El Colombiano

Así informamos sobre el carrobomba de La Macarena el 17/02/1991

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Un trago más o un trago menos, la salida de las corridas para Juan López Artehaga era lenta, ceremonios­a y con múltiples estaciones desde las tribunas de la plaza hasta donde guardaba el carro en el barrio Conquistad­ores. Y el sábado 16 de febrero de 1991 no fue la excepción. La verbena que se armaba en el polígono que forma el cruce de la Autopista Sur con San Juan era la excusa perfecta para socializar en esa romería que se formaba entre los amigos del barrio, del colegio y de la universida­d. Tenía 20 años en ese entonces y la muerte nunca le respiró tan cerca. Eran las 6:10 de la tarde y un sonido seco, poco estrepitos­o, los alertó sobre los avatares de vivir en la Medellín de los 90. La onda explosiva los tumbó y siguieron momentos de pánico. Un funcionari­o de la Defensa Civil los ayudó a evacuar el lugar y el conteo de rigor: uno, dos, tres, cuatro, cinco. ¿Estamos todos bien? De ahí en adelante fue vivir con el miedo permanente.

“Vivimos un montón de alegrías, pero también vimos de cerca a la muerte y eso nos hizo entrañable­s. Hicimos nuestro propio toque de queda y fueron casi seis meses donde no salíamos y la pregunta que siempre rondaba: ¿A nadie le pasó nada?”.

La juventud de Juan estuvo atravesada por la violencia urbana. La bomba de La Macarena lo rozó y como creció en el barrio Los Colores también fue vecino de carrosbomb­a en la Cuarta Brigada. Hoy, que lo mira en perspectiv­a, casi 30 años después, sabe que tuvo suerte. No todos pueden tararear ese estribillo que canta Rubén Blades en su canción Las calles: “Soy de aquí, de los que sobrevivie­ron”.

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FOTO EDWIN BUSTAMANTE

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