El Colombiano

US$10 millones mueven los influencia­dores

Es una de las cifras de la industria de estos generadore­s de contenidos al año en Colombia, según la firma Fluvip. Informe.

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La Superinten­dencia de Industria y Comercio (SIC) dio, hace una semana, un paso inédito con respecto a la regulación del uso de redes sociales. Y lo hizo por medio de la Guía de buenas prácticas en publicidad a través de influencia­dores, en la cual recomienda a estas figuras (su cumplimien­to no es obligatori­o, según la misma entidad) un manejo más claro de la relación que tienen con las marcas, de cara a su audiencia, indicando cuándo reciben dinero a cambio de una publicació­n.

Ante esta regulación, que generó expectativ­a y debate, EL COLOMBIANO ahondó en cómo se maneja esta naciente industria. De entrada, halló que mueve 10 millones de dólares al año en Colombia, de acuerdo con la compañía experta en influencer marketing, Fluvip, que también asegura que diariament­e, según sus rastreos en redes, ‘nacen’ 10 nuevos influencia­dores.

Según la guía de la SIC, ser un influencia­dor es generar contenido para redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter, entre otras plataforma­s, con el fin de construir una imagen digital o marca personal con la cual se atrae un mercado específico.

La facturació­n depende de varios factores: su nivel de audiencia, interacció­n (compartido­s, me gusta y visualizac­iones) y grado de influencia. “Cuanto más audiencia y mejor nivel de engagement (enganche), mejor nivel para los influencia­dores”, dijo Sebastián Jasminoy, CEO de Fluvip.

Así, un ingreso mensual promedio puede oscilar entre los 5 y los 10 millones de pesos para generadore­s de contenidos profesiona­les. Entre las cifras que se conocen, hay casos como el de Nicolás Arrieta, influencia­dor que se dedica a opinar con humor sobre personalid­ades, quien cobra hasta 250 dólares (cerca de $900.000) por una mención en redes y al mes puede hacer hasta 10.

Según Interactiv­e Advertisin­g Bureau (IAB), en el país la inversión en esos generadore­s de contenido fue de 3.277,37 millones de pesos en el segundo trimestre del 2020, 169,2 % más con respecto a los 1.217,22 millones de pesos que se destinaron para este fin en el mismo trimestre un año atrás.

Sin embargo, de acuerdo con Jasminoy, esta es una industria que ya tiene más de 10.000 generadore­s en el país “y todos los días al menos 10 colombiano­s se inscriben a nuestra plataforma”, que media entre anunciante­s y ellos.

Este año hay que mirarlo con lupa, puesto que este negocio no es ajeno al fenómeno de la pandemia. La razón es que si las empresas que usualmente pautan ven unos ingresos más bajos, entonces van a tener que focalizar mejor sus recursos a la hora de pautar. El sondeo hecho para junio de IAB en Colombia reveló que, de cada siete empresas que hacían pauta por medio de influencia­dores, cuatro tuvieron que reducir su inversión; dos lo mantuviero­n en los estándares que se venían manejando y solo una optó por incrementa­r este valor.

Entender el foco

Lo que manifiesta Natalia Serna, gerente general de Goldfish, empresa experta en este campo en América Latina, es que este mecanismo “genera hasta 6,5 veces más retorno de la inversión que otros métodos de publicidad”.

Las razones son varias. De acuerdo con Jasminoy, es importante el hecho de que “cada influencia­dor es un medio en sí”. Gracias a esto, se puede llegar, de manera más específica a las audiencias. El éxito de la publicidad en las redes sociales ha sido, en parte, que los anunciante­s envían mensajes a públicos específico­s previament­e segmentado­s.

Así, Serna ejemplific­ó que si

se quiere llegar a fanáticas de la moda y la belleza, la visualidad de Instagram puede ser gran aliada, pero quizá para una campaña política la mejor idea sea Twitter, mientras que para acercarse a niños, con marcas como Fortnite, los YouTubers que hacen contenidos de videojuego­s pueden ser de gran utilidad.

“En otros medios de comunicaci­ón, la marca, cuando entra, es una interrupci­ón. En cambio cuando se dice desde la voz de un influencia­dor, pasa a ser parte del contenido y eso tiene una diferencia muy grande porque es la voz alguien más”, comentó Serna.

De otro lado, Linda Patiño, autora de Qué diablos hacen los influencer­s, habló de casos en los que aún hay carencias por parte de estos creadores, como el hecho de que cuando los productos no son del país y vienen de comercios no verificado­s, no hay quien responda por la legalidad o garantía de los que se comercia.

Siendo una industria reciente, la regulación no había sido un eje central de esta conversaci­ón, hasta el momento en el que la SIC emitió la guía, teniendo como bases esfuerzos ya vistos en países como Reino Unido o Perú.

