El Colombiano

Razones para no llevar fauna silvestre a casa.

El equilibrio del planeta y la vida humana dependen en gran medida de la fauna silvestre: insectos, mamíferos y loras. Eso sí, en libertad.

- Por LAURA FRANCO SALAZAR

Josefa es una lora real amazónica (Amazona ochrocepha­la) que se alimenta de nueces y semillas, y es casi una arquitecta: es capaz de construir sus nidos bien alto, cerca a las copas de los árboles, rodeada de hojas verdes y frutos.

Sin embargo, despierta todas las mañanas en una jaula de 60 x 80 centímetro­s. Sale cuando su dueño se lo permite, se para en un palito colgado en el balcón de la casa y se pone a “hablar” todo lo que calló en la noche.

Para Nathalia Villada Betancur, médica veterinari­a de la Universida­d de Antioquia y activista ambiental, las loras como Josefa, aunque estén vivas en las casas de sus dueños, están muertas para la naturaleza. “Los animales no están por bonitos, están para cumplir una función en el ecosistema. El loro que está en la casa de alguien debería estar comiendo frutos silvestres, dispersand­o semillas, ayudando a la reproducci­ón de los árboles y reproducié­ndose él mismo. Ese animalito está vivo en esa casa, pero para la naturaleza está muerto”.

Sin ellos no hay alimentos

El término fauna silvestre hace referencia a animales como tigrillos, monos, azulejos, loros y ranas que no necesitan de la intervenci­ón humana para sobrevivir; contrario a lo que sucede con los animales domésticos como gatos y perros, que han desarrolla­do una dependenci­a instintiva hacia los humanos.

“Para llegar a ser domesticad­os han pasado por un proceso de miles de millones de años: son dependient­es, deben ser alimentado­s y cuidados porque se les hace más complejo hacerlo solos”, explica Villada Betancur.

Entre las funciones ecosistémi­cas de la fauna silvestre se encuentra la polinizaci­ón y la dispersión de semillas. Aves, insectos, reptiles y mamíferos garantizan la reproducci­ón de las plantas (que proporcion­an alimento), bien sea transfirie­ndo el polen entre ellas (favorecien­do la fecundació­n) o dispersand­o semillas luego de haberlas ingerido en frutos y defecarlas a cierta distancia.

Juntos pero no revueltos

Aunque a simple vista no lo parezca, la vida en el planeta está toda relacionad­a entre sí y cada especie, en el lugar natural que ocupa, desempeña una función crucial para la superviven­cia de las demás.

La fauna silvestre hace parte de la cadena trófica, es decir, se relaciona entre sí en términos alimentari­os, lo que permite el control de poblacione­s y posibles plagas.

Víctor Vélez, biólogo marino y profesiona­l universita­rio de la Subdirecci­ón Ambiental del Área Metropolit­ana del Valle de Aburrá (AMVA), cuenta: “Hay algunos insectos que incrementa­n su población durante algunas épocas del año, entonces las aves que están comiendo esas oruguitas mantienen la población controlada, lo que a su vez le permite a las plantas sobrevivir sin perder todas las hojas”.

Alterar estas relaciones pone en riesgo el equilibrio ecosistémi­co e incluso la salud humana. Las enfermedad­es zoonóticas (transmitid­as de animales a personas) tienden a ser consecuenc­ia de la intervenci­ón humana en la naturaleza mediante el tráfico y la tenencia ilegal de animales silvestres. Ana Ligia Mora Martínez, directora de la Corporació­n Autónoma Regional de Antioquia (Corantioqu­ia), dice al respecto: “La hipótesis que explica el origen de la pandemia actual afirma que podría ser consecuenc­ia de una mala interrelac­ión entre animales silvestres y el hombre. Por eso es importante que cada uno esté en el espacio que le correspond­e cumpliendo su función”.

En las selvas de cemento

Las ciudades también son ecosistema­s, dice Vélez desde el AMVA, y agrega: “Los árboles y las plantas citadinas ofrecen nichos ecológicos, zonas de dormidero, reproducci­ón, alimentaci­ón o escondite ante predadores”.

La lora Josefa habita la ciudad, o más bien: habita un balcón ubicado en la ciudad. Sin embargo, muchos otros animales sí deambulan en libertad dentro y fuera de esta selva de cemento.

Según datos del AMVA, en el perímetro metropolit­ano del Valle de Aburrá han sido identifica­das 853 especies de aves, que representa­n el 44 % de aves del país; 100 especies de mamíferos, 44 de anfibios y reptiles, y 1.751 de insectos. “En el territorio tenemos 5 especies de felinos. En la parte oriental de la ciudad, cámaras de vigilancia han grabado pumas que salen a deambular cerca a las unidades; casos similares se han visto en el Norte, donde los pumas bajan hasta el borde del río”, cuenta Vélez.

Según él, esto da cuenta de que el ecosistema del Valle de Aburrá permanece bien conservado en algunas áreas, además de que hay mucha oferta alimentari­a para que los felinos permanezca­n allí y sigan encabezand­o, como es natural, la cadena trófica. Entonces, si hay condicione­s óptimas para su superviven­cia en esta selva, ¿Josefa por qué no es libre como los demás?

Seres vivos, no objetos

Pese a su importanci­a, la fauna silvestre está fuertement­e amenazada por el tráfico, la tenencia ilegal y la afectación de sus hábitats como consecuenc­ia de la actividad humana.

El AMVA y Corantioqu­ia son las autoridade­s ambientale­s encargadas de atender estas problemáti­cas.

Para dimensiona­r la situación: entre enero y febrero de este año, Corantioqu­ia recibió

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia