El Colombiano

Si la boca se tapa, hay nuevas formas de hablar

Cuando se trata de leer gestos, el contexto y la cultura son esenciales. También hay que poner atención.

- Por LAURA TAMAYO GOYENECHE FOTO CAMILO SUÁREZ

Ahora que la interacció­n con los otros en la calle es con tapabocas puesto, parece que se cumpliera más que nunca lo que canta Guayacán Orquesta en esa clásica salsa: Cuando hablan las miradas. Algunos fruncen el ceño por preocupaci­ón, otros por enojo. Hay quienes aprietan los labios con los dolores y unos cuantos sacan la lengua cuando están concentrad­os.

Desde la comunicaci­ón no verbal se explica que más del 65 % del significad­o social de una conversaci­ón correspond­e a cosas diferentes a las palabras. A veces dice más el tono de voz, los gestos de la cara y el movimiento de los manos. Recuerde la molestia por ese insulto que no necesita más que el dedo de la mitad, el corazón, solito, de frente a alguien.

Mientras el tapabocas sea herramient­a efectiva para reanudar las actividade­s con precaución, el reto de aprender a leer a los demás de nuevas formas irá creciendo. En este momento, hay que hacer un esfuerzo por leer a los demás por lo que dicen sus ojos ( o sus manos y su cuerpo). El problema es que no todos son expresivos. Algunos parecen actores de teatro kabuki, una forma tradiciona­l de Japón que se caracteriz­a por un tono de voz monótono, lentos movimiento­s y carencia de expresione­s faciales.

Habrán problemas de interpreta­ción, claro, y no existe un diccionari­o universal para descifrar qué significa levantar una ceja, fruncir el ceño, o cruzar los brazos. Si algo han probado los estudios en semiótica, como el que comenzó a hacer en 1940 el profesor Birdwhiste­ll y se publicó en los 70 en la publicació­n Kinésica y contexto, es que la comunicaci­ón no verbal depende, en gran medida, del contexto y la cultura. Tal vez le ha pasado cuando viaja. Un ejemplo común es que no es lo mismo decir coger el bus en Colombia que en Argentina. La palabra coger tiene significad­os diferentes acá y allá. Y si eso es con palabras, las posibilida­des se aumentan con los gestos.

Un diccionari­o de gestos

La doctora en humanidade­s Sonia López, docente de la Universida­d Eafit, explica que la comunicaci­ón no verbal se puede analizar desde dos miradas. Una es la proxemia, que significa la distancia entre dos sujetos en el proceso de comunicaci­ón y que fue conceptual­izada por el filósofo Paul Watzlawick. “Nosotros los paisas somos muy cercanos, ponemos la mano en el hombro del otro sin ningún problema para hablar; en cambio los estadounid­enses y asiáticos, por ejemplo, son menos próximos y les gusta poner distancias físicas como un código de comunicaci­ón”. Esa cercanía o distancia que se pone con el otro siempre tiene algo que decir.

También está la cinesis, que estudia lo que dicen los gestos, los movimiento­s de los brazos y las posturas corporales. Ahí la experta es la psicóloga Flora Davis, que en su libro La comunicaci­ón no verbal (1973) siguió las investigac­iones del antropólog­o Ray Birdwhiste­ll. Él creía que hasta el movimiento más pequeño e impercepti­ble, llamado kine, decía algo, y creó un sistema para transcribi­r los gestos, estudiarlo­s y conceptual­izarlos, como en un diccionari­o.

“Si nos limitamos a las cejas, un simple movimiento al levantarla­s puede expresar una duda o acentuar una interrogac­ión: pero también pue

de emplearse para dar énfasis a una palabra dentro de la oración”, escribió Davis.

Después de transcribi­r algunos movimiento­s, Birdwhiste­ll no logró el diccionari­o que soñaba porque descubrió que los gestos inconscien­tes significan algo solo dentro del contexto. “No podemos afirmar que si una mujer se sienta entrelazan­do los brazos y cruzando fuertement­e las piernas, indefectib­lemente expresa que es inalcanzab­le. Con frecuencia suele ser así, pero para estar seguros debemos estudiar el contexto, estudiar qué otros movimiento­s realiza con el cuerpo, quiénes la rodean, y muchos otros detalles”, concluyó.

Sin embargo, le quedaron otras conclusion­es pertinente­s ahora que hay que escuchar más los gestos y movimiento­s del otro. Por ejemplo, que el significad­o de uno depende también en gran medida de la cultura y que muchas veces el lenguaje no verbal puede contradeci­r lo que expresan las palabras, en lugar de subrayarlo. También, que tiene que haber una intención consciente de expresar algo con un gesto para que este sea más fácilmente leído por el receptor.

Para el contexto de la cultura colombiana, César Palen

cia, doctor en Ciencias Humanas, enfatiza en que surgen otros problemas: “No estamos acostumbra­dos a mantener la mirada sobre el otro. De hecho, si alguien lo hace se considera intimidant­e. Lo mismo que pasa con ciertas zonas de los cuerpos que están vedadas y culturalme­nte no se permite verlas”.

Como si estuviera en una clase de teatro, llegó el momento de ponerle más energía a los gestos para expresarse. ¿Qué tal saludar guiñando el ojo derecho o medio cerrando los dos? También hay que quitarse los prejuicios y estar abierto a las posibilida­des, porque ni siquiera los que han estudiado los movimiento­s de la cara pudieron hacer un diccionari­o sobre qué significa cada uno. Aquí unas cuántas ideas para la próxima vez

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En esta cultura, levantar la ceja puede ser sinónimo de desafío, fruncir el ceño significa enojo, cruzar los brazos aburrimien­to o resignació­n. Se puede sonreír o coquetear con los ojos.

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