AFROLATINOS Y RACISMO: CONVERSACIONES INCÓMODAS
Todas las noches, entre semana, me siento junto a la periodista Ilia Calderón en el Noticiero Univisión para contar lo que ha pasado en el mundo. Pero mucha gente no sabe todo lo que tuvo que pasar para estar sentada ahí.
Su historia, como la de muchos latinos con ascendencia africana en Estados Unidos, está marcada por enormes logros personales y perseverancia frente a un ambiente hostil y racista.
Ella nació en el Chocó, en Colombia, al que describe como “nuestro pequeño paraíso negro”. Pero a los 10 años, cuando se fue a estudiar a un colegio católico a la ciudad de Medellín, una de las estudiantes blancas le hizo un gesto de asco y le dijo: “Negro ni mi caballo”. Ese primer choque con el racismo en América Latina la marcaría para siempre.
Cuando se mudó a Miami en 2001 para seguir su carrera de periodista, las cosas no fueron muy distintas. “Yo vengo de enfrentar casos de racismo en Colombia”, me dijo, “y llego aquí a enfrentar lo mismo. Es la manera en que te miran, es la manera en que actúan cuando tú estás alrededor. Es como vivir la experiencia (del racismo) dos veces: por ser hispana y por ser negra”.
La discriminación contra ellos va mucho más allá de groseras expresiones verbales prejuiciosas. El racismo es parte del sistema asocial estadounidense que los pone en constante desventaja. Comparados con otros latinos en Estados Unidos, los afrolatinos suelen tener menor escolaridad. También, menores ingresos familiares. Esta es una conversación que debemos tener todos los latinos, por más incómoda que sea.
Ilia –a quien millones de personas ven en sus pantallas y cuyo libro autobiográfico “Es mi turno” está a punto ser publicado– ha decidido usar su voz para cambiar las cosas. “Es importante que me vean; mi presencia en la televisión significa que alguien se ve representado en mí”, me dijo. Ella cree que el racismo existe en toda Latinoamérica y que cuando venimos a Estados Unidos migra con nosotros. Lo mismo piensa Janvieve
Williams Comrie, organizadora social y defensora de los derechos humanos de origen panameño. “Los comportamientos de nuestros países de origen han sido también transmitidos aquí”, me dijo en una entrevista. “Yo he oído a la gente hablando en español diciendo cosas despectivas de las personas afrodescendientes”.
Actualmente, uno de cada cuatro latinoamericanos –de aproximadamente 640 millones de personas– se identifica con su ascendencia africana, según un estudio del Banco Mundial. Pero, como indica el informe, están subrepresentados en los espacios de toma de decisiones en los sectores público y privado y “son 2,5 veces más propensos a vivir en condiciones de pobreza crónica que blancos o mestizos”.
En el largo y doloroso trayecto de millones de personas de África a América Latina, y luego a Estados Unidos, ha habido importantes avances, como la abolición de la esclavitud y el movimiento de derechos civiles. Pero aún está muy lejos el ideal de igualdad de razas y de una sociedad posracial, en la que no importe el color de piel. El racismo sistémico sigue prevaleciendo.
El asesinato de George Flo
yd en Estados Unidos —luego de que un policía blanco pusiera la rodilla sobre su cuello por alrededor de 8 minutos— ha generado protestas contra la brutalidad policial en todo el mundo y abierto un urgente debate sobre el maltrato que reciben los afrodescendientes. Y parte de la solución está en obligarnos a tener muchas conversaciones incómodas, como esta, sobre el racismo en nuestras casas y dentro de la misma comunidad latina.
Ilia Calderón, por su parte, quiere usar su “voz para decir ‘no más’, esto no puede pasar más”. Pero su optimismo en la lucha contra el racismo tiene un límite. Y a veces no alcanza una sola vida. “Yo creo que le tocará a mi hija (Anna, de siete años)”, me dijo Ilia.
Aún faltan muchos cambios estructurales para que haya igualdad y justicia con los afrolatinos. En ese esfuerzo, los latinos tenemos mucho que aprender de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. Como le dijo
Martin Luther King al líder campesino César Chávez en un telegrama en 1966: “Nuestras luchas son en verdad una sola: una lucha por la libertad, la dignidad y la humanidad” ■
Ilia Calderón quiere usar su “voz para decir ‘no más’, esto no puede pasar más”. Pero su optimismo en la lucha contra el racismo tiene un límite. Y a veces no alcanza una sola vida.