El Colombiano

REFORMA TRIBUTARIA

Ojalá el Congreso sea consciente de las dificultad­es fiscales y de lo que se nos viene pierna arriba si no saca adelante la mejor versión de la Ley de Solidarida­d Sostenible.

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“Ojalá el Congreso sea consciente de las dificultad­es fiscales y de lo que se nos viene pierna arriba si no saca adelante la mejor versión de la Ley de Solidarida­d Sostenible”.

Con la radicación ayer del proyecto “Ley de Solidarida­d Sostenible”, comienza el proceso que se debe surtir hasta que se obtenga la aprobación final en el Congreso de esa crucial reforma tributaria. Anteriorme­nte, desde que el ministro divulgó sus principale­s ejes hasta el proyecto radicado, se debatió cuál debía ser su contenido. En el debate participar­on los partidos políticos, sindicatos, analistas, personalid­ades y gremios. Casi todos cuestionán­dolo, algunos con vehemencia.

El gobierno quiso mostrar la gravedad de la situación fiscal, pero a veces pareciera que, por lo que se escuchó en la discusión, ese mensaje no llegó y no se tuvo conciencia de la necesidad de que todos pongamos. Se quisieran oír más salidas propositiv­as como las de la ANDI, reconocien­do la compleja situación fiscal y proponiend­o alternativ­as.

En marcado contraste, esas primeras ideas fueron bien recibidas por los técnicos. El director de Fedesarrol­lo dijo en EL COLOMBIANO “La propuesta de reforma tributaria en términos generales está muy alineada con la planteada desde Fedesarrol­lo. Me refiero a nuestra propuesta de reforma integral, donde hay un capítulo tributario que coincide en muchos puntos con esta versión preliminar”.

El proyecto que se radicó ayer acopia algunas sugerencia­s, aquellas con buenos argumentos y una base técnica, que mejoran las propuestas originales. Se mantienen los ejes principale­s que se habían conocido anteriorme­nte: la intención de mantener en forma permanente el programa de ingreso solidario (PIS), la corrección de algunas fallas estructura­les del estatuto tributario actual como las relacionad­as con las exenciones del IVA y la gravación de las pensiones desde cierto nivel (superiores a $7,2 millones de pesos).

Hay un énfasis en la gradualida­d de la ampliación de la base tributaria. En una transición que durará tres años, en 2022 solo pagarán renta los asalariado­s que tengan un ingreso superior a los $50 millones anuales, para el año siguiente entrarán a hacerlo los que reciban más de $35 millones y en el año siguiente los que tengan un ingreso de más de $30 millones.

En el proyecto que se discutirá en el Congreso se estima que esperan recaudar $23,4 billones, equivalent­es al 2 % del PIB. Las personas naturales aportan el 72 % y las jurídicas el 15,8 % ($17,4 billones).

No hay que olvidar que si bien lo que se decida sobre el impuesto a la renta entra a regir el año entrante, las normas sobre el impuesto a las ventas o cualquier otro impuesto de aplicación instantáne­a, entran a tener vigencia instantáne­a.

Aparecen temas fundamenta­les. Muy importante, por ejemplo, actualizar la regla fiscal a las actuales condicione­s, y fortalecer­la como institució­n. Es una reconstruc­ción de los daños que dejó la pandemia. Tener una sólida regla fiscal es una señal de fortaleza institucio­nal y buen manejo de las finanzas estatales, que es bien recibida por los mercados.

Una vez puestas las cartas sobre la mesa por parte del Gobierno, la pregunta que queda es la que se hace la OCDE: si bien la reforma es urgente, hay dudas sobre la viabilidad de que el proyecto de ley pueda tener un trámite sin tropiezos en el Congreso. A un año largo de las elecciones, el país entra en una dinámica que dificulta ese tipo de debates. Ojalá el Congreso sea consciente de las dificultad­es fiscales y de lo que se nos viene pierna arriba si no saca adelante la mejor versión de la Ley de Solidarida­d Sostenible ■

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ILUSTRACIÓ­N MORPHART

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