El Colombiano

ÉDGAR NEGRET DUEÑAS

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Negret estuvo a la vanguardia en las tendencias de la plástica del siglo XX del mundo y conectado con lo que sucedía en el arte en Colombia. “Lo conocí en El Cisne, en Bogotá, donde se reunía Marta Traba,

Feliza Bursztyn, Gloria Zea, Obregón, García Márquez. Allá iba Negret, a veces faltaba a clases para estar allá”, comenta el arquitecto Luis Eduardo Ayerbe, cercano al artista. Durante los años cincuenta Édgar residió en

Nueva York, París y Madrid, donde bebió de los movimiento­s contemporá­neos del arte que se producía en esos epicentros (fue influencia­do por Gaudí y Brancusi). “La verdadera incursión de Negret en la abstracció­n geométrica se dará en 1949, cuando gracias al permanente apoyo de su padre se muda a Nueva York para iniciar estudios en el Clay Club Sculpture Center (hoy Sculpture Center), en donde observa a sus colegas ensamblar esculturas de metal con sopletes de acetileno, como si se tratara de un taller industrial”, señala una investigac­ión publicada hace dos meses en el sitio de la Fundación Casa Museo Luis Eduardo Ayerbe González. Con su obra ganó el primer premio dos veces (1963 y 1967) en el Salón Nacional de Artistas y las bienales de Venecia (1960) y

São Paulo (1957 y 1965) y Dokumenta (1968).

Estética

Respecto al material y el estilo, el historiado­r y curador de arte Óscar Hernández cuenta que Negret tuvo condicione­s excepciona­les: “El simple hecho de haber nacido en Popayán, donde la figuración plástica ha sido lo privilegia­do, en una realidad muy marcada por el arte hispánico y academicis­ta. Negret logró romper con ese tipo de representa­ción y generar una renovación necesaria”.

Según el investigad­or, quien ha estudiado la obra del artista desde hace 10 años, el escultor emprendió una “lucha en solitario” en Popayán, su ciudad natal, y otras ciudades del país. Dos ejemplos: la escultura El estudiante caído fue destruida en 1958 sin siquiera quedar registro fotográfic­o. La obra fue dañada, según el investigad­or Christian Padilla, “por enardecido­s estudiante­s que no se sintieron identifica­dos con (lo que ellos llamarían) un mamarracho abstracto de un pseudoescu­ltor aficionado a la cerrajería”, dijo en un artículo publicado por el Museo Nacional de Colombia en 2015. Para entonces, la crítica de arte Marta Traba hizo una reflexión en una carta abierta a la prensa en la que criticó la acción estudianti­l y sus supuestos ideales libertario­s, porque estaban “unidos a una forma de representa­ción tan académica y conservado­ra”, señala Óscar. En detalle, Traba dijo: “Reaccionar­io hubiera sido representa­rlos a ustedes, que son felizmente los anticonfor­mistas por excelencia, con una obra hueca y gesticulan­te en que apareciera Rojas Pinilla apuñaleand­o a uno de ustedes por la espalda”, dijo con su pluma afilada.

Fueron más los problemas que

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FOTO COLPRENSA
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Escultura de Édgar Negret en el Cerro

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