DEMOCRACIA O AUTORITARISMO PARA EL 2026
Colombia es una país que se caracteriza por contar con una sociedad marcadamente heterogénea, desarticulada, con muy poca movilidad y escaso sentido de pertenencia y solidaridad; por tanto, es apenas lógico que una colectividad con estas características sea proclive a reaccionar favorablemente ante cualquier propuesta que se presente y sustente con fórmulas mesiánicas extremas, de corte populistas y demagógicas, preferiblemente de izquierda, porque en el ideario colectivo de desesperación y exclusión, el discurso emocional de cambio e innovación, adquiere el carácter de mensaje de esperanza y corrección. El cuadro es más grave si se tiene en cuenta que la pandemia pudo haber agudizado síntomas tan delicados como el desempleo, la desesperanza y el marginamiento.
Es cierto que dentro del cálculo de probabilidades puede darse un rápido giro hacia un gobierno de extrema, lo más seguro es que el paso definitivo hacia un sistema populista de orientación demagógica no se alcance plenamente para el proceso electoral del 2022, pues como siempre se ha sostenido por historiadores y analistas, de todas maneras el país cuenta con una clase intelectual e industrial urbana, así como un sector medio, lo suficientemente estructurados y fuertes, como para impedir que algo espectacular e inesperado suceda en el próximo evento electoral.
El ascenso de los movimientos de extrema, demagógicos y autoritarios, ordinariamente es producto de un proceso gradual que les permite inicialmente apropiarse o aumentar su influencia en distintas instituciones del Estado (establecimiento) y de la sociedad civil, como fiscalías, cortes, juzgados, tribunales, órganos de control, alcaldías, gobernaciones, concejos, asambleas, juntas administradoras, instancias académicas, medios de comunicación, asociaciones de campesinos y comunales, gremios y afines.
¿Qué hacer para evitar que algo así evolucione hacia el año 2026? La solución no está en el desconocimiento de la fuerza institucional, ni en incrementar las políticas de represión. Se requiere un gran consenso democrático de centro, que permita una alta legitimidad institucional en medio de tolerancia y libertad. La clase dirigente en el gobierno, en la empresa, en el comercio, en la academia, deben desarrollar con agresividad y decisión una profunda actividad política para generar las medidas de cambio social necesarias para apaciguar los síntomas que llevarían al extremo. No se trata de un discurso más, muy propio de quienes se enceguecen con el modelo del Estado social de derecho, mientras guardan silencio ante los desajustes de la sociedad. Como se explicará en próxima entrega, se trata de construir a partir de una posición pospositivista que exige respetar las reglas, siempre y cuando tengan un mensaje deontológico de contenido social. Con los instrumentos que da la Constitución Política, es necesario adoptar medidas para elevar los niveles de educación, empleo, salud, saneamiento ambiental, servicios públicos de distinta índole y participación sociopolítica inclusiva. Lo expuesto exige utilizar las redes sociales para una gran convocatoria nacional con el fin de exponer fórmulas que hagan realidad el mandato constitucional acerca de la prevalencia del gasto público social sobre cualquier otro tipo de erogación
Se requiere un gran consenso democrático de centro, que permita una alta legitimidad institucional en medio de tolerancia y libertad.