UN PACIENTE DIFÍCIL
Creo que estas historias muestran lo que ha sucedido durante los últimos diez días, desde que Trump diera positivo en una prueba de covid-19.
En la fotografía, los manifestantes desfilan por los alrededores de la Casa Blanca, cubiertos de pies a cabeza con trajes blancos de los que usan los médicos en las salas de cirugía. Uno de ellos lleva en sus manos una pancarta que dice: “Desinfecten la Casa Blanca”. Adentro, el presidente Donald Trump sigue bajo observación de los médicos, custodiado por agentes del Servicio Secreto. Cuando están cerca de él, todos usan batas de protección, gafas de plástico y máscaras N95. El círculo de personas que lo han visto es muy pequeño. La Casa Blanca ha reducido al mínimo su personal para evitar los contagios, ya que al menos 34 colaboradores cercanos de Trump están infectados de covid-19 , entre ellos el jefe de la campaña republicana y la secretaria de prensa de la Casa Blanca.
El presidente gasta su tiempo grabando videos, hablando por teléfono con los periodistas del Canal Fox News, su principal aliado en la campaña, concediendo entrevistas telefónicas y escribiendo airados mensajes en Twitter contra sus rivales demócratas. El último fue contra la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy
Pelosi, quien se mostró alarmada por el comportamiento errático del presidente y propuso un debate para aprobar una ley que permita su reemplazo si es evidente su incapacidad para cumplir con sus funciones.
Trump respondió, lleno de furia: «La loca Nancy es la que debería estar bajo observación. ¡No la llaman loca por nada!».
Creo que estas historias muestran lo que ha sucedido durante los últimos diez días, desde que Trump diera positivo en una prueba de covid-19, en el cierre de la campaña electoral más controvertida de los últimos años en EE.UU.
Han sido diez días agotadores para los médicos que lo atienden, para los electores, para su equipo de campaña y hasta para las bolsas de valores, pendientes de su salud y de sus decisiones.
Para los médicos, los dolores de cabeza empezaron el jueves 1 de octubre cuando las pruebas de covid-19 realizadas a él y su esposa Melania resultaron positivas. El viernes, a pesar de que tenía síntomas de fiebre y decaimiento, Trump se negaba a ser hospitalizado. Solo aceptó la recomendación de sus médicos al caer la tarde y pidió a sus asesores que lo fotografiaran caminando hasta el helicóptero presidencial sin ayuda de nadie.
El domingo, Trump salió intempestivamente del hospital en una camioneta, con sus escoltas, para saludar a un puñado de partidarios que se habían congregado en una avenida, contradiciendo todas las recomendaciones médicas.
El lunes, Trump fue protagonista de un dramático regreso a la Casa Blanca: ante las cámaras, bajó de su helicóptero, subió las escaleras de la entrada principal y, con un gesto de arrogancia, se quitó el tapabocas y posó firme, mientras el helicóptero partía. La escena duró un par de minutos que él aprovechó para hacer un saludo militar.
El resto de la semana, Trump se pasó tomando esteroides, peleando por volver a su oficina del despacho oval y posando para varios videos publicados por la Casa Blanca, en los que con su cara, cubierta de maquillaje, se muestra optimista, aunque por momentos su voz es ronca y parece tener problemas para recuperar el aliento.
También empleó su tiempo en armar una trifulca con los demócratas por la aprobación de los subsidios para las empresas afectadas por la crisis económica. Además, discutiendo las reglas del juego para el segundo debate con su rival Joe Biden, en Miami. Aunque todavía está en cuarentena, Trump insistía que fuera en persona. La Comisión de Debates Presidenciales dijo que debía hacerse en forma virtual. Trump no aceptó. Finalmente, después de una acalorada discusión de 48 horas, la Comisión canceló el debate.
No es una función de circo. Son las elecciones presidenciales de EE.UU.