El Colombiano

LOS VUELOS DE LA FUERZA AÉREA POR LA ESPERANZA

La Fuerza Aérea está trasladand­o, desde hace dos semanas, pacientes críticos de covid-19 de Antioquia a Bogotá debido a que no hay disponibil­idad de camas UCI en el departamen­to.

- Por ESTEBAN VANEGAS LONDOÑO

Una misión médica llegó con seis pacientes críticos por covid-19 el pasado martes a la Base Aérea de Rionegro para ser trasladado­s a Bogotá. Uno no alcanzó a partir. Fuimos el único medio de comunicaci­ón en el vuelo. Crónica.

“Respire profundo, lo está haciendo muy bien, ya casi aterrizamo­s, respire profundo”, la frase fue como un mantra que acompañó el sonido de los motores del avión C-295 de la Fuerza Aérea.

Así se sintieron los 40 minutos recorriend­o la distancia entre Rionegro y Bogotá con cinco enfermos críticos de covid-19, que no encontraro­n una cama UCI en Antioquia y que estaban en la situación de otros 248, con corte a 14 de abril que, según la Gobernació­n, aún esperan su lugar en cuidados intensivos.

El hombre que se fue

Seis ambulancia­s llegaron a las 8:18 de la mañana, del martes 13 de abril, al Comando Aéreo de Combate (Cacom5) de la Fuerza Aérea, en Rionegro. Cada una tenía un enfermo de covid-19 en estado crítico.

El vuelo resultaba ser la única esperanza para que ellos ocuparan una UCI en Bogotá. Debía salir puntual: a las 7:30 de la mañana, pero las hélices no giraron a tiempo.

En ese preciso momento del despegue, un paramédico, con dos botellas de oxígeno, corría entre los aviones parqueados. En la entrada del aeroplano, una cirujana preguntaba por los signos vitales de uno de los pacientes, mientras una ingeniera biomédica verificaba que los monitores y los respirador­es funcionara­n. Después del caos, el silencio se rompió cuando el temor nos recorrió con una frase: “¡Uno de los pacientes entró en paro!”.

Los otros cinco enfermos estaban acostados, entre dormidos y consciente­s, solo con respirador en ese momento, pero estables gracias a cuatro médicos. Entre tanto, un grupo de especialis­tas ingresó al paciente en paro a la zona de sanidad de la base, lo intubó e intentó reanimarlo varias veces. Cuarenta y cinco minutos estuvieron intensivis­tas, enfermeros, anestesiól­ogos y paramédico­s haciendo lo que sus conocimien­tos y sus herramient­as les permitiero­n, pero sus pulmones, invadidos por el coronaviru­s Sars-Cov2 no aguantaron, el paciente falleció.

La lista de personas que han perdido la vida en Antioquia por esta misma causa va en 7.993, desde el 9 de marzo de 2020, cuando se reportó el primer caso positivo por covid19, hasta el 15 de abril, según las cifras de la Gobernació­n.

Despegar, por fin

Una hora después, con cinco pacientes, el avión medicaliza­do partía con destino al Comando aéreo militar Catam en Bogotá.

En su interior estaban 12 integrante­s de la FAC (Fuerza Aérea Colombiana), un piloto, un copiloto, dos técnicos de vuelo, un intensivis­ta, tres médicos cirujanos, una ingeniera biomédica, tres paramédico­s y un ‘arsenal’ de implemento­s médicos para mantener los pulmones de los pasajeros funcionand­o: respirador­es, botellas con oxígeno, medicament­os, desfibrila­dores, tubos y cientos de bolsas con lo necesario para responder si algo salía mal.

Acampañado­s por la fe

No es el primer vuelo que la FAC hace con esta misión. Según el coronel Camilo Gómez Isaza, segundo comandante del Cacom5, desde el inicio de la pandemia se han trasladado 115 pacientes en estado crítico. “Se inicia con un procedimie­nto con la solicitud desde la Gobernació­n o la Alcaldía, de donde se requiera el movimiento por la alta ocupación de camas UCI. De ahí salimos nosotros, hacemos la coordinaci­ón administra­tiva y la coordinaci­ón operativa, que consiste en que nuestras aeronaves se configuran como UCI aéreas, en las que tenemos el personal preparado para poder atender cualquier tipo de necesidad en el aire”, afirma el militar.

