El Colombiano

Gobierno, con calculador­a en la mano por falta de mayorías

El Ejecutivo negocia con los congresist­as y no con los partidos apoyos para avanzar en el Legislativ­o.

- Por JUAN MANUEL FLÓREZ ARIAS

Por estos días, en el Congreso se cuentan nombres en lugar de banderas de colores. Los partidos han quedado en un segundo plano en los cálculos del Gobierno, que con el objetivo de aprobar la reforma tributaria ha retomado su estrategia para suplir la falta de mayorías: pescar respaldos entre los congresist­as, de a uno.

Las bancadas del Partido Liberal y de la U, especialme­nte, han tenido choques sobre la forma en la que votarán la llamada Ley de Crecimient­o Económico, al punto de que los intentos por imponer unidad o bien han llegado tarde, o bien se han quedado cortos.

La U (declarado como partido de Gobierno, pero que actúa con independen­cia) se reunió el pasado lunes para intentar fijar una posición única, pero, pese a que el ala afín al Ejecutivo se impuso, terminó dejando en libertad a cuatro senadores contrarios a la iniciativa gubernamen­tal: Roy Barreras, Germán Hoyos, José López y Roosvelt Rodríguez.

El Partido Liberal, declarado como independie­nte, cambió su voto a mitad de trámite de la tributaria. En primer debate, los congresist­as de las comisiones económicas respaldaro­n al gobierno, lo que obligó a una reunión convocada por el líder de la colectivid­ad, el expresiden­te César Gaviria, en la que de acuerdo con fuentes consultada­s por EL COLOMBIANO se impuso el voto negativo a la tributaria por un margen de 21 de 35 representa­ntes y 11 de 14 senadores.

El exmandatar­io, de hecho, dijo en entrevista con el diario El Tiempo el fin de semana que el Gobierno habría repartido “mermelada” a los miembros de las comisiones terceras y cuartas para que votaran a favor del proyecto de ley.

Al no ser suficiente la coalición de Gobierno (Centro Democrátic­o, Conservado­r, Mira, Colombia Justa Libres y Opción Ciudadana), la estrategia, de acuerdo con Jaime Carrión, profesor de la U. San Buenaventu­ra, ha sido “dejar de lado el quehacer político y configurar un escenario técnico”; en otras palabras, enfocarse en los intereses de los congresist­as por sobre los de los partidos.

La dificultad de la unión

La tensión política entre fortalecer los partidos o restarles protagonis­mo ha sido central en las últimas décadas en Colombia. La Constituci­ón de 1991 abrió el abanico democrátic­o más allá de los tradiciona­les partidos Liberal

y Conservado­r, al punto de que el país llegó a tener 58 colectivid­ades a principios de siglo, según el Consejo Nacional Electoral.

La reforma política de 2003, que estableció los umbrales de votación, redujo la cantidad de colectivid­ades, y la ley de bancadas de 2005 estableció obligacion­es a los congresist­as con sus colectivid­ades (y por ende con sus votantes), dejando en manos de los estatutos de cada partido el castigo para aquellos parlamenta­rios que votaran de forma distinta a la acordada por su bancada.

El último paso hacia el fortalecim­iento de los partidos, de acuerdo con Carrión, fue el estatuto de la oposición, que entró a regir en 2018 e impuso a cada partido la tarea de declararse como oposición, independie­nte, o parte de la bancada del gobierno de turno.

Pero entre esta teoría y la realidad diaria del Congreso hay una distancia. De hecho, de acuerdo con Juan Federico Pino, analista político y profecongr­esistas de 280 hacen parte efectiva de la coalición de Gobierno.

sor de la Universida­d Javeriana, una de las primeras movidas del Gobierno de Iván Duque luego de fallar en integrar a su coalición de gobierno a partidos que lo respaldaro­n en segunda vuelta –como la U, Cambio Radical y el Liberal–, fue intentar fragmentar­los.

Esto se hizo evidente en la votación del Plan de Desarrollo, entre marzo y mayo de este año, cuando el sector de Cambio Radical liderado por la familia Char salvó la iniciativa del Gobierno, causando tensiones con el líder del partido, el exvicepres­idente Germán Vargas Lleras.

“Como la estrategia no funcionó a largo plazo, por lo que optó el Ejecutivo fue por negociar directamen­te con Vargas

Lleras”, señala Pino.

El Gobierno también logró pescar un disidente en las filas de la “Lista de la Decencia”, el senador Jhonatan Tamayo, conocido como “Manguito”, del partido ASI, quien desde su llegada al Legislativ­o se alineó con la bancada de gobierno pese a que su coalición se declaró en oposición.

La estrategia de división también fue útil en la moción de censura contra el exministro de defensa Guillermo Botero, quien renunció antes de la votación. A última hora, pese a que los partidos de oposición, Liberal, Cambio Radical y la U habían anunciado su respaldo a la iniciativa, la moción se hundió por falta de quroum, la cual fue calificada por el senador de la U Armando Benedetti como “un pacto con el Gobierno”.

Gobernar sin partidos

Para Pino, la táctica del Ejecutivo varía según cada partido: con Cambio Radical se ve en la obligación de pactar con el líder del partido; con el Liberal, negocia con algunos congresist­as particular­es, aunque se termina imponiendo el liderazgo de Gaviria; finalmente, con el Partido de la U “dada la falta de una cabeza en esa colectivid­ad, la estrategia es conseguir votos al por menor”.

Sin embargo, esa relación con el legislativ­o dejando de lado a los partidos puede jugar en contra. Ayer, por ejemplo, la plenaria del Senado fue levantada en plena discusión de la reforma tributaria por un supuesto error de trámite cometido por el presidente de esa corporació­n, el senador liberal Lidio García.

La equivocaci­ón de García, que aplazó la votación de la tributaria a tres días de terminar completame­nte la legislatur­a, llegó justo una semana después de que su partido decidió votar en contra de la tributaria.

La apuesta del gobierno, aunque efectiva a veces, choca con las jerarquías aún vigentes en las colectivid­ades, que pese a sus fragmentac­iones y sus descrédito­s aún responden a la consigna que solía usar el jurista austriaco Hans Kelsen: “Solo por ilusión o por hipocresía se puede sostener que la democracia es posible sin partidos políticos”

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