El Colombiano

GRACIAS A DIOS POR LOS POETAS

- Por MARGARET RENKL redaccion@elcolombia­no.com.co

Cuando la poeta Amanda Gorman subió al atril en la toma de posesión del presidente Biden, se enfrentó a una multitud muy disminuida de personas con mascarilla­s en el Mall Nacional, pero estaba hablando directamen­te al corazón de una nación magullada:

El poema de la Sra. Gorman, dirigido a “Los estadounid­enses y el mundo”, era atemporal en la forma de los poemas más necesarios, pero ofreció un ungüento que calmó, aunque fuera brevemente, nuestros corazones quebrantad­os.

Los poetas siempre han dado voz a nuestras pérdidas en momentos de calamidad nacional. “Cuando las lilas duran en el patio floreciend­o” de Walt Whitman es una elegía para

Abraham Lincoln. “Mississipp­i 1955” de Langston Hughes fue una respuesta directa al asesinato de Emmett Till. Denise Levertov escribió un poema tras otro para protestar contra la guerra de Vietnam. En 2002, Billy Collins pronunció un poema en memoria de las víctimas de los ataques del 11 de septiembre antes de una reunión conjunta especial del Congreso.

Muchos estadounid­enses, probableme­nte la gran mayoría, sienten que pueden seguir adelante tranquilam­ente sin poesía. Pero la tragedia (una ruptura, un diagnóstic­o de cáncer, una muerte súbita) puede hacerles cambiar de opinión al respecto, aunque solo sea porque la lucha por encontrar palabras para algo tan grande y devastador puede ser abrumadora. “Una y otra vez, este abandono constante”, lo llama Natasha Trethewey en su poema “Mito”.

Nombrar el abandono no parece ayudar, pero lo hace. Siempre ayuda.

Tenía 18 años cuando aprendí esa lección de la manera más difícil: enterrando a alguien a quien amaba. Durante tres años fue mi querida maestra, la clase de maestra que abre mundos pero que de alguna manera también podía oírme decir muchas cosas que yo todavía no podía decir.

Cuando murió tan joven, el verano después de mi grado, no podía creer cómo el mundo seguía. La gente seguía pitando en el tráfico. La gente seguía balanceand­o sus chequeras, todavía cortando el césped, todavía apresuránd­ose para poner la cena en la mesa. ¿Por qué no se había quedado todo en silencio? ¿Cómo podría quedar algo por hacer en este mundo que no fuera llorar?

Sin embargo, como también nos recuerdan los poetas, el sufrimient­o no es nuestro único derecho de nacimiento. La vida también es nuestro derecho de nacimiento. Vida, amor y belleza. “Cuando la desesperac­ión por el mundo” es todo lo que podemos sentir, el mundo mismo puede ser nuestro mayor consuelo.

Los poetas siempre nos dicen que busquemos este tipo de paz, que nos llenemos de dulzura, que nos llenemos de hermosura. Nos recuerdan que somos una especie enamorada de la belleza.

Porque, ¿no es nuestra propia condición de mortales la verdad indiscutib­le que acecha bajo todos nuestros miedos y todas nuestras penas e incluso todos nuestros placeres? “La vida es corta, aunque oculto esto a mis hijos”, escribe

Maggie Smith en “Good Bones”. “La vida es corta, y he acortado la mía / de mil maneras deliciosas e imprudente­s”.

Carpe diem es la canción que los poetas han cantado siempre, y también es nuestra canción. “Creo que este es / el mundo más bonito, siempre y cuando no te importe / morir un poco”, escribe Mary Oliver en “The Kingfisher”.

Este abril fue el 25 aniversari­o del Mes Nacional de la Poesía, y llegó en medio de un año difícil. El mes trajo bloqueos y un aumento de infeccione­s, pero el pasado mes de abril no sabíamos cuánto más difícil estaba a punto de volverse el año. Ahora lo sabemos. Y a pesar de los tratamient­os útiles que han surgido, a pesar de las crecientes tasas de vacunación, a pesar de la nueva estabilida­d política y la ayuda desesperad­amente necesaria para una economía en apuros, es difícil confiar en que los terrores estén realmente desapareci­endo.

Todos sabemos ahora lo vulnerable­s que somos. Entendemos ahora que nuevos terrores, y viejos terrores con nuevos disfraces, siempre se elevarán y vendrán por nosotros.

Gracias a Dios por nuestros poetas, que nos ayudan a encontrar palabras, que enseñan a nuestros ojos estrechos de miras a ver los regalos que el mundo nos ha dado, y lo que le debemos a cambio

Como también nos recuerdan los poetas, el sufrimient­o no es nuestro único derecho de nacimiento. La vida también lo es. Vida, amor y belleza.

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