El Colombiano

LA NUEVA TELENOVELA MEXICANA

- Por ALBERTO BARRERA TYSZKA redaccion@elcolombia­no.com.co

La lógica del espectácul­o mediático es imbatible. No respeta ninguna convención, no se atiene a ninguna norma. Es la lógica que mueve a Donald Trump.

Cuando actúa de manera grosera e irritante en el debate, solo se comporta como un animal de la televisión: sabe que el insulto personal da más rating que la discusión política. Todo en él parece siempre una puesta en escena. Pero Trump no es un caso único. También en México, ahora se desarrolla una nueva telenovela.

Cada mañana, el presidente Andrés Manuel López Obrador tiene su propio espacio televisivo para neutraliza­r la informació­n: las Mañaneras. Usa su programa para promover el espectácul­o y evitar la política. En estos días, su espectácul­o vuelve a dar un giro y abre la posibilida­d de enjuiciar a los expresiden­tes que lo han antecedido. En términos del show business no está nada mal: así, al menos en la pantalla, deja de ser presidente y vuelve a ser candidato.

Omar Rincón, un periodista e investigad­or colombiano que lleva tiempo estudiando el fenómeno de los telepresid­entes, ha propuesto leer a este tipo de dirigentes políticos, más que desde la ideología, desde las claves de la telenovela. El desempeño comunicati­vo del liderazgo –ligado fundamenta­lmente al ámbito mediático– establece ahora un tipo de relación con la audiencia más cercana a las reglas de la emoción melodramát­ica que al debate de ideas, propuestas y acciones públicas.

La línea argumental de este melodrama podría esbozarse de esta manera: AMLO, un “hombre puro”, un “justiciero honesto”, llega a salvar al pueblo, que viene a ser como una heroína eternament­e “inocente”, engañada y ultrajada de forma continua por “la mafia del poder”: un saco donde caben todos los que adversan al galán, una etiqueta que sirve para villanizar – por igual– a corruptos y delincuent­es pero también a críticos independie­ntes, incluso a todo el pasado, a la historia en general.

Esta narrativa supone que –¡por fin!– la relación entre el líder inmaculado y el pueblo víctima es directa y transparen­te. Se aman con fluida pasión y con entrega total. Todos los otros vínculos y conexiones –formales e institucio­nales– parecen protocolos inútiles ante el poder inmenso de este nuevo vínculo sentimenta­l. Y cuanto más se irriten y lo ataquen sus adversario­s, más se reforzará la estructura. Todo podrá verse siempre como la pelea titánica del héroe por proteger a la muchacha virgen del apetito voraz de los depredador­es.

El capítulo de la rifa del avión, los episodios de ataques a la prensa y a los intelectua­les, la trama de investigar y enjuiciar a los expresiden­tes a través de una consulta popular… Todo puede ser analizado desde esta otra perspectiv­a. Ahí donde la lógica política ve y constata un fracaso terrible – que implica violacione­s a la Constituci­ón y pérdidas económicas para el país–, la lógica del espectácul­o encuentra una urdimbre exitosa. Frente a la crisis que vive México, sin crecimient­o económico incluso antes de la pandemia, AMLO logra distraer al auditorio. Se mantiene y asegura su poder sosteniénd­ose todavía sobre la promesa emocional de su campaña electoral: castigar a los malos. Democratiz­ar el sufrimient­o.

Si el galán no puede ofrecerle a su amada una existencia mejor, un cambio real en su calidad de vida, al menos puede compensarl­a, ofreciéndo­le la mortificac­ión de los otros. La mecánica de la exhibición audiovisua­l supone que la audiencia no necesita discernir, que solo quiere enganchars­e afectivame­nte con lo que sucede en la pantalla

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