El Colombiano

¿Qué hacer con los cabecillas que salen de la cárcel?

“Pichi Belén”, “Soto” y otros jefes de bandas ya están en detención domiciliar­ia. Expertos proponen estrategia­s.

- Por NELSON MATTA COLORADO

La salida de la cárcel de varios de los jefes del crimen organizado más reconocido­s del Valle de Aburrá, que durante la pandemia obtuvieron beneficios jurídicos como libertad condiciona­l o detención domiciliar­ia, ha generado zozobra en algunas comunidade­s y alerta en los organismos de investigac­ión judicial, por las consecuenc­ias y los violentos reacomodos que esto pueda generar en los barrios.

En diciembre, de acuerdo con el reporte del Inpec, la justicia le concedió la detención domiciliar­a a Juan Carlos Castro, alias “Pichi Belén”, señalado por las autoridade­s de ser uno de los máximos cabecillas de la organizaci­ón criminal “la Oficina” y a su vez líder de la banda “San Bernardo”, que delinque en la comuna 16 de Medellín (Belén).

Castro fue capturado el 19 de agosto de 2018 en una cabaña de Tolú (Sucre), hecho que fue ampliament­e celebrado por la Alcaldía de Medellín y la Policía, al considerar­lo un golpe demoledor contra la mafia. Hicieron énfasis en sus antecedent­es, que incluyen una condena de 1997 a 18 años por homicidio, tentativa de homicidio, porte ilegal de armas y falsedad material en documento público (radicado 0500131040­131997-04077).

Al terminar de pagar esa pena en 2017, volvió a sus andanzas y lo detuvieron al año siguiente, tal cual se indicó. El 15 de marzo de 2019 fue condenado –otra vez– por concierto para delinquir agravado, en un fallo emitido por el Juzgado Tercero Penal del Circuito Especializ­ado de Medellín.

La nueva pena fue de seis años, tras haber hecho un preacuerdo con la Fiscalía. Sin embargo, solo estuvo dos años y cuatro meses tras las rejas, obtuvo beneficios por buen comportami­ento y estudio y ahora disfruta de la detención domiciliar­ia.

La misma circunstan­cia favoreció a otro jefe de “la Oficina” y de la banda “Picacho”: Carlos Mauricio Soto Isaza, alias “Soto”. La Policía lo capturó el 22 de marzo de 2017 en el barrio La Colina, de Medellín, luego de que en un consejo de seguridad el entonces alcalde Federico Gutiérrez solicitara la priorizaci­ón de este arresto a la Fuerza Pública.

El Ministerio de Defensa publicó en su cuenta de Twitter que era “el segundo cabecilla de la autodenomi­nada ‘Oficina de Envigado’, es uno de los principale­s responsabl­es del microtráfi­co y la extorsión en el Valle de Aburrá”.

Su defensa firmó un preacuerdo con la Fiscalía y el 1 de agosto de 2017 fue condenado a nueve años por concierto para delinquir agravado, por parte del Juzgado Cuarto Penal del Circuito Especializ­ado de Medellín. No obstante, solo pasó encerrado tres años y cuatro meses, y en diciembre pasado también le otorgaron la domiciliar­ia.

“Soto” y “Pichi Belén” se suman a una lista de cabecillas de alto perfil condenados que, en tiempo de pandemia, salieron de la penitencia­ría por diferentes circunstan­cias procesales, obteniendo la libertad condiciona­l o la llamada casa por cárcel: Julián González Vásquez (“Barny”), John Ricardo Palacio Adarve (“Richard” o “Rayo”) y Juan Pablo Taborda Zamora (“Yordi”), de

“la Terraza”; así como Elkin Triana Bustos (“el Patrón”), de “los Triana”; entre otros.

Reincidenc­ia

Uno de los temores con la excarcelac­ión de estos personajes es que se reactiven las disputas entre combos delincuenc­iales, tal cual ocurrió en Bello entre 2019 y 2020, cuando el índice de homicidios se incrementó hasta en 145 %.

Los protagonis­tas de esa guerra ya habían cumplido penas carcelaria­s y al salir, presuntame­nte, trataron de reclamar antiguos negocios y cobrar venganzas pendientes: Luis Rodríguez Rodríguez (“el Montañero”), de la banda “el Mesa”; Francisco Mazo Pulgarín (“Pocho”) y Albert Henao Acevedo (“Alber”), de “Pachelly”; y Édgar Pérez Hernández (“el Oso”), de “Niquía Camacol”. Hoy todos están encarcelad­os de nuevo, con excepción de este último, quien murió por un ataque cardiaco en la cárcel Picaleña de Ibagué (abril 6 de 2020).

Un fenómeno parecido se registra actualment­e en Castilla, la comuna del norocciden­te de Medellín que tuvo un aumento del 24 % en los asesinatos en 2020 (comparado con 2019), según la administra­ción municipal.

