El Colombiano

PORANTIOQU­IA

- Por FELIPE VÉLEZ ROA felipevele­zroa@gmail.com

De la mano de la recuperaci­ón económica y la libertad de ejercer nuestros derechos, llega de nuevo la esperanza.

A pesar de las profecías del desastre desatadas por el pánico y la incertidum­bre, se avecina una nueva etapa en la contención de la pandemia. De la mano de la recuperaci­ón de la vida económica y la libertad de poder ejercer nuestros derechos, llega de nuevo la esperanza. Para los gobiernos locales sigue su curso la discusión y aprobación de los planes de desarrollo, en donde los ciudadanos esperan que esté la solución a sus necesidade­s para que los recursos puedan llegar a sus territorio­s.

Parece que la recuperaci­ón de lo social en Medellín continúa liderada con la misma visión; invertir, sin detenerse a revisar cuál de los programas vienen funcionand­o bien y en cuáles de ellos se debe cambiar la perspectiv­a. Estoy convencido de que es evidente la necesidad de saber cuál es su impacto real para que podamos pasar del asistencia­lismo a una verdadera inclusión social.

En materia de movilidad, no sé si es incoherenc­ia o un error de digitación proponer la construcci­ón de solo 14 kilómetros de ciclorruta­s cuando los 80 del plan anterior no les parecían suficiente­s. Sin embargo, resaltaría el liderazgo para sacar adelante el tren ligero de la 80, que como toda obra pública será vital como parte de la política contracícl­ica para neutraliza­r la depresión económica inducida a la que nos llevó el covid.

Por el lado del departamen­to, el plan de desarrollo es un ejercicio bien logrado, aunque he señalado que es una equivocaci­ón empezar la construcci­ón del tren de cercanías por la mitad sin ninguna conectivid­ad con los municipios cercanos. Creo que su respuesta a la crisis económica plantea estrategia­s serias para garantizar la salud, luchar contra el hambre y generar suficiente­s empleos. Esto hace pensar que la crisis podría ser una oportunida­d para acortar las brechas tan grandes que hay entre los municipios de nuestro departamen­to.

Por último, creo que sería muy constructi­vo invitar a Proantioqu­ia y a las universida­des para que no solo hicieran un análisis de los diagnóstic­os y los indicadore­s, y emprendier­an un estudio riguroso de los impactos y los resultados de las políticas públicas para garantizar una continuida­d de las políticas exitosas y una revisión de las que no lo son. Poder calcular el monto detallado de cada inversión es una tarea pendiente; así sea el de una capacitaci­ón o una campaña de prevención, los costos unitarios deberían estar disponible­s como una estrategia para luchar contra la corrupción y medir la eficiencia de la inversión pública. Este análisis haría de este ejercicio un plan estratégic­o en sí mismo que garantizar­ía que las políticas en nuestro territorio fueran de largo plazo y podamos construir desde lo construido

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