20 años del gran regalo del maestro Botero a Medellín
Hace 20 años se creció el Museo de Antioquia y nació la Plaza Botero. Un trabajo en equipo.
Haga memoria y trate de recordar ese regalo que marcó su vida, ese detalle que aunque ya no atesore dio un giro a su existencia. Imagine esa sensación aumentada no a una persona, sino a toda una ciudad.
El maestro Fernando Botero le ha dado regalos al Museo de Antioquia desde 1974, cuando se llamaba Museo Zea y estaba ubicado junto a la actual sede. El primero un cuadro de una virgen de más de dos metros llamado Exvoto. Ahí comenzó el idilio del artista antioqueño con este lugar y en adelante hubo más entregas, en 1976 y en 1984, luego el ofrecimiento de una gran donación en 1997 condicionado a la adquisición de una nueva sede para el museo que necesitaba adaptarse a lo que estaba pasando.
Esa oferta llegó por carta, enviada por Fax, a la directora del museo en ese entonces, Pilar Velilla, para que la hiciera llegar a las autoridades locales de ese momento, Álvaro Uribe Vélez en la gobernación y Sergio Naranjo en la alcaldía: “Medellín necesita un gran museo que sea un atractivo más de la ciudad (...). Si el municipio o la gobernación donaran un lote realmente importante en tamaño y ubicación, se podría construir (...). Si este proyecto se inicia yo estaría dispuesto a hacer una donación de una nueva sala de pintura, otra de escultura y una de dibujo y contribuiría con un millón de dólares al presupuesto de la construcción del edificio”, escribió a puño y letra. Esa carta fue el inicio de todo.
A finales del 97 (ver Cronología), ya finalizando el mandato de los gobernantes de turno, Botero y Uribe firmaron un acta de intención para el cambio de sede del museo en los terrenos de la Fábrica de Licores de Antioquia y para que su obra estuviera allí.
“Esa gestión no fue fácil y era una propuesta muy ambiciosa, como también lo fue el hecho de que el museo haya permanecido en el Centro”, precisa Velilla, al hablar de esa fallida ejecución.
Los primeros pasos
Juan Gómez Martínez llegó a la Alcaldía de Medellín el 1 de enero de 1998 y la primera cita que tenía agendada era con Pilar Velilla. La idea de reformar el Museo era común y empezaron a trabajar para recibir la donación del maestro. Velilla cuenta que en total alcanzó a visitar 28 sitios en los que podría estar el museo. El tiempo fue corriendo y la historia tuvo un giro particular.
“Se armó la gorda”
El artista paisa lo ha contado muchas veces y se lo repitió hace casi dos años, en noviembre de 2018, a este diario en una entrevista exclusiva en su casa en Mónaco: “Cuando decidí donar mi colección se la ofrecí a Medellín y no me pararon bolas (...). Envié la carta al Banco de la República (en Bogotá) y me respondieron de inmediato”. Entonces en el ambiente quedó la idea de que Botero no le iba a dar nada a Medellín y sí a Bogotá y empezó el alboroto.
Una recién graduada arquitecta, Ana María Villa, inició una campaña de recolección de firmas cuando se dio cuenta del hecho, “como algo pequeño y se fue volviendo grande. Eran tiempos sin redes sociales, sin celular, esa campaña era a mano y a pie, firma tras firma para decirle a Botero que los ciudadanos queríamos su obra”.
La campaña, que comenzó en agosto de 1998, tuvo como lema, “si Botero no regala sus obras se nos arma la gorda”, y se convirtió en un tema de ciudad. Encontró las puertas abiertas de empresas y medios de comunicación, los niños hacían hasta dibujos para demostrarle su amor y admiración al maestro. Villa terminó recogiendo 150.000 firmas que gracias al entonces secretario de Educación de Medellín, Juan Luis Mejía, quien la contactó con uno de los hijos de Botero, Juan Carlos, pudo darla a conocer al artista.
Primero fue una llamada telefónica, a Pietrasanta, Italia, para hablar con Botero. “Él sabía todo lo que se estaba generando en la ciudad, no hizo sino darme las gracias, y me explicó que tenía que cumplir su promesa y darle a Bogotá lo que le había ofrecido, pero que la oferta a Medellín y su museo seguía en pie, ‘quiero hacer un museo con la obra mía’, me dijo”, cuenta Villa.
Y es que si algo tenía claro Pilar Velilla era que el ofrecimiento de Botero a Medellín iba a ser una realidad. “Él nunca se negó, nunca dijo que no se la iba a dar”. Así como Florencia alberga las obras de Miguel Ángel, Barcelona las de Gaudí y Girona las de Dalí, Botero quería que Medellín tuviera las suyas y la campaña de Villa ayudó a acelerar el proceso y a tocar fibras.
Con las muestras de afecto ciudadano y la visita de las autoridades de turno a la casa del maestro en París, en septiembre de 1998 se oficializó la construcción del nuevo Museo de Antioquia y una plaza con 10 esculturas. El alcalde creó una gerencia del proyecto con Tulio Gómez a la cabeza,
“El museo, instalado en uno de los edificios patrimoniales más hermosos del país, dinamizó la vida cultural de la ciudad”.
PILAR VELILLA
Exdirectora del Museo de Antioquia