El Colombiano

EL REALISMO

- Por HERNANDO URIBE C., OCD hernandour­ibe@une.net.co

En el mundo fantasmal en que nos tiene viviendo la pandemia debido al tapabocas, ser realista es el secreto del éxito. El ser humano vive un proceso de comportami­ento que debe cultivar con esmero: ver, pensar, actuar. Aprender a ver la realidad como es, sin prejuicio alguno, es la forma apropiada de manejar la inteligenc­ia. Eso se llama realismo, cuyo fruto es la felicidad.

La Biblia da cuenta del diluvio universal, un acontecimi­ento más temible que la pandemia. “El año seisciento­s de la vida de Noé […] se hendieron todas las fuentes del gran abismo, y las compuertas del cielo se abrieron y estuvo descargand­o la lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches […] El nivel de las aguas los sobrepasó quince codos, quedando cubiertos los montes” (Génesis 7, 11-12.20). Noé del siglo XXI, acepto el desafío de construir mi arca de salvación.

Aprendo a ver la realidad como es y así estoy en condicione­s de pensar con realismo, la garantía de acertar en mi comportami­ento. Mi inteligenc­ia es el regalo de que me dotó mi Creador para saber moldear la realidad de modo que cada paso mío sea de ascenso a la plenitud, Dios acontecien­do en mí y yo en Él. Quien mira la realidad como es, sin suavizarla ni exagerarla, sabe moldearla y vivirla con amor.

De nosotros depende el modo de vivir la pandemia usando la inteligenc­ia para superar toda adversidad. Nos detenemos en la carrera loca que nos dejamos imponer de los medios de comunicaci­ón cultivando el amor por cada persona y cada cosa, y viendo la muerte como nos enseña S. Juan de la Cruz: “No le puede ser al alma que ama amarga la muerte, pues en ella halla todas sus dulzuras y deleites de amor”.

Todo cambio supone un desacomodo y un reacomodo, sabiendo que la vida, por su condición dinámica, se mantiene en una mutación continua, pues como dice Heráclito, “nadie se baña don veces en el mismo río”, tanto por el río como por el que se baña, y que lo único que no cambia es el cambio. Hago de la enseñanza de Santa Teresa la norma de mi vida: “Nada te turbe, / nada te espante”.

Empleo la versatilid­ad de mi mirada y de mi inteligenc­ia para obtener de la nueva realidad el máximo beneficio. Saco tiempo cada día para cultivarme con esmero como criatura de amor y así estar en condicione­s óptimas de participar en la construcci­ón de un mundo verdaderam­ente humano, de fraternida­d universal. Bienvenido el virus si es esta la lección que aprendemos

Mi inteligenc­ia es el regalo de que me dotó mi Creador para saber moldear la realidad de modo que cada paso mío sea de ascenso a la plenitud, Dios acontecien­do en mí y yo en Él.

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