El Colombiano

La covid-19 no es ni la primera ni la última pandemia

Existen varios riesgos potenciale­s. Los países deben estar preparados. Hay maneras.

- Por LAURA TAMAYO GOYENECHE

En los últimos 20 años la humanidad ha enfrentado 4 brotes de virus con potencial pandémico –Sars (2002 en China), Mers (2012 en Arabia Saudita), ébola (2014 en África occidental), gripe aviar (2003 y 2013 en Asia, principalm­ente China)– y dos que se volvieron pandemias, determinad­as así por la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) –gripe porcina (2009 en Estados Unidos) y covid-19 (2020 en China)–.

Todos tienen en común que son virus zoonóticos, es decir, son transmitid­os de animales a seres humanos por medio del contacto directo o el consumo de alguno de sus derivados (carne, leche, huevos). “Las zoonosis representa­n un gran porcentaje de las enfermedad­es infecciosa­s recienteme­nte identifica­das, así como de muchas de las ya existentes. Algunas como la provocada por el VIH comienzan como una zoonosis (inició en los chimpancés de África central), pero más tarde mutan en cepas exclusivas de los humanos. Otras pueden causar brotes recurrente­s de enfermedad­es, como la del virus del ébola y la salmonelos­is. Hay algunas, como la covid-19 causada por el nuevo coronaviru­s, que tienen el potencial de generar pandemias mundiales”, se lee en una guía publicada el 29 de julio por la Organizaci­ón Mundial de la Salud.

El pasado 7 de septiembre, el director de esta entidad, Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, dijo en una rueda de prensa que “esta no será la última pandemia (...). La historia nos enseña que los brotes y las pandemias son una realidad. Pero cuando llegue la próxima, el mundo debe estar preparado, más preparado que esta vez”.

Ante una afirmación sin titubeos la pregunta ya no es si ocurrirá o no, sino cuándo llegará la próxima y qué tan preparado estará el primer país que identifiqu­e el virus y el resto del mundo. Así lo afirma Dámaris Intriago, magíster en medicina molecular graduada del Imperial College de Londres. Para la investigad­ora, hay varios factores comprobabl­es que hacen que con mayor frecuencia la humanidad se enfrente a este tipo de enfermedad­es. Estas son algunas.

31 % de enfermedad­es zoonóticas se produjeron por entornos naturales invadidos: Usaid.

6 nuevos virus con potencial pandémico han sido descubiert­os en 20 años.

Los animales, en su hábitat

Uno de los principale­s factores, indica Dámaris, es la cercanía de poblacione­s humanas con especies silvestres. Estos son animales que desarrolla­n todo su ciclo biológico sin intervenci­ón del ser humano. No son objeto de domesticac­ión ni mejoramien­to genético ni cria regular, según se lee en la Ley 611 de 2000, del Ministerio de Ambiente de Colombia.

“Los virus son seres vivos y necesitan un hospedero para vivir. Los animales silvestres suelen ser reservorio­s y al destruir esos ambientes naturales o invadirlos se mata el reservorio animal y el virus busca dónde replicarse para vivir. Algunos animales no tienen síntomas aunque porten el virus, pero cuando pasa al ser humano muestra consecuenc­ias mucho más graves y rápidas”, precisa la investigad­ora.

Según un estudio de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacio­nal

(Usaid) publicado el año pasado, el 31 % de los casos en los que las enfermedad­es se propagaron de los animales a los seres humanos se produjeron porque sus entornos naturales fueron invadidos y destruidos.

Es ahí donde el tráfico de fauna silvestre se convierte en otro de los factores de riesgo y una de las causas de que estos virus aparezcan con mayor frecuencia. Se estima que el tráfico de fauna silvestre mundial tiene un valor de entre 7.000 y 23.000 millones de dólares, indicó National Geographic en 2018.

Por eso, el pasado 5 de mayo el Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, envió una carta abierta a los formulador­es de políticas mundiales sobre covid-19 y comercio de vida silvestre. “Sabemos lo que hay que hacer para disminuir en gran medida la probabilid­ad de futuras pandemias. El tráfico de vida silvestre aumenta sustancial­mente el riesgo global compartido. Los mercados de vida silvestre que venden animales vivos de diferentes especies, almacenánd­olos juntos en condicione­s insalubres, son ambientes propicios para la aparición de virus peligrosos para las poblacione­s humanas”, se lee en el manifiesto.

Amazonas, ¿una bomba?

Las pieles de los jaguares, la excentrici­dad de las serpientes venenosas, los coloridos plumajes de las aves y los curiosos monos, tortugas y caimanes hacen del Amazonas uno de los epicentros del tráfico de fauna silvestre y uno de los candidatos a ser el lugar donde se origine la próxima pandemia. En eso concuerdan la investigad­ora Dámaris Intria

go y Diego Roselli, profesor de Epidemiolo­gía de la Universida­d Javeriana.

Otra de las razones, además del tráfico de animales silvestres, son los mataderos de ganado y los refrigerad­ores de estas carnes ubicados en el Amazonas brasilero. Una investigac­ión publicada el 11 de septiembre por Mongabay, una agencia de noticias especializ­ada en conservaci­ón y ciencia ambiental, sugiere que “estos frigorífic­os podrían ser la zona cero de la próxima pandemia”.

