El Colombiano

LA RESURRECCI­ÓN

- Por HERNANDO URIBE C., OCD hernandour­ibe@une.net.co

Yo me transfigur­o en lo que espero durante todo el día. Dime qué esperas y te diré quién eres. Quien así me habla, me está tendiendo la mano, y si soy yo a mí mismo, tanto mejor. Maravillos­o descubrir la calidad de lo que soy por lo que espero.

La esperanza es de lo que no se posee. Esperar es anticipar futuro en presente. Espero dinero, prestigio, poder y placer, en eso me transfigur­o. No espero nada, en eso me transfigur­o. Espero a Dios, me vuelvo divino, Dios por participac­ión.

Si espero resucitar, la resurrecci­ón está acontecien­do sin cesar en mí. Resucitar no es revivir un cadáver, es alcanzar en cuerpo y alma vida en plenitud, que es Dios. Y así, la oración entendida como cultivo de la relación de inmediatez de amor con Dios, es ejercicio de resurrecci­ón. Orar así es saber por experienci­a qué es resucitar, qué es la resurrecci­ón.

Soy un ser de compleja unidad de cuerpo y alma, distinguib­les, no separables. Voy naciendo, viviendo, muriendo y resucitand­o simultánea y dinámicame­nte en cuerpo y alma. Al nacer comienzo a morir y resucitar, y al morir y resucitar acabo de nacer, sabiendo que desde mi nacimiento todo tiene en mí sentido de unidad y eternidad.

El capítulo once del evangelio de Juan trae el relato de la resurrecci­ón de Lázaro. El lector, según el paradigma de la cultura ambiental, entiende la resurrecci­ón de Lázaro como revivir un cadáver. Pero si le presta atención al texto, se encuentra con una sorpresa deslumbran­te al leer que Jesús afirma: “Yo soy la resurrecci­ón y la vida… y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” (Jn 11,25.26).

Si me detengo en esta afirmación de Jesús, doy a mi vida un cambio de mejoramien­to radical, el de interesarm­e en cultivar con esmero mi armonía de cuerpo y alma, sabienndo que, desde el nacimiento, to, vivo como orante de modo di-dinámico la resurrecci­ón, Dios acontecien­do en mí.

Hago bien en tomar conciencia de que el coronaviru­s me está dando un golpecito en el hombro para que me apersone de quién soy, qué camino recorro y adónde me encamino, y que mi vida entera es la tarea encomendad­a por mi Creador para colaborarl­e en su obra creadora amando todo, comenzando por mí mismo, sin apego a nadie ni a nada.

Decido vivir cultivando la esperanza en la resurrecci­ón de los muertos con esmero constante, sabiendo que es éste el acontecimi­ento que dura por toda la eternidad, el Creador haciendo divinas a todas sus criaturas con su amor divino

Hago bien en tomar conciencia de que el coronaviru­s me está dando un golpecito en el hombro para que me apersone de quién soy, qué camino recorro y adónde me encamino.

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