El Colombiano

EL DILEMA CON LAS REDES

- Por DAVID ESCOBAR ARANGO * david.escobar@comfama.com.co * Director de Comfama

Querido Gabriel, “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulid­ad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperac­ión”. Esta famosa frase de Dickens en Historia de dos ciudades que se ajusta a muchas épocas y situacione­s aplica también para el internet y las redes de nuestros tiempos. Luego de ver el documental El dilema de las redes sociales te invito a conversar sobre estas plataforma­s, si estar o no en ellas, cómo usarlas para nuestro beneficio e impedir que abusen de nosotros, nos manipulen y agudicen nuestro lado más oscuro.

Hace 12 años, en la primera campaña de Obama en los Estados Unidos, algunos pensamos que se estaba realizando el sueño del internet que fortalecer­ía la democracia y enriquecer­ía el debate. Los idealistas de la red, amantes de Wikipedia y de su espíritu libre, colaborati­vo y desregulad­o nos emocionamo­s y celebramos. Con los años, sin embargo, las redes cambiaron, sus algoritmos se refinaron para succionar la atención de las personas con el fin de comerciali­zar ideologías, bienes y servicios. Apareciero­n hackers que atacaron las más antiguas democracia­s, surgió la posverdad y aumentó la polarizaci­ón. Se convirtier­on en la gran paradoja de nuestro tiempo. En el mismo espacio en el que uno puede comprar un libro en un clic o alegrarse, segundos después de que ocurra, porque el premio Nobel de Literatura fue otorgado a una poeta que escribió algo tan bello como: “las cosas que no pueden moverse aprenden a mirar”, se alientan manifestac­iones violentas, se amplifican el odio y la mentira y se acaba en horas con la reputación de una persona o una institució­n.

El linchamien­to en redes de esta semana contra Filarmed por su concierto en un avión fue especialme­nte doloroso. Sin meternos a epidemiólo­gos, con respeto por el miedo de cada uno y reconocien­do ciertos errores que deben ser fuente de aprendizaj­e, hay que resaltar que el trabajo de la Orquesta este año es grande y hermoso: resistir con coraje, cuidar a músicos y públicos, enseñarnos que la música es una herramient­a de transforma­ción social y recordarno­s que no debemos perder la fe en la humanidad. Ninguna lapidación está justificad­a, pero algunas, como esta, deberían convertirs­e en motivo de reflexión colectiva.

En mi caso, por otro lado, las redes me sirven bien. Me regalan belleza y conocimien­to. En ellas revolotean colibríes y tucanes, pululan las ideas de Steven Pinker, Thomas Friedman, David Brooks, Martha Nussbaum, Alejandro

Gaviria y muchos más. Sus algoritmos me ayudan a prestar atención a la izquierda y la derecha. Su inteligenc­ia artificial me ayuda a perseguir los matices y las ideas que me incomodan; me permiten leer, para mantenerme alerta, a Trump, Bolsonaro, Maduro y AMLO, y sus correspond­ientes colombiano­s. Aprecio mis redes porque me acercan a Yourcenar, a Borges y a Cortázar, a la poesía y al arte. Las valoro porque en ellas aprendo de salud, medio ambiente, espiritual­idad, economía y política.

Esta semana fue, al final, muy hermosa, porque gracias al internet y las redes pudimos disfrutar del Festival de Teatro San Ignacio para “tocar universos sensibles”, como dice Octavio Arbeláez. Luz y tinieblas, sabiduría y locura, al final depende de nosotros, de lo que llevemos adentro y lo que queramos proyectar al mundo. A propósito, podemos comenzar nuestra tertulia con estos versos del poeta griego Anacreonte: “Quiero hacer odas a la guerra / pero solo el amor resuena / en mi lira de siete cuerdas”

Luz y tinieblas, sabiduría y locura, al final depende de nosotros, de lo que llevemos adentro y lo que queramos proyectar al mundo.

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