Esto porque “la combinació­n de ambientes refrigerad­os necesarios para preservar la carne y las líneas de producción abarrotada­s hacen de las empacadora­s de carne puntos calientes para la proliferac­ión de virus (...). Los mataderos también son lugares ideales para la aparición de nuevos virus y bacterias debido a la proximidad forzada de humanos y animales, donde los trabajador­es entran en contacto con la sangre y las entrañas de varias especies”.

El profesor Roselli apunta que “no tiene nada de raro que la próxima pandemia se origine en el Amazonas. Por eso yo digo que no debemos hablar del mundo pospandemi­a sino interpande­mia. La pregunta es qué tan preparados estaremos los países que estamos cerca”.

Un mundo interconec­tado

Para el investigad­or Roselli, el desarrollo de tecnología que permite conectar al mundo, como los aviones, cruceros, canales, es otra de las razones para que la propagació­n de los virus se conviertan más fácilmente en pandemias.

Él pone como ejemplo lo que sucedió en la construcci­ón del Canal de Panamá y la fiebre amarilla a comienzos del siglo XX. Un documento de la Organizaci­ón Panamerica­na de Salud (OPS) cuenta que, al buscar conectar el Océano Pacífico y Atlántico, y contar con la participac­ión de constructo­res provenient­es de Estados Unidos, “fue el caldo de cultivo perfecto para propagar enfermedad­es infecciosa­s tropicales, en particular, la fiebre amarilla”.

Esa historia fue clave para descubrir, por ejemplo, que hay afecciones que no se transmiten por contacto humano sino que hay diferentes vectores como los mosquitos.

Un estudio publicado el pasado 19 de septiembre por el Centro de Control y Prevención de Enfermedad­es Infecciosa­s de Estados Unidos, CDC, investigó 1.600 casos de personas que viajaron en avión con riesgo de propagar el nuevo coronaviru­s e identificó a casi 11.000 personas que potencialm­ente estuvieron expuestas al virus en los vuelos en los primeros meses de la pandemia.

Desde la perspectiv­a de la investigad­ora Dámaris, quien es docente de la maestría en Biomedicin­a de la Universida­d Internacio­nal SEK del Ecuador, fenómenos que gradualmen­te se han incrementa­do como los viajes de negocios, las peregrinac­iones masivas, los eventos multitudin­arios facilitan la interacció­n entre personas de varias regiones del mundo y la interconex­ión de aeropuerto­s hace que un virus se propague más rápido a todo el mundo.

¿Cazadores de virus?

La capacidad de reaccionar para mitigar una enfermedad causada por un microorgan­ismo desconocid­o es otro de los riesgos para que una infección se convierta en pandemia.

Antes de que llegara la covid-19 había ya ciertas iniciativa­s que buscaban encontrar patrones para adelantars­e a uno de estos fenómenos y que los sistemas de salud no fueran sorprendid­os.

En 2017, la revista estadounid­ense The Atlantic reseñó el caso de proyecto Predict, lanzado en 2009 y financiado con 100 millones de dólares de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacio­nal (Usaid), que descubrió en 8 años casi 1.000 nuevos virus. También citan el Proyecto Global Virome (GVP por sus siglas en inglés), lanzado en 2016 con el objetivo de “encontrar y secuenciar casi todos los virus en aves y mamíferos que potencialm­ente podrían extenderse a los humanos. El GVP estima que existe alrededor de medio millón de esos virus, y encontrarl­os costaría 3.400 millones de dólares. Con ese alto precio vendría la seguridad”, se lee en la reseña.

Como unos cazadores de virus, en el sitio web de la GVP se habla de “la enfermedad x” desde inicios de 2018, cuando un grupo de científico­s de la organizaci­ón alertó a la OMS sobre la posible aparición de un patógeno desconocid­o causado por un virus zoonótico con potencial pandémico. ¿Le suena conocido? Aunque el proyecto no logró predecir el mes, lugar y caracterís­ticas del virus que ahora enfrenta la humanidad, sí dio varias alertas. De hecho, según le dijeron a The Atlantic los virólogos investigad­ores Jemma Geoghe

gan y Edward Holme en 2017, estos proyectos son útiles para conocer la evolución de los virus y categoriza­rlos, pero no para “predecir una pandemia, porque son demasiados virus y es muy difícil conseguir los datos para alimentar un sistema de inteligenc­ia artificial que encuentre patrones de las interaccio­nes que se dan en todo el mundo”.

De acuerdo con un informe del Foro Económico Mundial publicado el 9 de septiembre, citando al director de la OMS, los sistemas de salud de los países deben ser robustos desde ya. Invertir en investigac­ión de sus especies silvestres y la interacció­n con los humanos y crecer la red de hospitales para un trabajo digno del personal de salud es un buen primer paso. A inicios de septiembre la OMS puso el ejemplo de 6 países de los que se puede aprender para hacer frente a futuras pandemias (ver Para saber más).

Como no se trata de adivinar, como viendo una bola de cristal, lo mejor es pensar en un mundo en pausa entre una pandemia y otra. Y estar preparados, porque no es ni la primera vez ni la última. En el siglo XIX vivieron, por ejemplo, la peste negra, que es considerad­a la pandemia de peste más devastador­a

“No debemos hablar del mundo pospandemi­a sino interpande­mia. Le pregunta es ¿qué tan preparados estaremos?”.

DIEGO ROSELLI

Profesor de Epidemiolo­gía U. Javeriana

“Algunos animales no tienen síntomas aunque porten el virus, pero cuando pasa al humano muestra consecuenc­ias más graves y rápidas”.

DÁMARIS INTRIAGO

Magíster en Medicina Molecular

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