MOMENTOS DIFÍCILES
El Ejército Nacional, la institución más querida y respetada por los colombianos, atraviesa momentos difíciles que es necesario y urgente superar. Los tuvo en épocas pasadas y salió airoso. Los hubo en década de los cuarenta, debido a la polarización partidista; posteriormente, al final del gobierno del presidente Rojas Pinilla; luego, al inicio del gobierno del presidente Samper Pizano; y, recientemente, en los momentos aciagos de los falsos positivos. Ahora, tenemos las críticas acerbas a los procedimientos de esa rama importante e insustituible de la actividad militar, que es la inteligencia y contrainteligencia.
La institución ha sabido superar los retos pasados porque siempre ha hallado en su esencia la fuerza y la solución justa. Ella está en la virtud, el honor, el saber y el servicio a la Nación. El soldado escoge la profesión de militar como vocación y no como oportunidad mezquina. No le atrae la riqueza monetaria, sino la grandeza de servir a los intereses nacionales. En su accionar entiende que su lealtad suprema está con estos intereses colectivos, y que un ejército al servicio de un partido o ideología política es un anatema y un peligro para la democracia.
Los militares no debemos temer a la crítica, sino a la incapacidad de dar respuestas convincentes. Debemos comprender que falsas justificaciones, excusas sin solidez argumentativa o ver como enemigo a todo quien emita un juicio que nos resulte desfavorable, son mecanismos de defensa equivocados que pueden empeorar nuestra situación ante la opinión pública en general. Lo ético es analizar en forma objetiva y diligente la situación, y, si se encuentran fallas, aceptar el error y definir las acciones para su pronta corrección y no repetición. El no hacerlo genera un manto de duda y desgasta la confianza de la sociedad, a la que estamos obligados a rendir cuentas.
En días pasados el general (RA) Roberto Ibañez, historiador de altas calidades y cimentado prestigio, expresó algunas ideas que comparto en su totalidad: la Fuerza Militar es una institución integrada por seres humanos que, si bien se diferencian por sus valores profesionales, espirituales y patrióticos, no están exentos de cometer errores, máxime en una sociedad permeada por factores inmorales y perversos. Cuando ello ocurre, estos errores son indefendibles por su obligación de actuar con legitimidad y legalidad, a diferencia de los criminales que no tienen reato moral alguno para cometer los peores delitos. Pero no defender lo indefendible no significa que la institución esté desamparada de mando. Todo lo contrario. Sancionar a quienes cometen errores es la mejor forma de salvaguardar el prestigio institucional. La inocencia es una presunción, pero no una excusa de la actuación ilegal. Cualquier otro camino que tomemos nos hace perder autoridad moral.
Es obvio que las faltas actualmente en investigación hablan de actuaciones individuales y no de transgresión de los principios y valores que nos gobiernan, pero la suma de errores lleva a pensar que resulta necesario que la institución militar se mire en el espejo con capacidad de autoanálisis, autocrítica y revisión de los procesos de selección de personal y ascensos; formación, capacitación e instrucción; y de los sistemas de evaluación, premios y castigos. Eliminar cualquier factor tóxico será indispensable para seguir contando con la confianza y afecto de todos los colombianos y continuar siendo institución soporte fundamental de nuestra democracia