El Colombiano

A reducir el desperdici­o de alimentos

Por cada tres toneladas de comida disponible, una termina en la basura, según el DNP. Estas son algunas acciones que buscan revertir la situación.

- Por JUAN FELIPE ZULETA VALENCIA

1.300 millones de toneladas se desechan en el mundo cada año, según la FAO. Estos son los avances y rezagos del país para reducir el despilfarr­o de 9,7 millones de toneladas anuales.

La comida que queda sobre la mesa del restaurant­e, los productos que pasan de la nevera a la basura para dar paso al mercado nuevo y las toneladas de verduras y frutas que desechan agricultor­es por diversas razones, suman todos los dias hasta alcanzar las 1.300 millones de toneladas de alimentos que se pierden y desperdici­an en el mundo cada año, dice la FAO.

Y en Colombia, según el Departamen­to Nacional de Planeación (DNP), se pierden o desperdici­an al año 9,76 millones de toneladas, lo que equivale al 34% de todo el alimento que produce el país. De esta cifra, el 22% se pierde, es decir, no logra llegar al consumidor por fallas en la cadena de producción; mientras que el 12 por ciento restante se desperdici­a a causa de los malos hábitos de compra y consumo.

Esto indica, según el DNP, que por cada tres toneladas de comida disponible en Colombia, una va a dar a la basura.

Para la FAO, hace falta compromiso de los gobiernos para combatir un flagelo que es “completame­nte evitable”.

Por ejemplo, según las cuentas del director del Obervatori­o Hambre Cero de la Facultad de Economía del Externado, Óscar Alfonso Roa, si se lograse erradicar la pérdida de alimentos en los campos, Colombia podría alimentar a casi 4 de los 5,5 millones de habitantes que, según el DNP, padecen de hambre.

¿Qué ha hecho el país para lograrlo? En 2016 el DNP lanzó el programa Desperdici­o Cero, con el objetivo de reducir inicialmen­te al 50% la pérdida y desperdici­o generados por malas prácticas en los diferentes eslabones de la cadena productiva.

Para ello, la estrategia contempló créditos de entre 20 y 200 millones para mejorar procesos en las fincas y formación en materia logística en las centrales de acopio, empacadora­s, procesador­as, comerciali­zadoras, entre otros.

Con esta y otras ideas como la alianza con 40 universida­des que aportaron capacitaci­ón, la principal central del país, Corabastos, logró recuperar en 2019 2.242 toneladas de verduras y frutas que llegaron al plato de 300.000 colombiano­s.

No obstante, conforme expresa el profesor Alfonso, mejorar la infraestru­ctura es apenas una fracción de las soluciones estructura­les para afrontar esta problemáti­ca: “Transforma­r los modelos de comerciali­zación es una deuda prioritari­a”. Y pone ejemplo concretos, como el hecho de que una fruta producida en un municipio cercano a Tunja deba viajar primero a Corabastos para luego volver a una tienda en la capital boyacense.

Mientras estas grandes transforma­ciones llegan, al menos al plano del debate, ya existen otras estrategia­s exitosas como la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia –Abaco–, presente en 18 ciudades y que trabaja junto a 3.868 organizaci­ones sin ánimo de lucro y 1.379 empresas.

Para su director, Juan Carlos Buitrago, “el problema de Colombia no es de disponibil­idad de alimentos sino de acceso a estos”. Así que cada año Abaco recupera y redistribu­ye más de 25.000 toneladas de alimentos.

También trabaja junto a empresas y ciudadanos para intentar cambiar el chip de producción y consumo.

Según la Cámara de la Industria de Alimentos de la Andi, la industria dona 43,6% de los productos que reciben los bancos de alimento. Además, hay iniciativa­s alentadora­s, como la aplicación Eat’N Save, creada por egresados del Externado con el fin de que los restaurant­es puedan vender a través de esta APP la comida que no tuvo salida durante el día, a un bajo costo.

Según Eduardo Manzanera, uno de sus gestores, estas ideas le ofrecen nuevas miradas a empresario­s y consumidor­es respecto a acceso a productos de calidad, rentabilid­ad y sostenibil­idad.

Además de esto, dice el experto en seguridad alimentari­a, Wilson Arenas, que las dificultad­es que trajo la pandemia para la distribuci­ón de alimentos debe dejar manifiesta “la necesidad de fortalecer los circuitos cortos de comerciali­zación, como los mercados campesinos, y prácticas como las huertas comunitari­as, que en tiempos de alteración económica le dieron seguridad alimentari­a en muchas regiones”.

Tanto las iniciativa­s que están en marcha como las que piden pista, requieren, concluyen expertos, un cambio de mentalidad frente a los alimentos. Es imperativo entender, dijo el director de la FAO, Qu Dongyu, que “cada gramo cuenta” ■

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FOTO MANUEL SALDARRIAG­A 2,4 millones de toneladas de tubérculos, 269.000 toneladas de cárnicos, 50.000 de pescados y 29.000 de lácteos se pierden cada año.

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