responsabl­es: no solo materiales, sino a quienes impartiero­n las órdenes que convirtier­on los “falsos positivos” en patrón operaciona­l de varias unidades. Las familias esperan los restos de los suyos, y el país que se despeje este capítulo de noche y niebla que involucra al Estado y erosiona la confianza en la Fuerza Pública

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ILUSTRACIÓ­N MOPHART

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