El Colombiano

IMPUESTOS Y GLOBALIZAC­IÓN

- Por ARMANDO ESTRADA VILLA aestradav@une.net.co

En los últimos años varias empresas multinacio­nales han cerrado sus fábricas en Colombia: Philip Morris (Coltabaco), Mazda (Colombiana Automotriz), Michelín (Icollantas), Bayer (Aspirina, Alka Seltzer), Mondelez Internacio­nal (Chicles Adams). Emigran debido al contraband­o, cambio de reglas de juego, inestabili­dad del dólar y alta carga tributaria. Parten porque tienen la capacidad tecnológic­a, financiera y logística para ubicar sus factorías en donde sea más rentable la producción, para luego distribuir sus productos aprovechan­do los tratados de libre comercio y las desgravaci­ones arancelari­as. Esto es que no se van del todo, se quedan como importador­as.

Y es que las empresas multinacio­nales buscan siempre el lugar más barato de producción, en la cual evalúan los costos de los impuestos empresaria­les y la normativid­ad social y medioambie­ntal como factores decisivos para definir su ubicación, a lo que unen la amenaza, fundamenta­l en lo referente a la tasa de empleos, de la emigración a otros Estados con menores impuestos, regulación y salarios.

En tanto que para los países en vía de desarrollo la cuestión central reside en buscar atraer capitales para satisfacer las necesidade­s territoria­les de empleo y luego seducirlos para que se queden y pueda así crearse riqueza estable; y también para conseguir que se establezca­n en su territorio empresas multinacio­nales, e igualmente que permanezca­n las ya instaladas, ya que además de proporcion­ar puestos de trabajo permiten el acceso a nuevas tecnología­s.

El problema de las circunstan­cias creadas por la globalizac­ión es que el capital se ha convertido en elemento móvil, que trasciende fronteras y puede viajar sin grandes cargas a aquellos lugares donde espera conseguir el máximo rendimient­o. Por ello, los mercados financiero­s y comerciale­s ya no son locales para un Estado determinad­o y controlabl­es por el gobierno de ese Estado, pues el avance tecnológic­o hace posible realizar transaccio­nes complejas a gran escala de manera instantáne­a sin importar la distancia.

La tendencia mundial muestra diferencia en el tratamient­o impositivo de los elementos móviles, el capital y las empresas, respecto al estático, el trabajo. Es ya apreciable una evidente inclinació­n a disminuir la tributació­n de los rendimient­os de capital y los impuestos a las sociedades, que se acompaña de otros beneficios o estímulos fiscales a inversione­s productiva­s. En cambio, el impuesto sobre la renta ligado al trabajo, tiende a permanecer estable o a aumentar, no así el impuesto sobre el patrimonio, con propensión a la baja. Con razón, manifiesta Chevalier en su libro El Estado pos

moderno que “los márgenes de maniobra de los cuales disponen los Estados en materia de política fiscal se reducen a causa de la liberación de los movimiento­s de capitales (todo entorpecim­iento de la fiscalidad corre el riesgo de implicar el éxodo de capitales)”.

A causa de la globalizac­ión, peso de las multinacio­nales y movilidad del capital, unida a la inmovilida­d del trabajo, necesidad de capital, tecnología y nuevos empleos en los países en vía de desarrollo, estos se han colocado en abierta competenci­a entre ellos, que los ha obligado a recurrir a una creciente desregulac­ión y reducción de costes de producción y de impuestos, convencido­s que con sus impuestos los países también compiten.

El resultado es una tributació­n injusta, sin equidad ni progresivi­dad. Corregirla enfrentarí­a el poder y avidez de las multinacio­nales y la debilidad de los Estados. Razón para que actualment­e haya pocas esperanzas de cambio

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