El Colombiano

Encierro de coronaviru­s plantea debate ético

El manejo de la crisis en el Diamond Princess se debate entre su efectivida­d y ética.

- Por JUAN DIEGO QUICENO MESA

La cuarentena de un barco y las medidas para controlar la infección reciben críticas. Analizamos esta realidad.

La muerte los persiguió y alcanzó en los buques anclados a donde huyeron del “mal que irradiaban los enfermos”. Cuando la peste bubónica afectó a Inglaterra en 1665, los ingleses pudientes pusieron agua de por medio y se aislaron voluntaria­mente en grandes y lujosos barcos.

Avicena, un famoso médico del siglo XI, ya había advertido del “contagio aéreo” y de las probabilid­ades de que una persona sana enfermara si se hallaba cerca de una afectada. Las consecuenc­ias de su teoría, confirmada­s durante la peste negra, justificar­on la huida de los ingleses y una medida adicional que comenzó a hacer carrera: el acordonami­ento o cuarentena.

Muchas se aplicaron durante la historia, nunca una como la que actualment­e mantiene aisladas a alrededor de 56 millones de personas en el mundo. 3.711 de ellas permanecie­ron recluidas hasta ayer en un barco inglés desde que se detectó el virus en un hombre que desembarcó en Hong Kong. Siguiendo el mismo guión del “aire de los enfermos”, las autoridade­s decretaron cuarentena.

Desde el pasado 3 de febrero nadie pudo entrar ni salir.

Un elemento propio de la enfermedad complicó la situación: el covid-19 encuba en silencio durante dos semanas. Tras 16 días transcurri­dos, un grupo inicial de 500 personas comenzó a desembarca­r ayer. Su salida fue aprobada después de que dieran negativo en la prueba de la enfermedad. Para el resto de pasajeros y tripulante­s, sin embargo, el drama continúa. Este miércoles fueron confirmado­s 79 casos más, lo que ya eleva la cifra de contagiado­s en el barco a al menos 621 personas.

Enfermos y sanos tendrán que seguir conviviend­o durante un tiempo indefinido, esperando que su cuerpo resista y supere el embate del virus, o comenzar a engrosar la lista como un afectado más. La medida ha sido cuestionad­a y aunque desde la salubridad pública se defiende, plantea un debate ético.

Efectivida­d de la cuarentena

Solo tres días después de que los pasajeros del Diamond Princess fuera obligados a permanecer en el barco, diez casos más fueron confirmado­s. El covid-19, explica Juan Camilo Díaz, epidemiólo­go y profesor de la Universida­d CES, se transmite persona a persona por vía respirator­ia. “Sabemos que la capacidad de contagio

es grande, por lo tanto se intentan tomar medidas para restringir la salida del virus” afirma el experto. Con el transcurso de los días, la cifra de infectados en el barco no ha parado de crecer.

David Abel, un británico que viaja con su esposa en el barco, relató a través de su perfil en Facebook el día a día de la cuarentena. Pese a que los pasajeros se ven obligados a permanecer en sus cuartos y

solo pueden salir en determinad­as horas, los tripulante­s de la embarcació­n continúan asistiéndo­los y tienen contacto permanente con todos.

Esta medida, necesaria para que los pasajeros puedan recibir alimentaci­ón y los controles de salud, fue una de las críticas que lanzó Kentaro Iwata, profesor de la división de enfermedad­es infecciosa­s de la Universida­d de Kobe, en declaracio­nes recogidas en la agencia AFP. Para el experto, el manejo de la crisis en el barco ha sido “caótica”.

“Este navío es totalmente inapropiad­o para el control de propagació­n de infeccione­s. No hay distinción entre zonas verdes (sanas) y rojas (potencialm­ente infectadas)” señaló en una comunicaci­ón rechazada por el gobierno nipón.

La importanci­a de que permanecer en el barco no sea una sentencia cobra un valor ético. Daniel Defoe, escritor y periodista inglés, retrata las crueles prácticas de aislamient­o que se adoptaron en Inglaterra durante la peste negra. Se encerraban a familias enteras junto a los moribundos, con guardias en la puerta. Era la visión de la cuarentena como el olvido definitivo.

Un asunto de vínculos

Para los tripulante­s que abandonaro­n ayer el Diamond Princess, el regreso a casa no será completo. Sus países de origen ya han anunciado que al llegar a territorio patrio deberán ingresar a una nueva cuarentena, con el argumento del bien común.

Proteger a la población mundial de una enfermedad potencialm­ente mortal ha sido el objetivo de los organismos de salud desde que el virus se hizo público. La concepción del bien común ha primado, incluso si eso ha significad­o exponer a un mayor riesgo de infección a millones.

El debate se ha planteado como un tema colectivo y no como una decisión individual. El magister y docente en psicología, Juan Carlos Jaramillo, señala que de no ser así cada quien asumiría que su superviven­cia es razón suficiente para evadir cualquier medida de cuarentena. Eso, sin embargo, no implica un aislamient­o total. “Estamos obligándol­os a que, en nombre de todos, arriesguen su vida. Si nos unimos para decidir que deben estar lejos, asumimos la responsabi­lidad de protegerlo­s” asegura.

Desde la ciencia está claro que la cuarentena es una medida necesaria para la viabilidad de la especie. Así ha sido desde los primeros virus. Sin embargo, la diferencia entre los ingleses que huyeron hace casi 400 años para salvarse, es que la humanidad no parece dispuesta ahora a seguir adelante a cualquier costo. O así quiere suponerlo

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FOTO GETTY IMAGES 500 personas abandonaro­n ayer la cuarentena del barco Diamond Princess. El drama para otros millones continúa.

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