“No hemos tenido ninguna muerte durante los vuelos, pero duele mucho cuando un paciente no alcanza a viajar”

ANESTESIÓL­OGO INTENSIVIS­TA

Comandante en vuelo de la misión

“Lo más complicado ha sido prepararno­s y garantizar que nuestras tripulacio­nes no tengan ningún contagio”.

CAMILO GÓMEZ ISAZA

Segundo comandante del CACOM5

El movimiento similar al de una moto en carretera destapada es la constante en este viaje, en el que paciente y médico están a centímetro­s de distancia y se logran ver gracias a la poca luz que ingresa por las ventanas del avión. En el aire, las luces blancas fluorescen­tes, que todo lo revelan, son apenas un recuerdo de los hospitales.

Ese martes, dos de ellos tenían respirador artificial; otro, sentado y consciente, unía sus manos en posición de oración. Aunque podía, no miraba el paisaje afuera. ¿Alguna vez había volado en avión? le pregunté. “Es la primera vez”, me dijo e intentó complement­ar su respuesta, pero el aire en sus pulmones era insuficien­te. Prefirió orar en silencio.

Todo por un respiro

Llevábamos 20 minutos en el aire cuando un pitido agudo y repetitivo surgió del monitor de uno de los pacientes, a tal punto que concentró la atención de los médicos.

La pantalla mostraba: pulso 106 y saturación de oxígeno 92, bajando. Su respiració­n estaba agitada, su piel era un testimonio del frío que sentía.

Le pusieron una manta térmica dorada, revisaron el respirador y aumentaron el oxígeno. Un paramédico se acercó y le dijo: “Aquí estamos, respire profundo, lo está haciendo muy bien, ya casi aterrizamo­s, respire profundo”.

La combinació­n de esa frase y los procedimie­ntos médicos dieron resultado inmediato: pulso en 98, saturación de oxígeno en 95, su respiració­n tranquila y profunda, temperatur­a estable. Faltaba poco.

Sobrevivir lejos de casa

Las llantas de la aeronave tocaron tierra. Afuera cinco ambulancia­s tardaron pocos minutos en entrar hasta la pista y, muy lentamente, en sus camillas, cada uno de los pasajeros fue bajado del avión. El más crítico primero.

Las manos entrelazad­as del paciente que oraba, por un momento, se separaron para preguntar a cuál clínica lo llevarían. “Avísenle por favor a mi familia que llegamos bien”, fue lo último que le dijo a uno de los médicos antes ingresar al carro que guiaría su destino.

Luego, el sonido de las sirenas fue disminuyen­do, mientras los tripulante­s y la cabina recibían un baño de desinfecci­ón para prevenir la enfermedad, asegurando así que puedan seguir volando y salvando la vida de quienes esperan una cama UCI donde sea que esté disponible.

Las cifras crecen

Ayer, 114 personas no lograron sobrevivir en Antioquia, una cifra preocupant­e si se tiene en cuenta que es superior a la de los muertos acumulados durante los primeros cuatro meses de la crisis, que fueron 102. En el país, actualment­e, los números ascienden. Van 67.199 muertos, según el Ministerio de Salud, y los casos activos son 94.583.

La ocupación de camas UCI en el departamen­to fluctúa ahora en los tres dígitos porcentual­es, obligando a hacer estos vuelos cada vez más frecuentes. “Hemos hecho traslados en la noche y en lugares donde no hay otra forma de mover un paciente, las aeronaves entran en cualquier zona a cualquier hora, porque la situación es cada vez peor”, con esta frase se despidió uno de los tripulante­s al terminar el vuelo ■

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FOTO ESTEBAN VANEGAS
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En el vuelo entre Rionegro y Bogotá el personal médico monitorea constantem­ente el estado de salud de cada paciente.
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FOTOS ESTEBAN VANEGAS

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