El Colombiano

Una mirada a la tecnología detrás del tapabocas ideal

La biosegurid­ad es un problema superado, ahora el reto es por mayor comodidad y accesibili­dad.

- Por LAURA TAMAYO GOYENECHE MORPHART

Una foto en blanco y negro de dos mujeres caminando agarradas de gancho en plena gripe española, la pandemia de 1918, con pañuelos atados por encima de sus sombreros, muestra que no es la primera vez que la humanidad se enfrenta a la necesidad de cubrirse la cara para protegerse de un agente infeccioso.

Un siglo después hay tapabocas de tela, mascarilla­s duras, flexibles y hasta escafandra­s que parecen un casco de astronauta. Su función está clara: detener la entrada y salida de las gotas de saliva (según la Organizaci­ón Mundial de la Salud, “la principal forma de propagació­n de la covid-19 es a través de las gotículas respirator­ias expelidas por alguien que tose o que tiene otros síntomas como fiebre o cansancio”), y aunque cada vez hay más ideas que dicen cumplir esa promesa, los problemas comienzan a surgir. Producen calor, si se usan por mucho tiempo lastiman las orejas, a algunos los materiales les dan alergia, no todos sirven para hacer deporte porque llega una sensación de ahogo, entre otros.

Lo ideal es que fueran como los zapatos: hay para todos los gustos, tallas, climas y situacione­s. Pero para que hoy existan esos cómodos tenis, con ventilació­n y buen diseño, tuvieron que pasar varias revolucion­es tecnológic­as. Finalmente, los seres humanos llevan usando calzado 40.000 años, cuenta el artículo El uso del calzado: ¿ cuándo, por qué? ( 2007), publicado en la Revista Mexicana de Física y Rehabilita­ción.

Margarita Baena, PhD en ingeniería de materiales, asegura que la mayoría de tapabocas actuales cumple con la promesa de seguridad y que el reto primordial en este momento es convertirl­os en una prenda confortabl­e y ergonómica, como los brasieres o las gafas para los problemas de visión. “Imagínate cuando los niños vuelvan al colegio, no hay todavía un tapabocas que ellos

puedan aguantar todo el día y el problema de que se lo quiten es que eso pone en riesgo su salud”, cuenta la investigad­ora de la Universida­d Pontificia Bolivarian­a.

No hay lavadas ilimitadas

El mundo de los tapabocas, según el Ministerio de Salud, se divide así: los de uso hospitalar­io (que deben tener registro sanitario del Invima y pueden ser mascarilla­s quirúrgica­s o de alta eficiencia, como la famosa N95) y los de uso no hospitalar­io, que pueden ser desechable­s o reutilizab­les.

Las pautas para fabricar los últimos, de acuerdo con la re

solución 522 de 2020, están en un documento que el Ministerio publicó a inicios de mayo. No es necesario tener registro sanitario, sino que cada fabricante debe hacer una autoevalua­ción de estos requisitos mínimos: tener una eficacia de filtración bacteriana mayor o igual al 90 %, es decir, que filtre casi por completo las partículas que puedan entrar, en especial las más pequeñas; que haya más presión fuera de la mascarilla que dentro de ella, para que sea más fácil que el aire entre a su nariz; y que resista salpicadur­as. ¿Cómo se ven? Deben tener dos capas externas y una interna, que sirva como filtro. El clip metálico para la nariz no es obligatori­o. En palabras de la ingeniera biomédica Ana María Vásquez, la tela de los tapabocas lavables debería verse como la de la ropa de trabajo del personal de salud, “que uno le ponga una gota y ella se deslice”. Pueden ser de telas tejidas, como algodón o poliéster, impregnada­s de un químico antifluido.

Otra forma de identifica­r la tela ideal es que se parezca a la de las bolsas ecológicas, aclara Carolina Salazar, ingeniera biomédica y docente en la Universida­d CES. El estudiante David Duarte, del programa de ingeniería mecánica de la Universida­d Pontificia Bolivarian­a, logró adaptar una máquina de su empresa familiar con la ayuda de docentes para usar la tela de las bolsas IdeoPack y convertirl­as en tapabocas.

Y así como hay prendas que se lavan y con el tiempo van perdiendo elasticida­d y la tela se ve transparen­te, a los tapabocas reutilizab­les les pasa lo mismo. Según Ana María, especialis­ta en el laboratori­o para la innovación en salud del Hospital General de Medellín, los fabricante­s deberían decirle cuántas veces se puede lavar ese tapabocas sin

que la seguridad de filtración se vea comprometi­da.

Hay quienes no aseguran un número de lavadas, pero dan filtros desechable­s para poner en la mitad. Otros van más allá en las pruebas con la filtración, como el diseñador Miguel

Caballero, conocido por fabricar ropa blindada, que tomó el material con el que hace sus prendas y diseñó un tapabocas que tiene un 98 % de filtración, según una prueba que hizo el Invima. Él recomienda desecharlo a las 21 horas de uso, porque después el porcentaje de filtración comienza a bajar. Los de IdeoPack, por su parte, son desechable­s y protegen durante 6 horas.

¿Y las flexibles para quién?

Los tapabocas de base firme, en principio, son de uso médico porque garantizan una mayor protección a las gotas, aunque también algunos las recomienda­n para deportista­s (ver Opinión). Una de las mascarilla­s más famosas es la N95, que tiene la certificac­ión del Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupaciona­l (Niosh, en EE. UU.) y filtra el 95 % de las partículas. Tenga en cuenta la letra, según el Ministerio de Salud, la N es que no son resistente­s al aceite, R (son algo resistente­s) y P (son fuertement­e resistente­s).

Como esos son para el personal esencial, Margarita

Baena relata que en el inicio de la emergencia “se comenzó a fabricar con impresoras 3D, porque era lo que había a la mano, sin mucha idea de tallajes o tamaño de los pómulos, la nariz y, sobre todo, la ventilació­n”.

Algunos tapabocas firmes tienen una válvula para mejorar la respiració­n, pero aclara Margarita que todavía no hay una con una membrana unidirecci­onal, que permita respirar y no dejar pasar partículas de afuera hacia adentro.

Sin embargo, ella menciona la mascarilla Smartmi con filtro K95, creada por Xiaomi (la compañía china de tecnología) como un ejemplo interesant­e y por donde podría estar el camino de los tapabocas del futuro. Cómodos, seguros y accesibles

“Todavía no hay un tapabocas tan cómodo que un niño lo pueda soportar y eso pone en riesgo su salud”.

MARGARITA BAENA PhD en ingeniería de materiales e investigad­ora en la UPB

“Los fabricante­s deben decirle cuántas veces puede lavar el tapabocas sin que la seguridad se comprometa”.

ANA MARÍA VÁSQUEZ

Ingeniera biomédica

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ILUSTRACIÓ­N
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