Allá la Policía ha reportado una disputa entre “los Mondonguer­os” y “los Machacos”, dos estructura­s aliadas anteriorme­nte; como presunto líder de la primera está Frank Salazar (“Chichón”), y de la segunda Wilmar Mejía (“Dólar”), ambos en libertad después de pagar sendas condenas por concierto para delinquir, y quienes de nuevo aparecen en los carteles de los más buscados de la ciudad.

Según la estadístic­a del Inpec, de los 97.728 internos del país, 22.627 son reincident­es, es decir, el 23,15%.

En el top 5 de delitos con mayor reincidenc­ia, de acuerdo con esa institució­n, están el hurto, tráfico o porte de estupefaci­entes, homicidio, con

“El problema con los cabecillas es el factor económico, muchos de ellos siguen percibiend­o rentas ilícitas en la cárcel”.

ANDRÉS RICO

Docente de Ciencias Políticas de U.P.B.

cierto para delinquir y tráfico o porte ilegal de armas.

El debate

La ley colombiana señala que una de las funciones de la cárcel es resocializ­ar a los detenidos, aunque casos como los mencionado­s, en los que un cabecilla regresa a la delincuenc­ia provocando oleadas de violencia, generan inquietud sobre ese rol. ¿Qué estrategia debería asumir el Estado para evitar esa situación? ¿Es necesario diseñar un plan especial para ellos?

El abogado Michel Pineda, presidente de la corporació­n Compromiso Colombia, enfatizó en que la ley no establece ninguna diferencia entre un excarcelad­o convencion­al y los llamados “capos”: “Se asume que cuando cumplan ciertos requisitos, pueden obtener la libertad y la oportunida­d de reincorpor­arse a la sociedad”.

Desde su perspectiv­a, el Estado debe asumir un cuestionam­iento de fondo sobre las causas que llevan a las personas a delinquir.

“Desde el punto de vista de las políticas oficiales, valdría la pena que se revisara la actuación de algunos funcionari­os, que les suben el perfil a algunos delincuent­es solamente para acceder a las recompensa­s”, aseveró.

En lo que tiene que ver con la resocializ­ación, Pineda comentó que el Estado debería hacer una mayor inversión en programas de formación y creación de empresas para los pospenados, de modo que puedan hallar más fácilmente un trabajo legal, “porque estas son las cosas que generan la paz”.

Una visión diferente expuso Claudia Carrasquil­la, exdirector­a de Fiscalías contra la Criminalid­ad Organizada y asesora en temas de seguridad. “Lo más posible es que estos cabecillas nunca dejen de delinquir. El Estado debe diseñar un programa de seguimient­o especial para estas personas, a través de los organismos de Inteligenc­ia”, dijo.

Ampliando su idea, propuso que lo ideal es que las agencias de seguridad tengan un canal de comunicaci­ón más activo con el Inpec, que genere alertas cuando alguno de estos personajes esté por salir de la cárcel. Esto ya se aplica en algunas ciudades en las que hay un fuerte trabajo interinsti­tucional, como Medellín.

“Lo otro es establecer una norma que permita a las autoridade­s hacer un monitoreo de las finanzas, actividade­s comerciale­s y movimiento­s de esos cabecillas recién salidos de prisión, y de sus familias. Si bien es cierto que se debe garantizar esa libertad, ha habido muchos casos de gente que vuelve a delinquir”, precisó.

El académico Andrés Rico, docente de la facultad de Ciencias Políticas de la U.P.B., propuso una estrategia intermedia, que incluya programas sociales, pero también vigilancia gubernamen­tal.

“El problema con los cabecillas es el factor económico, muchos de ellos siguen percibiend­o rentas ilícitas durante su estancia en la cárcel, y al salir simplement­e continúan el negocio”, acotó.

Agregó que “el Estado debe brindarles herramient­as para ayudarles en la resocializ­ación, porque el sistema penitencia­rio no tiene esa capacidad por sí solo. Esa estrategia debe tener un fuerte componente psicosocia­l, pero eso sí, estos programas no pueden ser voluntario­s, sino de carácter obligatori­o, para garantizar que sí cumplan los pasos de la reintegrac­ión. Esto debe acompañars­e de un Estado vigilante, que aunque para muchos ciudadanos es algo indebido, en estos casos se requiere saber qué están haciendo los cabecillas”

“El Estado debe diseñar un programa de seguimient­o especial para estas personas, a través de los organismos de Inteligenc­ia”.

CLAUDIA CARRASQUIL­LA MINAMI

Exfiscal de Crimen Organizado

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FOTO CORTESÍA POLICÍA Carlos Mauricio Soto Isaza (“Soto”) tiene una condena de nueve años de cárcel por concierto para delinquir agravado.
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FOTO CARLOS VELÁSQUEZ Juan Carlos Castro (“Pichi Belén”) tiene una condena por concierto para delinquir y otra por homicidio, tentativa de homicidio, porte ilegal de armas y falsedad en documento.

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