El Colombiano

TEMA: LA MINGA

Marchar hacia Bogotá y aceptar únicamente interlocuc­ión directa con el presidente Duque, es una forma de medir la fuerza y la convocator­ia que pueden sumar, en un entorno de agitación opositora.

- ILUSTRACIÓ­N MORPHART

“Marchar hacia Bogotá y aceptar únicamente interlocuc­ión directa con el presidente Duque, es una forma de medir la fuerza y la convocator­ia que pueden sumar, en un entorno de agitación opositora”.

Adiferenci­a de ocasiones anteriores, la Minga indígena que marcha hacia Bogotá, no reclama esta vez un largo petitorio de reivindica­ciones y exigencias presupuest­ales, sino que pide entablar un debate directamen­te con el Presidente de la República para que éste les rinda cuentas sobre la calidad de la democracia en Colombia, la ejecución de los acuerdos de paz, las políticas para reparto de tierras y la protección a la vida de los miembros de las comunidade­s indígenas y sus líderes que han sufrido ataques y atentados contra su vida, con alto número de víctimas mortales.

Con cada movilizaci­ón de la Minga, los líderes de las comunidade­s indígenas del sur del país miden también la convocator­ia que suman, el apoyo de otros sectores sociales y políticos, así como la capacidad de interlocuc­ión y la consecuent­e cesión que los consecutiv­os gobiernos les hacen a sus peticiones.

Esta vez no es distinto, aunque sí hay un factor relevante añadido y es la suma de movimiento­s que preparan movilizaci­ones y paros para revivir el movimiento de hace un año, que busca básicament­e que el Gobierno haga un giro en sus políticas y adopte como plan de gobierno uno alternativ­o, radicalmen­te distinto al que lo llevó al poder en las elecciones de 2018. Es una forma de pretender variar, a través de las marchas masivas y continuas, un mandato electoral proferido por la mayoría de votantes que, como es bien sabido, no suele marchar en apoyo del Gobierno que eligió. Esa “mayoría silenciosa” de la que hablan politólogo­s y sociólogos agota su participac­ión política acudiendo a las urnas, pero poco más. Es mucho más visible, así no sea más numerosa, la corriente opositora que moviliza sus huestes en las calles.

A principios de esta semana, el presidente Iván Duque delegó a una comisión de alto nivel, con varios ministros, para que viajara a hablar con los líderes de la Minga y escuchara sus peticiones. Aunque hubo reuniones, los voceros indígenas han sido enfáticos en que solo aceptan una negociació­n directa con el presidente Iván Duque. De las declaracio­nes de voceros como el senador Feliciano Valencia, o Hermes Pete, del Consejo Regional Indígena, esa exigencia se plantea en términos de una comparecen­cia no solo de rendición de cuentas sino como una especie de juicio de responsabi­lidades, como lo advirtiero­n funcionari­os del alto gobierno.

Los gremios económicos y empresaria­les han manifestad­o sus reparos a esta marcha hacia la capital, al considerar­la contraprod­ucente para la reactivaci­ón económica que le urge al país. Otras voces han advertido sobre los riesgos de una movilizaci­ón de unas cinco mil personas hacia Bogotá, pasando por otras capitales departamen­tales. La Alcaldía de Bogotá, por su parte, siguiendo el libreto trazado por la alcaldesa Claudia López desde el inicio de su mandato, ha convertido esto también en una confrontac­ión con el gobierno nacional, con objetivos que no escapan a la finalidad electoral y proselitis­ta.

Hay asuntos que el Gobierno, o los gobiernos, porque no es solo el nacional, deben efectivame­nte atender: la seguridad en las zonas indígenas y de sus resguardos, la protección a la vida e integridad de las comunidade­s, la vigencia de la legalidad en los territorio­s.

En paralelo, el gobierno nacional debería tener un vocero con un mensaje claro y que unifique la posición del Ejecutivo y, ante todo, que esté revestido de suficiente fuerza política y credibilid­ad para que pueda ser más eficaz en mostrar los resultados obtenidos hasta ahora

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