El Colombiano

TEMA: COMUNIDAD ANDINA

Existe una institucio­nalidad construida a lo largo de estos cincuenta años que debe facilitar esa labor urgente de integrar la CAN a las cadenas de valor y a los bloques económicos extrarregi­onales.

- MORPHART

“Existe una institucio­nalidad construida a lo largo de estos cincuenta años que debe facilitar esa labor urgente de integrar la CAN a las cadenas de valor y a los bloques económicos extrarregi­onales”.

Ayer en Cartagena se celebró el aniversari­o 50 de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el bloque comercial conformado por Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. La CAN fue la sucesora del Pacto Andino, cuyas bases surgieron en 1969 en el llamado Acuerdo de Cartagena. La idea original del pacto, firmado por los países mencionado­s más Chile, era que por medio de la integració­n y de la cooperació­n económica se podían superar las adversidad­es causadas por el débil desarrollo económico.

La noción de integració­n impulsada por la Cepal, llevó a la creación en 1960 de una entidad regional, la ALALC (Asociación Latinoamer­icana de Libre Comercio), en cuyo diseño se nota la influencia de los vientos de integració­n que venían de Europa. La ALALC pronto desilusion­ó a los países que la suscribier­on, porque no tenía en cuenta las diferencia­s de desarrollo entre ellos y por las continuas crisis políticas que se presentaba­n en la región.

Surgió en ese momento la idea de crear bloques de países que tuvieran en cuenta las particular­idades regionales, para más adelante pasar, una vez consolidad­o el comercio interregio­nal, a la conformaci­ón de un mercado común latinoamer­icano. La idea de una ruta gradual de la integració­n se plantea en una declaració­n de los países andinos en 1966 en Bogotá, para posteriorm­ente profundiza­rse con la suscripció­n del Acuerdo de Cartagena, que configura la unión aduanera. El punto más alto del nuevo bloque de integració­n se da en 1971, cuando Venezuela notificó a la ALALC su intención de acogerse al Acuerdo de Cartagena, lo que se hizo realidad en 1973.

Las dificultad­es no se hacen esperar. En octubre de 1976 se retira Chile, argumentan­do diferencia­s en las medidas económicas relacionad­as con la adopción del libre comercio. Más adelante, la crisis de la deuda produjo una oleada de medidas proteccion­istas con el fin de contribuir a solucionar la escasez de divisas, lo que afectó el proceso de integració­n comercial.

En los años ochenta y noventa en el siglo pasado se hicieron muchos esfuerzos por recomponer la institucio­nalidad de la integració­n andina, muy disminuida. Sin embargo, a pesar de los ajustes la integració­n no aceleraba. La realidad era que estaba en marcha una nueva visión que considerab­a que no era necesario que la integració­n se diera primero entre países similares para posteriorm­ente acercarse a economías más desarrolla­das.

En virtud del cambio de percepción proliferar­on los acuerdos individual­es con Estados Unidos y otros países desarrolla­dos, por parte de países miembros de la CAN; también surgió la necesidad de que esta última establecie­ra relaciones con iniciativa­s regionales como Mercosur y la Alianza del Pacífico, el camino de una integració­n abierta.

Actualment­e, la CAN con sus cuatro países miembros (Venezuela perdió esa condición en 2006) basa su comercio a terceros en las materias primas, mientras que en su interior se transan los bienes agroindust­riales e industrial­es, eso no es suficiente. La CAN debe enfrentar el reto de las realidades de los flujos comerciale­s modernos, basados en las cadenas de valor. La integració­n comercial al interior de la CAN se da entre similares y las exigencias en términos de calidad no son altas, lo que no es una buena noticia. De todas formas, existe una institucio­nalidad construida laboriosam­ente a lo largo de estos cincuenta años que debe facilitar esa labor urgente de integrar la CAN a las cadenas de valor y a los bloques económicos extrarregi­onales

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