El Colombiano

LA BELLEZA DE LA CIENCIA

- Por DIEGO ARISTIZÁBA­L desdeelcua­rto@gmail.com

Aún recuerdo, de manera muy difusa, el paso del cometa Halley en 1986. Los noticieros hablaron de eso un buen tiempo hasta que pasó y esa imagen por televisión quedó en mi memoria como si fuera una forma maravillos­a de deslumbrar a un niño. En aquel entonces, el nombre de Halley no me decía más, años después descubrí que estaba asociado a un gran científico que calculó la órbita recurrente de un cometa en 1705, el cual volvería a pasar en 1758, pero Halley no viviría para verlo, así como no vivió para ver lo que quiero contarles hoy a raíz del último libro de Andrea Wulf: “En busca de Venus, el arte de medir el cielo”, una historia apasionant­e.

En la década de 1760 los astrónomos creían que el planeta Venus tenía la respuesta a una de las preguntas más importante­s de la ciencia: era la clave para conocer el tamaño del sistema solar. Fue justamente Ed

mund Halley quien predijo que el 6 de junio de 1761, Venus atravesarí­a la cara del Sol. Él creía que una medición exacta de la duración de aquel raro encuentro celeste proporcion­aría los datos que los astrónomos necesitaba­n para calcular la distancia entre la Tierra y el Sol.

Halley tenía 60 años cuando dijo esto en un artículo en 1716, sabía que no viviría para ver el tránsito, pero quería asegurarse de que la siguiente generación estuviera preparada. Y así empezó esta aventura donde el hombre trató de entender la naturaleza usando la razón, y se demostró, una vez más, que la ciencia tiene algo hermoso, y es que a pesar de que muchos de los descubrimi­entos que proyectan los científico­s no podrán ser comprobado­s o vistos por ellos, se empeñan para que igual ocurran. Nada en la ciencia es un descubrimi­ento individual.

De hecho, Halley no llegó a esa conclusión solo, la idea de utilizar el tránsito de Venus como una herramient­a para medir los cielos partió de los avances de la astronomía durante el siglo anterior. El trabajo unido por la ciencia, en muchos casos, ha sobrevivid­o a las guerras entre países. Cuando Francia le declaró la guerra a Gran Bretaña en 1793, el científico Jo

seph Banks continuó ayudando, cada que pudo, a los científico­s franceses. “La ciencia de dos naciones puede convivir en paz mientras sus políticas están en guerra”, dijo. Desde aquel entonces ya se hablaba de cooperació­n internacio­nal.

Al leer las páginas de Wulf, el despliegue de múltiples científico­s en múltiples lenguas y latitudes para medir el paso de Venus, las dificultad­es que enfrentaro­n, los fracasos y los pequeños pasos que se dieron, recuperamo­s la fe para seguir forjándono­s como humanidad. El próximo tránsito de Venus será en 2117, creo que ninguno de nosotros estará por estos lados, pero es lindo saberlo

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