DEMOCRACIA O DICTADURA. CAUSAS INSTITUCIONALES
Son muchas las causas que pueden precipitar la caída de un sistema democrático y el ascenso de un gobierno autoritario, populista y demagógico. Contrario a lo que normalmente se piensa, el cambio de estructuras y sistemas de gobierno no opera de un día para otro, ni por una suerte de azar momentánea. Por el contrario, son muchos los factores que poco a poco van erosionando el régimen establecido, dando lugar a que personas, muchas veces inescrupulosas, con un falso sentido mesiánico, se sientan autorizadas para asumir las riendas de la sociedad.
Defectos personales, voluntarios o involuntarios, de buena o de mala fe, como el egoísmo, la intransigencia, la corrupción, la falta de compromiso social, la ausencia de liderazgo efectivo, entre otros, se convierten en factores que precipitan, la lenta y progresiva ruptura del régimen democrático propio al Estado social de derecho.
Pero además de las debilidades personales, también hay una serie de fallas institucionales que indudablemente van conduciendo el sistema político hacia el abismo. Poco a poco será necesario penetrar esas fisuras institucionales, para medirlas como causas para la transición hacia un autoritarismo populista. Inicialmente hay que mirar los sistemas de control del poder. Uno de los grandes logros de la democracia occidental consiste en la separación de poderes y la aplicación de la regla de pesos y contrapesos, según la cual el abuso de poder se frena cuando el poder controla al poder. Se trata de un esquema que necesariamente exige reglas claras que permitan discutir en espacio público los alcances de la responsabilidad de los gobernantes y administradores frente a los gobernados y demás poderes.
El órgano de control político por excelencia es el Congreso o Parlamento, representante de la voluntad ciudadana, llamado a solicitar rendición de cuentas al ejecutivo. Para que ello sea posible, es necesario que exista una metodología y unas consecuencias precisas.
En el modelo constitucional colombiano, el control político no funciona y la ciudadanía lo toma como una burla. No funciona, porque, más que un sistema de gobierno presidencialista, lo que hay es un presidencialismo extendido. Significa que jamás existirá un congreso lo suficientemente autónomo y serio, capaz de ejercer el control político sobre el Gobierno y llegar, incluso, a aprobar una moción de censura contra un ministro.
Pero el problema no es solo a nivel nacional, ya que precisamente por tratarse de un presidencialismo extendido localmente, el control tampoco opera a nivel departamental, ni distrital, ni municipal, pues no hay una técnica para los debates de control, no existen consecuencias claras como resultado de esos debates y el manejo burocrático por parte de gobernadores y alcaldes, hace que finalmente los supuestos debates de control no pasen de ser un simple intercambio de ideas sin consecuencias políticas, sociales o jurídicas. Realmente no opera ninguna de las instituciones de control política. No obstante existir el voto programático, marco de referencia para evaluar ejecutorias de gobierno, tampoco operan la revocatoria del mandato, ni la moción de censura
En el modelo constitucional colombiano, el control político no funciona y la ciudadanía lo toma como una burla. No funciona, porque, más que un sistema de gobierno presidencialista, es un presidencialismo extendido.
Uno de los grandes logros de la democracia occidental consiste en la separación de poderes y la aplicación de la regla de pesos y contrapesos, según la cual el abuso de poder se frena cuando el poder controla al poder.