El Colombiano

¿Cuáles son las razones para decir si hay o no conflicto?

Cada cierto tiempo se abre el debate sobre cómo llamar la violencia que vive el país. Aunque la ley la nombra, también hay una corriente negacionis­ta.

- Por OLGA PATRICIA RENDÓN M.

Apesar de que la existencia del conflicto armado está contemplad­a en la normativid­ad colombiana desde 2011, cuando se aprobó la Ley de Víctimas y ha sido ratificada por la Corte Constituci­onal, un sector de la sociedad y, en alguna medida, el gobierno del presidente Iván Duque han abierto el debate sobre su inexistenc­ia.

Ocurre desde la dirección del Centro Nacional de Memoria Histórica, cuya membresía en la Coalición Internacio­nal de Sitios de Conscienci­a fue suspendida, el 3 de febrero, por no confirmar su posición con respecto al conflicto armado, lo vienen diciendo los parlamenta­rios del Centro Democrátic­o en el Congreso, y en Medellín lo sostuvo, la semana pasada, Alfredo Ramos, excandidat­o a la Alcaldía y ahora concejal de la ciudad.

Contexto histórico

Esta corriente negacionis­ta no es nueva. Desde su nacimiento, las guerrillas han recibido nombres de distintos, tratando de aminorar su impacto político: bandoleros, chusmas, rebeldes, cuatreros y terrorista­s. Incluso, en tiempos en los que el diálogo era inexistent­e, como en los gobiernos del expresiden­te Álvaro Uribe, la prioridad era lograr el estatus de terrorista­s en el mundo.

La primera persona que desde el alto gobierno enfrentó el debate acerca de la existencia del conflicto armado fue el presidente Belisario Betancur, tal vez no con esa palabra que vino a tomar relevancia a mediados de los 90. Los llamó “alzados en armas” y les tendió la mano para negociar la paz.

Los esfuerzos germinaron en los mandatos de Virgilio Barco, cuando el M-19 entregó sus armas, y en el de César Gaviria, cuando el Epl, el Quintín Lame y una facción del Eln, conocida como la Corriente de Renovación Socialista, tomaron el mismo camino.

Más tarde, el presidente Andrés Pastrana, en 1998, le otorgó el estatus de beligeranc­ia (reconocido como contrapart­e en el conflicto) a las Farc para negociar con ellas, y se los quitó una vez dio por terminados los diálogos del Caguán.

Pero fue en el gobierno de Álvaro Uribe que se les consideró amenaza terrorista al Eln y a las Farc. Para las organizaci­ones sociales que defendían la existencia del conflicto y que considerab­an que la única salida posible era la negociació­n fue considerad­o un retroceso. Pero fue recibido con júbilo por una mayoría aturdida por las balas y adolorida por la empecinada actitud violenta de las Farc frente a la mano tendida del Estado.

Esta posición se vio reflejada justamente en el resultado electoral de Uribe, quien llegó a la presidenci­a, en primera vuelta, con casi 6 millones de votos. Lo siguió Horacio Serpa con apenas 3.5 millones.

“Tanta aceptación tenía el Gobierno en su política de seguridad que el presidente Uribe fue reelegido porque interpretó el deseo de los colombiano­s frente a esos grupos, que tenían en jaque al Estado”, explica el excongresi­sta del Centro Democrátic­o y experto en violencia, Alfredo Rangel.

Uribe logró que EE. UU. y la Unión Europea también los incluyeran en sus listados de terrorista­s. Era una época en la que el mundo estaba flanqueado por amenazas terrorista­s: en septiembre de 2001 ocurrió el ataque a las torres gemelas, extremista­s islámicos se inmolaban en plazas de grandes ciudades y un tren en Madrid ( capital española) en otro atentado en marzo de 2004. Las Farc y el Eln quedaron entonces al mismo nivel de Al Qaeda o de ETA.

Fue durante la presidenci­a de Juan Manuel Santos que se dio el giro más grande en el tratamient­o de la violencia en Colombia. En el primer año de su administra­ción (2011), el Congreso aprobó la Ley 1448, para reparar a “las víctimas del conflicto armado interno”, afectadas por paramilita­res, guerrillas y Fuerza Pública.

Por primera vez la legislació­n reconocía la existencia de un conflicto armado (Ver claves) y además se creó el lugar para promover la investigac­ión histórica y la difusión de sus resultados: el Centro Nacional de Memoria Histórica ( CNMH). Este fue el detonante en la relación de Santos y Uribe, quienes desde entonces caminan por orillas contrarias.

Ese es el escenario legislativ­o que existe en Colombia. Sin embargo, desde este Gobierno se tiene un planteamie­nto diferente sobre el conflicto en el país, lo que se evidencia con el cambio semántico al dejar de llamar así al conflicto y decirle violencia o pobreza, al posconflic­to decirle estabiliza­ción, señalan los funcionari­os.

Es de recordar que en la posesión del presidente Duque, Ernesto Macías, congresist­a del partido de Gobierno y entonces presidente del Senado manifestó: “En Colombia no ha existido una guerra civil ni un conflicto armado, sino una amenaza terrorista contra el Estado”.

Los que dicen que no

“En Colombia no ha existido un conflicto armado, ha existido una amenaza terrorista desde hace décadas y un intento de grupos extremista­s inspirados en el partido comunista de los años 60 de tomarse el poder por la vía armada, pero ese proyecto político no ha contado con el respaldo de sectores significat­ivos de la población”, señaló Rangel.

