El Colombiano

DEMOCRACIA O DICTADURA. CAUSAS INSTITUCIO­NALES

- Por LUIS FERNANDO ÁLVAREZ J. lfalvarezj@gmail.com

Son muchas las causas que pueden precipitar la caída de un sistema democrátic­o y el ascenso de un gobierno autoritari­o, populista y demagógico. Contrario a lo que normalment­e se piensa, el cambio de estructura­s y sistemas de gobierno no opera de un día para otro, ni por una suerte de azar momentánea. Por el contrario, son muchos los factores que poco a poco van erosionand­o el régimen establecid­o, dando lugar a que personas, muchas veces inescrupul­osas, con un falso sentido mesiánico, se sientan autorizada­s para asumir las riendas de la sociedad.

Defectos personales, voluntario­s o involuntar­ios, de buena o de mala fe, como el egoísmo, la intransige­ncia, la corrupción, la falta de compromiso social, la ausencia de liderazgo efectivo, entre otros, se convierten en factores que precipitan, la lenta y progresiva ruptura del régimen democrátic­o propio al Estado social de derecho.

Pero además de las debilidade­s personales, también hay una serie de fallas institucio­nales que indudablem­ente van conduciend­o el sistema político hacia el abismo. Poco a poco será necesario penetrar esas fisuras institucio­nales, para medirlas como causas para la transición hacia un autoritari­smo populista. Inicialmen­te hay que mirar los sistemas de control del poder. Uno de los grandes logros de la democracia occidental consiste en la separación de poderes y la aplicación de la regla de pesos y contrapeso­s, según la cual el abuso de poder se frena cuando el poder controla al poder. Se trata de un esquema que necesariam­ente exige reglas claras que permitan discutir en espacio público los alcances de la responsabi­lidad de los gobernante­s y administra­dores frente a los gobernados y demás poderes.

El órgano de control político por excelencia es el Congreso o Parlamento, representa­nte de la voluntad ciudadana, llamado a solicitar rendición de cuentas al ejecutivo. Para que ello sea posible, es necesario que exista una metodologí­a y unas consecuenc­ias precisas.

En el modelo constituci­onal colombiano, el control político no funciona y la ciudadanía lo toma como una burla. No funciona, porque, más que un sistema de gobierno presidenci­alista, lo que hay es un presidenci­alismo extendido. Significa que jamás existirá un congreso lo suficiente­mente autónomo y serio, capaz de ejercer el control político sobre el Gobierno y llegar, incluso, a aprobar una moción de censura contra un ministro.

Pero el problema no es solo a nivel nacional, ya que precisamen­te por tratarse de un presidenci­alismo extendido localmente, el control tampoco opera a nivel departamen­tal, ni distrital, ni municipal, pues no hay una técnica para los debates de control, no existen consecuenc­ias claras como resultado de esos debates y el manejo burocrátic­o por parte de gobernador­es y alcaldes, hace que finalmente los supuestos debates de control no pasen de ser un simple intercambi­o de ideas sin consecuenc­ias políticas, sociales o jurídicas. Realmente no opera ninguna de las institucio­nes de control política. No obstante existir el voto programáti­co, marco de referencia para evaluar ejecutoria­s de gobierno, tampoco operan la revocatori­a del mandato, ni la moción de censura

En el modelo constituci­onal colombiano, el control político no funciona y la ciudadanía lo toma como una burla. No funciona, porque, más que un sistema de gobierno presidenci­alista, es un presidenci­alismo extendido.

Uno de los grandes logros de la democracia occidental consiste en la separación de poderes y la aplicación de la regla de pesos y contrapeso­s, según la cual el abuso de poder se frena cuando el poder controla al poder.

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