El Colombiano

TIEMPOS DIFÍCILES

- Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ rafaelisaz­ag@une.net.co

Amable lector. Hace poco llegó al Hospital San Vicente una persona con apariencia de buena salud; iba con otra que caminaba con dificultad. ¿En qué podemos servirle? Vengo a darle sangre, él tuvo una hemorragia y está débil. Pase por favor para una prueba. Estiró el brazo, se remangó la camisa y cerró los ojos con el chuzón de la jeringa. Cuando salió el médico, en forma respetuosa le dijo: señor, usted parece ser fuerte pero su hemoglobin­a está por debajo de 6 y ambos necesitan una transfusió­n.

Esta narración es similar a la situación del país luego de la llegada del virus de China. El Estado no ha sido prudente con el manejo de los ingresos que aportan los contribuye­ntes. Se pierde el dinero por la ineficienc­ia de quienes lo administra­n, por la corrupción y por la tolerancia de la Dian con la evasión fiscal.

La producción de bienes y servicios de buena parte de los negocios se paralizó por cerca de tres meses. Es fácil concluir, entonces, que la mayoría no tendrán utilidades en el 2020. Los dueños, muy pocos si acaso, recibirán algo de dividendos de reservas acumuladas. Muchos trabajador­es no perderán la vida, pero si el empleo, habrá un menor consumo, el país será más pobre y las desigualda­des más notorias.

De acuerdo con los balances esperados de las empresas y la disminució­n del Iva, estimo que el Estado dejará de recibir recursos del orden de $50 billones. De otra parte, las ayudas para atender en algo la estabilida­d laboral y otras necesidade­s básicas tendrán un costo extra cercano a $30 billones; ojalá me equivoque. La suma de menores ingresos y mayores costos equivalen al 52 % de los ingresos corrientes del presupuest­o nacional.

No pretendo con estas cifras crear mayor confusión ni pánico. Por el contrario, conociendo esta dura realidad, lo sensato es que el Gobierno pida el consejo de personas de buen criterio, que aporten soluciones pragmática­s, para superar este difícil trance.

El Estado no tiene capacidad de hacerlo, tampoco el sector privado. Por ello, deberán trabajar de manera armónica. Quienes puedan darles la mano a los más desprotegi­dos, ojalá lo hagan ahora y no después. El costo anual de 1.000.000 de trabajador­es con SMLV es de $16 billones.

En adelante, el manejo de esta crisis será más difícil y complejo. Si antes había inconformi­dad, en poco tiempo será más virulenta y ensalzada por los medios de comunicaci­ón. Al común de la gente le gustaría ver un presidente obrando con austeridad franciscan­a y que se ocupara en cosas de mayor fondo. El Estado, más que regalar, debe buscar medios para facilitar el dinero a miles de pequeños empresario­s. Hay entidades que conocen mejor estos negocios y lo harían con más eficiencia y seguridad.

Europa después de la Segunda Guerra Mundial quedó destruida. Su gente, mientras lloraba los millones de seres queridos, con optimismo y fe construyer­on un mundo mejor. Nosotros, por ahora, solo debemos luchar por conservar el empleo

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