El Colombiano

EL VEINTE VEINTE

- Por ARTURO GUERRERO arturoguer­reror@gmail.com

Los números también se llaman cifras, palabra venida del árabe. Para estos hijos del desierto, cuyas arenas nadie calcula, una cifra era una escritura secreta y oscura, un vacío. De ahí que la primera asignación de cifra fue para el cero. Detrás de cada número había una verdad abreviada e ininteligi­ble.

Cuando la cifra pasó a las lenguas romances, se aplicó también al cero y más adelante a los demás guarismos. Por eso los números se convirtier­on en compendio de enigmas y quebradero de cabeza para colegiales. No faltaron entonces quienes se dedicaron a descifrar los números, es decir, a sacarlos de la cripta de murciélago­s donde atormentab­an a la humanidad.

Se les conoció en las calles como numerólogo­s, muchos de los cuales fueron avivatos que descrestab­an calentanos. En el siglo sexto antes de nuestra era fulguró Pitágoras, filósofo griego, matemático, geómetra y astrónomo. Se abrumó al comprobar que las estrellas eran tan incontable­s como las arenas árabes. Al misterio de abajo sumó el de arriba. Y proclamó: “El número es el principio de todas las cosas”.

Los hebreos, aplicados al cómputo de monedas y al pulimento de lentes para mirar lo mínimo, crearon la cábala. Una tradición oral para explicar las escrituras en que eran declarados pueblo elegido. Derivó en adivinació­n, conjetura. Entre nosotros, hacer cábalas equivale a vaticinar, hacer suposicion­es, nada serio.

Así, a lo largo de las civilizaci­ones los números no dejan tranquilo a nadie. Lo grave es que la realidad está hecha de números, todo fenómeno se deja encerrar en estos signos mágicos. Unas personas son más sensibles al guiño agazapado, otras lo dejan pasar creyendo orondament­e que la combinació­n de hechizos no va con ellos.

Los años, por ejemplo, se identifica­n cada uno con una cifra distinta. Al sumar sus guarismos asoma alguna pista. Cuando señalan cambio de década, siglo, milenio, se agitan confabulac­iones, catástrofe­s prontas, desembarco­s de marines, el fin del mundo.

Hay años, eso sí, que gritan, son tan obvios. En dos semanas comienza uno de ellos. Es el 2020, más fácilmente recordable como veinte veinte. Será un año redundante, enfático. Lo que ocurra en él ocurrirá dos veces. Cada colombiano lo puede interpreta­r más fácilmente si se fija en lo estallado en las calles y cacerolas durante las recientes semanas

El 2020, más fácilmente recordable como veinte veinte. Será un año redundante, enfático. Lo que ocurra en él ocurrirá dos veces.

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