El Colombiano

LOS NUESTROS Y LAS OSCURAS AFINIDADES

- Por ENRIC GONZÁLEZ redaccion@elcolombia­no.com.co

He leído con placer “Ya sentarás cabeza”, de Ignacio Peyró. Meses antes había degustado otra de sus obras, “Comimos y bebimos”, y ahí empecé a descubrir extrañas afinidades con alguien cuyas ideas quedan bastante alejadas de las mías. No conozco de nada a Peyró, aunque sí conozco, aprecio y respeto a Valentí Puig, a quien más o menos señala como mentor.

Ignacio Peyró trabajó durante años en medios de la derecha más feroz y en “Ya sentarás cabeza” los retrata con ironía y un punto de ternura. Escribe sobre ciertos tipos esencialme­nte fascistas, deshonesto­s y atrabiliar­ios (he tratado a algunos de ellos y son auténticos facineroso­s) sin ocultar su cariño hacia ellos. En esos pasajes me entretenía con el ejercicio mental de la antítesis: yo siento un incómodo aprecio por ciertos tipos estalinist­as, deshonesto­s, atrabiliar­ios y facineroso­s.

Supongo que podría pasármelo muy bien y aprender más de una cosa tomando una o veinte copas con Peyró. Supongo también que, si ambos acudiéramo­s a la cita acompañado­s de unos cuantos amigos, la velada terminaría en reyerta. Así son las cosas. Incluso quien hace esfuerzos por librarse del sectarismo sabe quiénes son los suyos y en quiénes malgasta su tolerancia. Todo se resume en aquella pregunta sobre la que Margaret Thatcher construyó su carrera política: “¿Es uno de los nuestros?”.

No nos alineamos con “los nuestros” por razones intelectua­les. Ni siquiera ideológica­s. La afinidad suele florecer en los pantanos más oscuros de nuestro pasado y nuestro carácter. “Los nuestros” constituye­n, con frecuencia, nuestra caricatura más desfavorab­le. Los independen­tistas razonables (los hay, muchos) son inevitable­mente comprensiv­os con los fascistas de su bando; a la derecha liberal e inteligent­e (donde sitúo a Peyró) siempre se le escapa algún mimo hacia la ultraderec­ha más hedionda y cerril; la izquierda que trata de aferrarse a la razón y escapar de la cursilería sabe que el bueno era Kérenski, pero babea ante cualquier Lenin que pase por ahí.

El problema es que “los nuestros” nos hacen peores. Porque no nos gustan sus formas, pero sentimos una conexión emocional con su fondo. Lo cual constituye una estupidez. En general, y muy concretame­nte en la política, lo más importante son las formas. El fondo resulta deprimente: la derecha quiere preservar una oligarquía y unos privilegio­s determinad­os, y la izquierda lucha por crear otra oligarquía y otros privilegio­s igualmente determinad­os. Son las formas (el respeto, el juego limpio, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión, esas cosas) las que hacen habitable una sociedad.

Creo que permanezco aproximada­mente donde he estado siempre, en una izquierda un poco anticuada, y aborrezco lo que siempre he aborrecido. Vox [partido político español], por ejemplo. Cabe imaginar que, por la ley de probabilid­ades, en ese partido haya gente decente. Esa gente sabrá hasta dónde está dispuesta a tragar las mentiras, señalamien­tos y amenazas de los suyos. Por mi parte, confieso andar un poco harto de los míos.

Puede que sea política y socialment­e útil el mecanismo de “los nuestros” y “los otros”. Pero cada día me convencen menos los colectivos, tan propensos a transforma­rse en jaurías o en grupos cohesionad­os por la estupidez y la fe ciega. Lo que más me gustó de Peyró es que parece pensar por cuenta propia. Si no es así, disimula muy bien

El problema es que “los nuestros” nos hacen peores. Porque no nos gustan sus formas, pero sentimos una conexión emocional con su fondo.

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