El Colombiano

UNA HISTORIA

- Por RAFAEL ISAZA GONZÁLEZ rafaelisaz­ag@une.net.co

Amable lector. David Livingston nació en marzo de 1813 en un condado escocés. De joven trabajó en una hilandería. Más tarde estudió teología y medicina. La primera vez que intentó predicar, su timidez no le permitió hablar. Solo alcanzó a decir: Perdón, he olvidado todo lo que quería decir.

Un amigo le aconsejó irse a África, donde podría ejercer la medicina y olvidarse de su vocación de misionero. Cuando llegó a ese continente sintió compasión por su gente, en particular por el tráfico de esclavos. Comenzó a prestarles ayuda a todos hasta que el cansancio lo rendía. Los nativos al ver como actuaba con ellos, lo llamaron el Hombre bueno.

Mientras ejercía la medicina, en los fines de semana predicaba. Después de un tiempo la gente comprendió su mensaje: Si él era un hombre bueno, el Dios de que les hablaba también era bueno. Lástima que hoy más de uno de los que hablan en nombre de Cristo, con su vida dan mal ejemplo.

Gracias a sus conocimien­tos médicos y con la ayuda de la quinina salvó la vida de cientos de nativos, incluyendo la suya, que muchas veces sufrió severos ataques de fiebre. No solo les administra­ba medicament­os, sino que les enseñaba a vivir mejor.

Se casó con Mary, una joven que había conocido las penurias de habitar en África. Construyó una escuela que más tarde fue destruida como advertenci­a por protestar contra el comercio de esclavos.

Su esposa murió víctima de las fiebres, él lloró su partida. A sus hijos los envió a Inglaterra. Luego emprendió la búsqueda de las fuentes del Nilo y las vertientes que alimentaba­n grandes lagos. Durante dos años nadie volvió a saber de él.

El periódico New York Herald se interesó en averiguar por su suerte. Envió a su mejor reportero, Henry Morton Stanley. Con la ayuda de una numerosa tropa emprendió su búsqueda. Luego de superar toda clase de obstáculos, peligros y enfermedad­es, lo encontró. El reportero le suplicó que regresara a Inglaterra y la respuesta fue: Todavía tengo muchas cosas que hacer.

Siguió en la búsqueda de las fuentes del Nilo hasta que las fuerzas lo abandonaro­n. Los nativos exclamaron: El Hombre bueno ha muerto. Sus restos reposan en la Abadía de West Mister. Alguien dijo de él: fue el hombre que iluminó el continente Negro. H.M. Stanley continuó su misión en el África donde realizó grandes aportes que permitiero­n conocer mucho mejor el embrujo de ese continente.

Estos dos grandes hombres, fueron reconocido­s y admirados por su pueblo. Nosotros en cambio, a quien mejor ha servido a la Patria, lo premiamos con injurias, calumnias y la privación de la libertad.

PD. Dos amigos se encontraro­n en un velorio. Mientras observan al muerto, uno le preguntó al otro por la plata que le prestó, él respondió que se la había enviado con el difunto. Este breve cuento es similar a la explicació­n que han dado la Farc sobre el asesinato de Álvaro Gómez H. y el general Landazábal

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