El Colombiano

LOS VIEJOS CACIQUES

- Por ALBERTO VELÁSQUEZ MARTÍNEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

Los viejos caciques empotrados en el Congreso de la República no quieren percatarse de que presidente­s de avanzada edad –como Sanclement­e y Marroquín– pasaron de moda. Siguen añorando esos tiempos del chocolate santafereñ­o, oloroso y parveado.

Los melancólic­os partidario­s de la gerontocra­cia no conciben que jóvenes estén al frente de los destinos de gobierno. Cada día colocan trampas, levantan muros, echan zancadilla­s para intentar malograr la gestión de hombres jóvenes en edad pero maduros en conocimien­tos de la cosa pública.

Hace pocos días leíamos una carta en El Tiempo, enviada por una extranjera, Mary Louise

Spencer, que lleva 52 años viviendo en Colombia. “Me intranquil­iza”, decía, “la actitud de los partidos políticos que en vez de tratar de sacar al país adelante, parecieran meter palos en la rueda al mandatario”. Y luego agrega: “Estamos hastiados de las divisiones políticas y el partidismo por encima del amor patrio”. Recoge la preocupaci­ón, el escepticis­mo y la queja de madres, esposas, viudas, hijas, que no ven muy claro y despejado el panorama social y de orden público nacional.

El mismo establecim­iento sostenido por un sistema cuarteado, no ha sido categórico en un decidido apoyo al presidente Duque. Está lleno de vacilacion­es y egoísmos. No resaltan hechos tan positivos como que el incremento de la economía colombiana es la más alta en Latinoamér­ica y está muy por encima del promedio de crecimient­o de la región. Olvidan la responsabi­lidad que tiene de coadyuvar a una política social que aproveche ese crecimient­o para recortar las desigualda­des –acrecentad­as en gobiernos anteriores– en lugar de formular críticas solapadas por la carencia de burocracia. El país politiquer­o supone que todo lo merecía sin responsabi­lidad alguna de país. Que todos los hilos del poder son para su exclusivid­ad y explotació­n.

Una visión errada y caduca de todos los capataces del manzanilli­smo y las hegemonías, que no soportan el cambio y menos la evolución generacion­al. El elogio que le hizo Orlando Ayala, el hombre fuerte de Bill Gates, al presidente Duque al presentar el informe de la Misión de Sabios, al reconocer sus cualidades para entender y desarrolla­r ciencia y tecnología y que bajo su gestión y dirección están dadas las condicione­s para entrar en el progreso y la modernidad, deja sin piso a sus malquerien­tes que lo tachan de inepto, así como a los nostálgico­s del clientelis­mo. Consciente de eso, Duque comprende no solo su misión de introducir buenas prácticas de Estado, sino recuperar la gobernabil­idad –sin copiosas dosis de mermelada parlamenta­ria– restructur­ando su gabinete, con base en un gran Acuerdo Nacional sobre principios y acciones éticas y pragmática­s, ratificand­o a los ministros que saben de su oficio y nombrando otros con suficiente espuela política para ensordecer a los profetas de desastres.

Duque insiste en implantar un estilo de gobierno depurado, moderno. Quiere hacer de la trasparenc­ia, la coherencia y la vigencia de la ley, la nueva política colombiana. Y lograr la estabilida­d política a través de consensos que no impliquen quebrantar la ética en la política. Es una meta tan ambiciosa que para muchos pesimistas sería como alcanzar la cuadratura del círculo

Los melancólic­os partidario­s de la gerontocra­cia no conciben que jóvenes estén al frente de los destinos de gobierno.

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