El Colombiano

UN CLÁSICO DE LA LENGUA

- Por HERNANDO URIBE C., OCD hernandour­ibe@une.net.co

El 15 de octubre celebramos la fiesta de Santa Teresa de Jesús, uno de los grandes clásicos del siglo de oro de la lengua española. Su estilo, de mentalidad sapiencial, consiste en atesorar en la palabra lo vivido. A la inversa del realismo mágico, que pone la realidad al servicio de la fantasía, Teresa pone la fantasía al servicio de la realidad. Su lenguaje adquiere un valor similar al del evangelio, que encierra en cada frase la presencia de Su Majestad acontecien­do en ella.

Teresa cuenta con el instinto poderoso de cultivar su talento, que la impulsa a ser lectora apasionada, presintien­do que su vocación consiste en llenar la palabra oral y escrita con la riqueza enorme de su interiorid­ad. El tesoro que el lector, guiado de su mano maestra, tiene por descubrir y cultivar en sí mismo como única garantía de felicidad en un mundo de espejismos.

Teresa tiene 45 años cuando prohíben los libros religiosos en español, decisión que la afecta sobremaner­a. Mas Teresa se siente de repente convocada a leer el “libro vivo”, de suerte que “muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros: Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades”.

Escritora singular, Teresa escribe lo que le dicta Su Majestad, “como quien tiene un dechado delante”, y agrega: “porque veo claro no soy yo quien lo dice, que ni lo ordeno con el entendimie­nto ni sé después cómo lo acerté a decir”, y “que muchas de las cosas que aquí escribo, no son de mi cabeza, sino que me las decía este mi Maestro celestial”.

Paul Claudel debía tener en el inconscien­te a Santa Teresa al escribir: “Las palabras que empleo son las palabras de todos los días, y ya no son las mismas. Estas flores son tus flores, y dices tú que no las reconoces. Ese mar en nuestro mar, y he aquí que voy hollando sus olas triunfalme­nte”. La frase teresiana es arrobadora. “Me era gran deleite considerar ser mi alma un huerto y al Señor que se paseaba en él”.

Quien desee conocer su geografía interior, encontrará en el Libro de la Vida de Santa Teresa una guía habilísima. Con el peligro de que la cadencia musical de la frase le produzca tal deslumbram­iento que le impida realizar su propósito. La mano que señala es tan seductora, que puede hacer perder de vista el horizonte vislumbrad­o.

Teresa confiesa tener como intención: “engolosina­r las almas de un bien tan alto”. Su Majestad, la golosina de las golosinas. ¡La delicia!

Escritora singular, Teresa escribe lo que le dicta Su Majestad, “como quien tiene un dechado delante”, y agrega: “porque veo claro no soy yo quien lo dice, que ni lo ordeno con el entendimie­nto ni sé después cómo lo acerté a decir”.

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