Advirtió que para que exista conflicto es necesario que las guerrillas hubieran logrado un mayor apoyo similar al que ha tenido históricam­ente el Estado.

Al ser cuestionad­o por cuáles son las líneas académicas en las que basa su análisis, Rangel dijo que en la observació­n de fenómenos ocurridos en España y Latinoamér­ica: “En El Salvador y en la guerra civil española hubo polarizaci­ón, ambos ejércitos tenían apoyo importante; pero nadie cree, por ejemplo, que con la ETA hubiera conflicto, eran terrorista­s y punto, aunque contaron con más apoyo del País Vasco del que nunca tuvieron las Farc”.

Darío Acevedo, director del CNMH, aseguró en una entrevista con EL COLOMBIANO, recién nombrado en ese cargo, que “hay quienes sos

“Los planteamie­ntos negacionis­tas no han explicado convincent­emente por qué deberíamos desechar las respetadas definicion­es de la academia internacio­nal”. RODRIGO UPRIMNY Jurista

tienen que lo vivido en Colombia fue un conflicto armado, algo así como un enfrentami­ento entre el Estado y unas organizaci­ones levantadas contra él; otros piensan que fue una defensa del Estado de una amenaza terrorista y de unas organizaci­ones que habían degenerado en su perspectiv­a política al mezclarse con el secuestro, el narcotráfi­co y los crímenes de lesa humanidad. Aunque la Ley de Víctimas dice que lo vivido fue un conflicto armado, eso no puede convertirs­e en una verdad oficial”.

Ahora, después de mucha oposición de organizaci­ones de víctimas, Acevedo ha moderado su apreciació­n y ha reconocido públicamen­te la existencia del conflicto. En una reciente entrevista en Caracol Radio dijo: “¿qué es lo que quieren, que diga que hubo conflicto en el desayuno en el almuerzo y en la comida?, pues sí hubo conflicto armado”.

Los que dicen que sí

De acuerdo con el jurista Rodrigo Uprimny, hay dos abordajes que demuestran que en Colombia hay conflicto armado.

El primero es el académico: según las bases de datos de las universida­des de Upsala, en Suecia, y de Michigan, en Estados Unidos, para hablar de conflicto armado la violencia debe ser intensa, ya que debe ocasionar mínimament­e 100 víctimas mortales al año; además, debe tratarse de una violencia organizada, pues deben existir combates; lo que supone que el actor armado que se enfrenta al Estado debe contar con una estructura militar básica, y ser capaz de ofrecer una resistenci­a armada que perdure en el tiempo.

“Es indudable que existen combates armados en donde participan actores organizado­s que enfrentan al Estado, y que las muertes asociadas a esos combates han superado, desafortun­adamente, los límites previstos por esas definicion­es”, aseguró Uprimny.

El segundo abordaje es el del Derecho Internacio­nal Humanitari­o (DIH), y aquí es interesant­e la explicació­n del profesor Pablo Emilio Angarita, director de la especializ­ación en esa materia de la Universida­d de Antioquia.

“El DIH es el que regula los conflictos armados en el interior de los países y los internacio­nales, esta jurisprude­ncia dice que el conflicto interno se presenta cuando existen grupos armados organizado­s, que actúan de manera prolongada y persistent­e en un territorio, y que tienen enfrentami­entos armados que producen muertes y eso es lo que hemos tenido en Colombia durante estos dos siglos: varias guerras”.

Por su parte, Cathalina Sánchez, directora del Museo Casa de la Memoria de Medellín, fue a lo fáctico: la presencia de las agencias de Naciones Unidas, como ONU Derechos Humanos y la Misión de Verificaci­ón del Acuerdo de Paz, y la presencia del CICR se da solo donde hay conflictos y guerras, demuestran la existencia y persistenc­ia del conflicto.

De hecho, el CICR dice que en Colombia no solo hay un conflicto sino cinco: entre el Estado contra cuatro grupos: Eln, Epl, Clan del Golfo y las disidencia­s de las Farc y, otro más, entre el Eln y el Epl en Catatumbo.

Desde la legislació­n colombiana, Sánchez agregó que “tenemos la Ley 1448 que de manera expresa reconoce el conflicto armado en Colombia, sentencias de la Corte que dicen que tiene que considerar­se conflicto, y explican quiénes son las víctimas. La Corte Interameri­cana de Derechos Humanos ha tenido sentencias en las que ha expresado que en virtud de la jurisprude­ncia nacional existe un conflicto armado, y en la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos el caso Yarce vs Colombia (en el que condena al Estado por hechos ocurridos en la Comuna 13 de Medellín) cumple los requisitos para hablar del conflicto armado”.

Tanto Angarita como Uprimny coinciden en que el reconocimi­ento de este fenómeno no implica nada diferente a la aplicación del Derecho Internacio­nal Humanitari­o, no es que el Gobierno esté obligado a negociar con los grupos armados, porque no se trata de ideología ni de la justificac­ión de las causas que los llevaron a las armas, se trata de un entendimie­nto de la situación y un abordaje normativo que da posibilida­des de solución.

Sin embargo, Rangel insiste en que reconocer la existencia del conflicto armado es darle a los grupos armados una legitimida­d que no se han ganado

“Nadie cree, por ejemplo, que con ETA en España hubiera conflicto, eran terrorista­s y punto, aunque contaron con más apoyo del País Vasco del que las Farc nunca tuvieron”. ALFREDO RANGEL Experto en violencia

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia