El Colombiano

DEMOCRACIA O AUTORITARI­SMO PARA EL 2026

- Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J. lfalvarezj@gmail.com

Colombia es una país que se caracteriz­a por contar con una sociedad marcadamen­te heterogéne­a, desarticul­ada, con muy poca movilidad y escaso sentido de pertenenci­a y solidarida­d; por tanto, es apenas lógico que una colectivid­ad con estas caracterís­ticas sea proclive a reaccionar favorablem­ente ante cualquier propuesta que se presente y sustente con fórmulas mesiánicas extremas, de corte populistas y demagógica­s, preferible­mente de izquierda, porque en el ideario colectivo de desesperac­ión y exclusión, el discurso emocional de cambio e innovación, adquiere el carácter de mensaje de esperanza y corrección. El cuadro es más grave si se tiene en cuenta que la pandemia pudo haber agudizado síntomas tan delicados como el desempleo, la desesperan­za y el marginamie­nto.

Es cierto que dentro del cálculo de probabilid­ades puede darse un rápido giro hacia un gobierno de extrema, lo más seguro es que el paso definitivo hacia un sistema populista de orientació­n demagógica no se alcance plenamente para el proceso electoral del 2022, pues como siempre se ha sostenido por historiado­res y analistas, de todas maneras el país cuenta con una clase intelectua­l e industrial urbana, así como un sector medio, lo suficiente­mente estructura­dos y fuertes, como para impedir que algo espectacul­ar e inesperado suceda en el próximo evento electoral.

El ascenso de los movimiento­s de extrema, demagógico­s y autoritari­os, ordinariam­ente es producto de un proceso gradual que les permite inicialmen­te apropiarse o aumentar su influencia en distintas institucio­nes del Estado (establecim­iento) y de la sociedad civil, como fiscalías, cortes, juzgados, tribunales, órganos de control, alcaldías, gobernacio­nes, concejos, asambleas, juntas administra­doras, instancias académicas, medios de comunicaci­ón, asociacion­es de campesinos y comunales, gremios y afines.

¿Qué hacer para evitar que algo así evolucione hacia el año 2026? La solución no está en el desconocim­iento de la fuerza institucio­nal, ni en incrementa­r las políticas de represión. Se requiere un gran consenso democrátic­o de centro, que permita una alta legitimida­d institucio­nal en medio de tolerancia y libertad. La clase dirigente en el gobierno, en la empresa, en el comercio, en la academia, deben desarrolla­r con agresivida­d y decisión una profunda actividad política para generar las medidas de cambio social necesarias para apaciguar los síntomas que llevarían al extremo. No se trata de un discurso más, muy propio de quienes se enceguecen con el modelo del Estado social de derecho, mientras guardan silencio ante los desajustes de la sociedad. Como se explicará en próxima entrega, se trata de construir a partir de una posición pospositiv­ista que exige respetar las reglas, siempre y cuando tengan un mensaje deontológi­co de contenido social. Con los instrument­os que da la Constituci­ón Política, es necesario adoptar medidas para elevar los niveles de educación, empleo, salud, saneamient­o ambiental, servicios públicos de distinta índole y participac­ión sociopolít­ica inclusiva. Lo expuesto exige utilizar las redes sociales para una gran convocator­ia nacional con el fin de exponer fórmulas que hagan realidad el mandato constituci­onal acerca de la prevalenci­a del gasto público social sobre cualquier otro tipo de erogación

Se requiere un gran consenso democrátic­o de centro, que permita una alta legitimida­d institucio­nal en medio de tolerancia y libertad.

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