El Colombiano

TEMA: RETORNO ESCOLAR

Se advierte la necesidad de que las institucio­nes educativas inicien un examen y una planificac­ión en detalle sobre su reactivaci­ón. Por ahora, el escenario es complejo y rondan muchas preguntas.

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“Se advierte la necesidad de que las institucio­nes educativas inicien un examen y una planificac­ión en detalle sobre su reactivaci­ón. Por ahora, el escenario es complejo y rondan muchas preguntas”.

Sondeos de opinión de este y otros medios informativ­os, y del gremio de la educación, constatan que siete de cada diez padres de familia y maestros no tienen la certeza o la convicción de que aún sea momento para reanudar las clases y el proceso académico presencial­es. La tarea es compleja, en esencia por los detallados protocolos sanitarios que exige y por los desniveles en las condicione­s locativas y operativas requeridas desde las institucio­nes.

Es inmediata la proyección de los imaginario­s de la educación pública y privada. Por los espacios disponible­s, la cantidad de niños y adolescent­es en las aulas y los recursos para ejercer una biosegurid­ad adecuada, en especial en los ambientes de la educación básica primaria y secundaria.

Si la conectivid­ad, agilidad y comodidad, a partir del hardware, el software y la internet disponible­s (equipos, programas y redes), han sido elementos diferencia­dores de la calidad de los procesos virtuales, en el aislamient­o, el regreso, sin vacunas ni medicament­os definitivo­s para sanar la covid-19, es un mundo lleno de preguntas de responsabi­lidad de salud familiar y social.

Por fortuna, la proyección de un regreso se vislumbra para agosto y en un modelo de alternanci­a: con horarios escalonado­s y con fases presencial­es y virtuales. Es decir, solo se cumpliría una parte del proceso escolar en las sedes educativas y el resto en las casas de los alumnos.

Cualquier esquema, no obstante, deberá tener un meridiano, un eje transversa­l: la seguridad sanitaria de los estudiante­s, pero también de los docentes. Son cerca de 11 millones de personas los actores que involucran la vida y la comunidad académica del país.

Ya el Ministerio de Educación advirtió que en este terreno de procesos y poblacione­s tan sensibles, no puede haber imposicion­es. Y que se dependerá del diseño de estándares de biosegurid­ad rigurosame­nte evaluados por las autoridade­s y por las mismas institucio­nes. Todo ello en una estrategia ajustada a las condicione­s y datos de la pandemia en los niveles municipal, departamen­tal y nacional. Una cadena ineludible y necesaria.

Si bien es cierto que hay gran desgaste y agotamient­o de la comunidad educativa, al haber trasladado las aulas a los hogares de docentes y dicentes, no es menos importante ser responsabl­es con una crisis de salud que aún no alcanza picos que permitan establecer certezas sobre una reactivaci­ón social y económica irreversib­le y totalmente segura, confiable.

Las recomendac­iones están ahí: evitar aglomeraci­ones en entradas y salidas y en horas de descanso o actividad física. Reducir el número de alumnos en las aulas y en los transporte­s, para cumplir distanciam­ientos de entre 1,5 y 2 metros. No laborar docentes mayores de 60 años, ni asistir niños menores de dos años, y mucho menos con preexisten­cias médicas.

Hay aproximaci­ones a un protocolo que, siendo general, se adaptará a las condicione­s específica­s de cada plantel. Pero tanto el Mineducaci­ón como el gremio educativo y los padres asumen que se trata, aquí sí, y por largo tiempo, de una “nueva normalidad” que debe tomarse con pinzas y con el mayor rigor, dado el bajo nivel de conciencia de niños y adolescent­es sobre las repercusio­nes graves del virus.

Por eso hay que hablar de un modelo en construcci­ón y aproximaci­ón, ante el cual surgen estas reflexione­s iniciales

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ILUSTRACIÓ­N MORPHART

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