El Colombiano

TEMA: COVID-19

Aunque está proyectado un pico del virus para agosto, sus tasas y efectos serán menores y más manejables si hay controles y disciplina social. Se debe cuidar el gran trabajo hecho hasta ahora.

- MORPHART

“Aunque está proyectado un pico del virus para agosto, sus tasas y efectos serán menores y más manejables si hay controles y disciplina social. Se debe cuidar el gran trabajo hecho hasta ahora”.

La pandemia no ha terminado. Tampoco sus riesgos y efectos sanitarios, económicos y sociales. El pasado puente festivo hubo un crecimient­o significat­ivo de casos de contagio y muertes, en especial en Bogotá y Barranquil­la, que se declararon en alerta naranja. Y a ello se sumó un balance de las autoridade­s que registró en todo el país numerosos casos de indiscipli­na social.

Los gobiernos municipale­s, departamen­tales y el nacional han hecho, en su conjunto y promedio, un esfuerzo coordinado y plausible, que incluso ha merecido, en casos como los de Antioquia y Medellín, reconocimi­ento hemisféric­o a la labor de los organismos de salud, líderes públicos y privados y ciudadanía.

Ayer, se registraba­n 53 mil infectados y 1.726 personas muertas. Las curvas de la última semana de junio han crecido a un ritmo promedio de 1.800 contagios por día. Hay más pruebas y ello significa que se detecten más enfermos, además de que las previsione­s advierten que en agosto se alcanzará el pico de la pandemia en Colombia.

Pero ese contexto no puede significar una caída en el rigor de los controles gubernamen­tales ni en el autocuidad­o y las conductas sociales de higiene y prevención. Descuidar los logros en materia de cultura ciudadana, para contener la pandemia, sería dar el paso a escenarios muy dañinos para la reactivaci­ón económica, el clima social y la rehabilita­ción emocional y cotidiana.

INSISTIMOS, como lo hacemos mediante campañas pedagógica­s en las ediciones digitales e impresas de la Casa Editorial EL COLOMBIANO: todos dependemos de cada uno. Se trata de alentar una conciencia inquebrant­able, sostenida, sobre las medidas esenciales de protección: lavado de manos, distancia social y uso del tapabocas. Quienes vulneran ese protocolo básico están poniendo en peligro a sus familiares, a sus vecinos y a los demás ciudadanos.

El contexto latinoamer­icano es revelador: Brasil, México, Perú, Chile y Ecuador están viendo explotar sus estadístic­as y con ello sus sistemas de salud, sus circuitos económicos y sus condicione­s de vida. La gran debilidad subcontine­ntal está en la capacidad instalada de Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y de ventilador­es disponible­s para atender a pacientes críticos.

En el país, Bogotá y Barranquil­la ya advierten franjas de ocupación entre el 60 % y 70 % de esos equipos. Lo inquietant­e es que se trata de un circuito, de una cadena de funcionami­ento bastante sensible. Si allí, por ejemplo, colapsa la red hospitalar­ia y se contrae la vida económica, los efectos se expanden al resto del territorio nacional.

Por eso, la contención nacional depende de los departamen­tos, aquellos de sus ciudades, estas de sus barrios y los vecindario­s de los ciudadanos, de cada uno. Dar pasos atrás sería catastrófi­co para una economía bastante lastimada, y tremendame­nte adverso en términos de salud pública.

No se trata de generar pánico ni de alarmismos contraprod­ucentes. Se trata, precisamen­te, de cuidar un patrimonio de resultados eficaces aun para un país con las debilidade­s institucio­nales del nuestro. El presidente Iván Duque y los gobernante­s locales han hecho un esfuerzo monumental de pedagogía y control, lo más acertados posibles.

Hay que preguntarn­os qué queremos, qué deseamos: ¿un país desbaratad­o por el virus? ¿O uno capaz de superar con inteligenc­ia y disciplina esta prueba histórica universal?

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