TEMA: PRIMERA INFANCIA
Ahorrar con los recursos de la primera infancia no es un buen camino. Por el contrario, invertir en ella no solo beneficia a los niños de hoy, sino que favorece la futura estabilidad y prosperidad del país.
“Ahorrar con los recursos de la primera infancia no es un buen camino. Por el contrario, invertir en ella no solo beneficia a los niños de hoy, sino que favorece la futura estabilidad y prosperidad del país”.
La noticia es inquietante, en el presupuesto general de la nación para 2021 habría una reducción en los recursos que se destinan a la primera infancia ( véase la edición del 7 de octubre de EL COLOMBIANO). En la asignación presupuestal para el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) hay un déficit de $620 mil millones que afecta, según la directora de la entidad, especialmente a dos de sus áreas misionales: primera infancia y protección, y el eje de restablecimiento de derechos. Con esto se recortarían 84.000 cupos de atención integral a la primera infancia y a 62.000 niños en proceso de restablecimiento de derechos se les suspenderían sus servicios en agosto del año entrante.
Si la decisión de hacer esa reducción queda en firme, se dejaría de lado el propósito de hacer una política de Estado para la niñez y la juventud, una política que garantice de forma permanente un presupuesto adecuado para atender a esos segmentos de la población. El presupuesto del ICBF, y en particular de este bloque de programas, vuelve a ser procíclico, en el sentido de que cuando la economía está en una fase expansiva, aumenta el gasto para infancia y juventud. Y que cuando la economía está en la fase depresiva, como lo está ahora, disminuye el gasto.
Dos consideraciones adicionales en relación con ese faltante presupuestal. La primera, es la necesidad de tener una visión de largo plazo en esta problemática. La primera infancia es crítica para la formación de habilidades y capacidades de la niñez. Durante los primeros cinco años de vida el cerebro madura más rápido que en cualquier otro momento y es más maleable que nunca. Si no hay una atención adecuada, en términos de salud, atención, seguridad, aprendizaje temprano y cuidados en esa etapa de la vida, como adultos esas personas pueden perder en promedio una cuarta parte de su ingreso potencial, mientras que los países pierden la posibilidad de crecer gracias a esa inversión hasta un monto equivalente al doble de su gasto actual en salud y educación.
De otra parte, hay que resaltar que la niñez y, en particular los niños más pequeños, son muy vulnerables frente a la pandemia que azota al mundo en este momento. Muchos de ellos viven en situación de pobreza y las respuestas de política pública frente a la pandemia, tales como el confinamiento, pueden agravar sus problemas. Los niños, ante el cierre de colegios y guarderías, no solo pierden la posibilidad de acceder a la escuela para la primera infancia, sino que están más expuestos a la desnutrición y a la violencia.
Ahorrar con los recursos de la primera infancia definitivamente no es un buen camino. La inversión en la primera infancia no es excesivamente costosa y sí es muy rentable socialmente. Según el premio Nobel James Heckman, el retorno de la inversión en la primera infancia es del 6 % al 10 % anual por dólar, y de acuerdo con el estudio Perry Preschool Project, en Estados Unidos la tasa de retorno de la inversión en los programas de primera infancia es hasta del 13.7 % anual.
Invertir en los más pequeños es un imperativo moral, económico y social, como lo ha planteado la Unicef. Invertir en la primera infancia no solo beneficia a los niños de hoy, sino que favorece la futura estabilidad y prosperidad del país. Todavía se puede enmendar la plana, vale la pena