100 DÍAS (POR AHORA) DE ENCIERRO
El lunes 22 de junio cumplí 100 días de aislamiento. Las potencias de 10 de por sí no dicen nada, pero por algún motivo como sociedad decidimos darle valor conmemorativo: lo utilizo como excusa para hacer un recuento de estos días rarísimos.
He sido muy crítico de las extensiones a la cuarentena a partir del 27 de abril. De pronto demasiado crítico. La postura ha sido motivada por el hecho de una extrema complacencia por parte de muchos sectores ante algo que no era sostenible en el largo plazo, y cuyos beneficios de corto plazo eran (son) cada vez menos claros.
Sin embargo, en general me parece que el país –y en particular Antioquia y Medellín– le ha dado buen manejo a una crisis imprevisible. Criticar con retrovisor es muy fácil, siempre se hallarán cosas que se pudieron haber hecho mejor, pero al hacer el comparativo regional nos encontramos con resultados satisfactorios: contrastados con Perú, Chile, Brasil o Ecuador los indicadores de Colombia parecen buenos, ante lo cual varios pronósticos sugieren que tendremos una recuperación “menos’pior”.
Aún así, sigo teniendo mis críticas, casi todas encaminadas a un montón de costos más silenciosos que se han despreciado más de lo que se debería. El deterioro del mercado laboral será grandísimo y difícil de recuperar. Me parece injusto el trato paternalista y diferenciado que se les ha dado a los mayores de 70. Creo que no deberíamos descansar hasta encontrar la forma de reabrir colegios, sobre todo los públicos.
Hemos permitido que limiten demasiado nuestras libertades. Uno no se debería sentir como un criminal por tomarse una cerveza, menos por querer visitar a las personas que aprecia.
En lo personal, tengo la fortuna de haber podido llevar una cuarentena sin mayores percances. Pero nadie tiene monopolio del sufrimiento, por más que se esté en una situación privilegiada este cambio de vida abrupta desestabiliza a cualquiera. Como muchos, me he llegado a sentir mal, lo digo sin vergüenza.
Por último, creo que los profetas apocalípticos quedarán en el olvido. No muchas cosas van a cambiar. Nuestro estilo de vida no fue el culpable de esto. Por el contrario, pudo haber sido nuestro salvador: en ningún momento de la historia habíamos estado mejor preparados para adaptarnos y mitigar los riesgos de una pandemia (que aunque no lo crean algunos, no son nuevas)