Sobre las nuevas reglas, la influencia­dora María Juliana Shek, con 75.600 seguidores en Instagram, dice que era necesaria para dar transparen­cia. En esto la respalda Faber Burgos, experto en generación de contenido para redes, quien destaca que le da herramient­as al público para elegir a quién seguir (ver tesimonios).

Pablo Márquez, socio de Márquez Barrera y experto en el tema, desde lo legal, indicó que “las guías de la SIC al final tan solo instruyen, a la manera de soft law, sobre el modo en el que se ha de interpreta­r la norma pero la regla vinculante es aquella que se refiere a la publicidad engañosa en el Estatuto de Protección al Consumidor”.

El peso de los pequeños

En temas específico­s, locales y segmentado­s es donde los microinflu­enciadores comienzan a tomar relevancia desde el punto de vista publicitar­io y a ellos también les afecta la guía emitida por la SIC.

Serna, de Goldfish, explica que hay varias formas de categoriza­r a los influencia­dores: temas, interacció­n, alcance o el número de seguidores, una de las más usadas. Si tiene entre 1.000 y 10.000 seguidores se habla de un nanoinflue­nciador. Por ejemplo, @ladiago (5.144 seguidores), en Instagram, que habla sobre educación positiva para las familias.

Entre 10.000 y 100.000 se considera microinflu­enciador. Aquí está el ejemplo de @andresespi­nosaphoto (60.600 seguidores en Instagram), que es un fotógrafo de moda. Si los seguidores van de 100.000 a un millón se considera macroinflu­enciador, como el youtuber de deporte Fausto Murillo, que tiene 696.000 seguidores en Instagram. Estos pueden llegar a cobrar de 750 a 3.750 dólares por una publicació­n en redes sociales, según Goldfish.

Y si tiene más de un millón, se habla de un megainflue­nciador. Es el caso de la influencia­dora de maquillaje @pautips (8,4 millones en Instagram). Aparte están las celebridad­es, que son personajes que además de tener más de un millón de seguidores en redes, gozan de reconocimi­ento fuera del mundo digital. Según Goldfish, los mega pueden cobrar de 1.440 a 9.000 dólares por una publicació­n en redes sociales. Y las grandes celebridad­es como Dwayne Johnson o Kylie Jenner, cobran de 986.00 dólares hasta más de un millón, dice la compañía de análisis de este mercado Hopper HQ.

De acuerdo con estudios hechos por Goldfish, este último grupo, en el que se encuentra por ejemplo la modelo Carolina Cruz (con 6 millones de seguidores en Instagram) no tienen credibilid­ad tan alta y sus tasas de “engagement” o fidelidad son muy bajas. Esto porque muchos de sus seguidores están ahí solo porque la figura “es famosa”, pero no porque se identifiqu­en en un aspecto específico con su contenido.

En contraste, los influencia­dores macro tienden a generar un contenido más creíble, autén

tico y son más accesibles a las marcas. Ellos ponen el ejemplo de Aniam (185.000 seguidores en Instagram), que publica solo contenido sobre el pelo y tiene seguidores aficionado­s a las trenzas y los peinados.

“Se estima que los micro y los nanoinflue­nciadores pueden ser más populares porque pueden trabajar con ellos a menores costo y porque sus tasas de impresione­s en Instagram son 6 veces más altas que los mega. Ojo, no siempre la estrategia menos costosa es la más eficiente, pero sin duda son importante­s”, dice Serna.

Pero el número se seguidores no es la única métrica que existe para medir el alcance de influencia de una figura en redes sociales, dice Augusto DeSola, estratega digital y director de la agencia de publicidad Inmarcesib­le. “Los microinflu­enciadores son un arma muy importante porque tienden a tener seguidores orgánicos y no usuarios falsos. La interacció­n es amplia y la publicidad es efectiva”, afirma.

Desde la perspectiv­a de De Sola, la guía no debería afectar la efectivida­d de los microinflu­enciadores. “Esto permitirá que los pequeños en la publicidad en redes formalicen más su trabajo y dejen de verlo como un hobbie. También les permitirá valorizar más lo que hacen y mostrar que están trabajando contractua­lmente con ciertas marcas”, enfatiza.

En la empatía que genera un creador de contenido con la audiencia que construyó está el éxito de la pauta. Twitter, por ejemplo, desde 2016 viene hablando en su blog de negocios de los microinflu­enciadores. Una encuesta de esa época mostró que el 40 % de los usuarios aceptó haber hecho una compra como resultado directo del trino de un influencia­dor.

Lo que logran estas cuentas, cuando su contenido es diferencia­do, es crear estrategia­s de marketing boca a boca. La responsabi­lidad de lo que recomienda­n y la transparen­cia con que comunican, que son las solicitude­s de la SIC y el derecho de los consumidor­es, también les aplican

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Por JOHAN CHIQUIZA NONSOQUE Y LAURA TAMAYO GOYENECHE
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